Pequeño hermano, hace un montón de tiempo, un señor creo un
rebaño diferente, algunos le llaman “monos más inteligentes”. Tú y yo, ahora le
llamaremos "rebaño de ovejas", a esos seres vivientes que quieren ser personas.
Dicen que ese rebaño se desarrolló haya por el continente
que hoy llamamos África. Hace mucho, pero mucho tiempo. Y quizás al principio,
vivían en cuevas de piedra natural, y los bosques de la selva. Fueron
aprendiendo a domesticar el fuego, la tierra, el viento, y el agua.
Quizás subidos en unos troncos, traídos por las corrientes
marinas, atravesaron el océano y llegaron al continente americano. Todo está
por descubrirse… Lo cierto es que por aquí y por allá, estos seres vivientes
evolucionaron. El señor les dio el don mayor, el don de la libertad. Construyeron
mejores casas, se organizaron para vivir y alimentarse. Desarrollaron distintos
artes, incluso el mal arte de la guerra. El vivir el amor, tuvo nuevas
expresiones. Se trasladaron más lejos, navegaron más adentro, y llegaron a
volar.
Cuentan los libros sagrados, que un rebaño se liberó de otro
rebaño piramidal, y camino 40 años por el desierto. Y su señor los cuido y alimento.
Entonces al llegar a una tierra nueva, con verdes praderas, y agua dulce en
abundancia, ahí el rebaño decidió hacer un gran corral. Que fue un bello
tiemplo, donde el rebaño se podía encontrar, agradecer a su señor y escucharlo
para seguir creciendo mejor.
Todo iba bien, hasta que algunas ovejas se creyeron pastores
y comenzaron a legalizar la entrada y salida, al corral. Bien machista fueron
las normas. Y crearon un sistema jerárquico, con piezas y escalones hacia
arriba. Simbolizando claramente que cuanto más arriba, más cerca del Señor se
estaba. Y esto daba privilegios de todo tipo. Sobre aquellos que por ser
ubicados más abajo eran tratados como leprosos. El poder da la posibilidad de
abusos, y así se han dado, en errores y horrores, en nombre del Señor.
Y el Señor vio que esto no estaba bien, y mandó a su propio
hijo a esta tierra. Y los primeros que lo recibieron fueron: una mujer humilde
de Palestina; un obrero de Nazaret y los verdaderos pastores que se encargaban
de cuidar los rebaños… que otros los explotaban. Algo nuevo fue naciendo, con
curaciones, multiplicación del pan, hasta que un burrito se transformó en
figura principal, por servir al hijo de nuestro señor en la entrada a la gran
ciudad. Y queriendo quedar como aliento,
al alcance de todos, eligió el pan y el vino, que era lo más común en
toda mesa de la región. No había que ir a ningún lugar para encontré con él,
solo recordar sus palabras y hacer vivida su propia vida, en gestos concretos
como el lavatorio de los pies.
Y se vino la gran noche oscura. El verdadero pastor, el hijo
del Señor, se paseaba por fuera de aquel gran corral, del templo de Jerusalén,
con puertas cerradas para los que eran considerados impuros. No siendo
reconocido por los que hablaban en su nombre. El pastor formó un nuevo rebaño
con los más pobres y los que se reconocían pecadores. Comía con ellos a la misa
mesa. Y esto desequilibró la estructura de poder y económica del templo con sus
ritos y jerarquía.
Lo apresaron, lo torturaron y lo crucificaron al Buen
Pastor. El rebaño se dispersó. Y todo parecía haber terminado, hasta que
algunas mujeres recibieron la Buena Nueva de la Resurrección. El buen pastor venció
la muerte, y nos abrió el camino hacia la eternidad. Y otra vez el rebaño se
volvió a juntar. Y por aquí y por allá se multiplicaban las ovejas, muchas de
ellas siendo asesinadas, por el poder que no quería perder poder.
En un vuelo rápido por la historia llegamos al hoy. Donde
muchos reconocemos que hay un solo Pastor. Otros como al comienzo, se ponen
entre el Señor y el Pueblo, como capataces que deciden quien puede, y quien no,
alimentarse de la comida sagrada del perdón. Cuanto sufrirá nuestro señor… El
que claramente busca la oveja perdida, hace fiesta para quien regresa, perdona
siempre, y se enoja mucho si no somos capaces de hacer lo mismo con los demás.
Entonces otra vez envía a su hijo, que anda fuera del
templo… Formando rebaños nuevos, con los que se reconocen imperfectos,
necesitados de algo más que un techo o un templo. Entre nosotros no anda con un
bastón de pastor. SI, con una bata de trabajador de la salud; botas o
alpargatas de campo; requechando en los contenedores; con sus años, y
fragilidades, es llamado adulto mayor; es vendedor o albañil, anda en las marchas en defensa de los derechos
humanos; jugando como niño con otros niños; sembrando y cosechando alimento;
barriendo nuestras calles; como madre desvelada cuidando a los más pequeños; como
varón o mujer, que va a ganar el pan para el sustento; como joven que buscando
ser, hace sus propias experiencias; como comunidad que hace milagros cada vez
que nos juntamos; como preso que quiere su rehabilitación; como artista que se
libera y aporta a la liberación de los demás; como deportista o payaso que son
parte del circo para dar un poco de afloje a las tensiones; como políticos que
creen y luchan por una sociedad más justa y solidaria; como persona de buena
voluntad, que dice no creer, pero hace lo que él quiere; como enamorados que
una y otra vez superan caídas, cierran heridas y vuelven a soñar y entregarse
buscando vivir en el amor…
Y como ayer, hoy, al pastor lo siguen buscando, lo siguen
apresando, lo siguen crucificando…. Y el sigue resucitando… Sus ovejas escuchan
su voz, y lo siguen… A él le ponen diferentes nombres, ya que el mismo se
encarna, se reviste de diferentes realidades humanas…. Ninguna de poder sobre
otros. Sabiendo que todos tenemos algo de poder en las distintas relaciones,
tenemos que tener claro que él, siempre estará en el con menos poder. Y lo que
le hagamos a uno de ellos, se lo hacemos a él mismo en persona.
nacho
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