sábado, 29 de diciembre de 2012

Dios se manifiesta en el encuentro entre los diferentes

Pasó Navidad de la cual no sabemos con certeza la fecha, pero si la recordamos y celebramos el 24 de diciembre. Fecha escogida por los primeros cristianos por ser la fiesta del sol.

Aprovechando que todo el imperio romano estaba de fiesta, los cristianos recordaban y dejaban renacer en su interior y en la vida comunitaria a su único rey: Jesús el nacido en Belén.

La encarnación de Dios en medio de nosotros congrega a los más diversos como lo son: esa adolescente Judía llamada María, a José de la estirpe de Rey David, a los pastores trabajadores de campo, a los reyes magos intelectuales al servicio del poder… Lo misterioso es que así como nace en la situación de máxima pobreza, también debe crecer perseguido por Herodes. La familia de Nazaret debe escapar a un país lejano para salvar al niño recién nacido.

( Hijo de Adelaida - San Pancho - Bolivia )

De esta realidad rescatamos tres buenas noticias:
* Que Dios puede habitar en las realidades más sorprendentes,
* su presencia provoca encuentros entre los diferentes y
* lo que viene de Dios necesita ser protegido de los opresores para que crezca.
Por lo tanto la fecundidad del Espíritu puede habitar donde y cuando quiere, y quien es portador del Espíritu de Dios es una persona que crea comunión con las personas diferentes, siendo perseguido y amenazado teniendo que cuidarse mucho.
La palabra bíblica de fin de año nos habla de la familia de Nazaret, contándonos del crecimiento de Jesús. Donde María y José, como madre y padre viven la experiencia religiosa de su Fe y procuran educar a su hijo en los valores y la religiosidad que creían. Jesús los sorprende apartándose de la caravana familiar y dedicándose a lo que la conciencia le indicaba. La familia no comprende los caminos de libertad que Dios comienza a mostrar por medio de las iniciativas de este niño. También el relato nos presenta que el lugar de crecimiento en sabiduría, humanidad y fe es la vida de Nazaret. (Lucas 2, 41-52)

( Florencia, enbarazada de uno nuevo encuentro
con las y los hermanos de Tekove Katu )

Los mandamientos divinos son bien claros “amar a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a tí mismo”. Es una invitación a profundizar nuestra relación de amor con Dios y a concretar ese amor con las personas más próximas y a los que encontramos en el caminar de la vida cotidiana. Estando a la escucha de nuestra conciencia, atentos a lo que Dios nos pueda pedir, dispuestos a dejar la caravana familiar o de amigos para ocuparnos de las cosas de nuestro Padre, nos esperando ser comprendidos…
Nacho

No hay comentarios:

Publicar un comentario