Fue
emocionante estar en este día de visita, de los familiares, a los chicos de la
Fazenda, que ya han cumplido tres meses de su caminata, en búsqueda de
liberarse de las adiciones, y encontrar el porqué cayeron en esa dependencia y
ponerse en camino de ser un hombre nuevo.
Estábamos
ahí en el patio, y se detiene un auto en el lugar de estacionamiento, se baja
una mujer, y uno de los chicos, no tan chico, que ya es padre, reconoce en esa
mujer a su madre y lo deja todo y sale corriendo hacia ella. La madre lo ve a la distancia y abre sus brazos para recibirlo. Se abrazan, lloran…
Todos nosotros contemplamos en silencio. Todos tenemos una madre. Todos nos hemos equivocado y la hemos hecho sufrir a nuestra madre y a otros. Todos deseamos profundamente que haya abrazos que nos esperen para darnos la ternura del perdón. Nuestros ojos se llenaron de lágrimas y nuestro respirar cambió su ritmo…
Uno de los
muchachos nos invita a todos a pasar a la capilla a celebra la misa. Sus brazos
y su cuello tiene unos oscuros tatuajes, que son signos visibles de su vida
anterior. Este muchacho que se ha animado a dar el paso desde la calle hasta
aquí, gracias a que alguien confió que era posible cambiar de vida se acerca y
me dice: - Gracias por venir a acompañarnos en la misa. Esta es la quinta misa
en mi vida que voy a celebrar, aun no entiendo mucho, pero en las anteriores
sentí algo misterioso dentro de mí.
Esas palabras de ese muchacho con una caravana en su oreja izquierda, una cicatriz en la mejilla, una mirada de agradecimiento porque juntos íbamos a celebrar la misa, me conecto con lo profundo de mi vocación. Había sido llamado a celebrar juntos ese misterio, de una presencia, que nos recibe a cada uno con nuestra historia, con nuestros tatuajes, los visibles y los ocultos, con nuestras cicatrices por haber amado y por habernos equivocado. Ese Dios que quiso quedar presente en una mesa con pan y vino compartido. En un espacio comunitario donde personas distintas estamos llamados a dejarnos mover por el Espíritu que nos hace sentir amados y hermanos.
Dios se
revela a quien quiere, y muchas veces a un no bautizado, o a alguien que anduvo por
años fuera del camino humano, recibiendo la gracia de reconocer el misterio de la
presencia de Dios en quien llega, en quien está a su lado y en la celebración
eucarística. Un detalle que no es menor es que este muchacho ha celebrado sus
cuatro anteriores misas con el p. Juan Fernando, el p. Gastón, el p. Gabriel, y
el obispo Pablo. A mi no me conocía, pero me recibe como alguien que, junto a
su comunidad de hermanos, con la que están haciendo la caminata, juntos
viviremos ese misterio, esa presencia, ese encuentro que nos transforma.
En el templo
entre los muchachos veo un niño un poco inquieto. Se había reencontrado con su
padre, que no era el mismo de hace unos meses. Estaba este niño buscando la
atención de su madre, que lloraba sentada al costado de quien era su compañero
de viaje, padre de sus hijos, quien había sido la persona que más sufrimiento le
había causado, por ser el amor de su vida. Y ahora él, a ella, (que era
practicante de una iglesia hermana evangélica), le recordaba las palabra del pastor
de su iglesia que la acompañó en su sufrimiento, alentándole a orar a Dios por
su esposo, ese hombre que no quería saber nada de Dios, que se reía cuando la
veía orando con su biblia... Hoy ese hombre con una vida nueva, la había
invitado a participar del momento de oración, y estaba a su lado con la mirada atenta
cantando el canto de comienzo de la celebración.
Sentí un
impulso interior a invitar a aquel niño al frente. Y después de ponernos en
presencia de Dios recordamos a Jesús que nos propone volver a ser como niños. Y
todos, con la mirada en el niño, aprendimos de él, de los niños, que se pelean,
pero al rato están jugando juntos. Y esa era la invitación de quien nos
convocaba: recibir su perdón, para poder liberarnos perdonando. Si hay algo que
nos va encorvando, es el sentido de culpa y algo que nos pone feo es el rencor
hacia alguien. El niño, con otro niño, que se quiso sumar a mostrarnos cómo es
Dios con nosotros nos regalaron un saludo que junto a las palabras de la
liturgia del perdón, nos cambiaron el rostro a todos. Porque algo había
sucedido dentro nuestro. Y con mucha fuerza cantamos juntos el gloria a Dios.
Después la Palabra nos compartía la presentación de Jesús en el templo, llevado por su madre María y su padrastro José. Recibido por Simeón y Ana, quienes entre la multitud que acudían al templo fueron los únicos que reconocieron a Jesús como hijo de Dios. (Lucas 2, 22 - 40)
A la luz de la Palabra cada uno de los presentes se identifico con alguno de los personajes. Los familiares que estaban visitando a los chicos en la Fazenda, se sentían como María y José, poniendo a los muchachos en manos de Dios. Los que de una manera u otra recibimos a los chicos y los acompañamos a que se encuentren consigo mismo y con Dios, nos identificamos con Simeón y Ana. Y los jóvenes que están procurando "volver a nacer" son los Jesús, según el relato de hoy.
Ese es el misterio de la encarnación, cercanía de Dios en Jesús. Se hizo pequeño en el pesebre en Belén, vivió el mayor tiempo de su vida como un vecino un obrero más, después creo una comunidad abierta a todos, especialmente a los empobrecidos, pecadores y tenidos por impuros, culminando su vida humana entre nosotros, en el trono de la cruz. Resucitado sigue siendo un Dios oculto para los que buscan grandeza y poder, y cercano y en amistad con los bienaventurados, tenidos por menos. Como hoy lo son estos muchachos que cayeron bien abajo...
Ese mismo Dios se hizo presente en un poco de pan y vino... para regalarnos su amistad que alimenta, perdona, consuela, sana, y nos muestra el camino que esta dispuesto a acompañarnos.
Al culminar la misa y pasar a compartir la mesa, había algo que nos se puede explicar: los mismos que hace unas horas no nos conocíamos, los mismos que llegamos con la mochila pesada.... ahora estábamos viviendo una hermandad realmente bonita.
Al final del día entre pizzas y risas, pudimos dar gracias por el dia VIVIDO en el señor. Recordando en especial a aquella madre que en la misa dijo: mis lágrimas de hoy no son las mismas de hace unos meses, las de hoy son de felicidad, agradecimiento. Mas de uno de nosotros sintió humedecidos sus ojos, recordando a su propia madre. Con la fe, que una madre es capaz de sentir a su hijo a la distancia, y hoy, aquí y ahora éramos motivo de hacerla sentir bien, estando nosotros viviendo bien.
Nacho.
Dios siga iluminando los corazones de estos chicos y de otros que quieren encontrar la luz de Cristo.
ResponderEliminarHace unos días me comunicaba con la fazenda de Bolivia con el Padre Juan, me contaba de los chicos que quieren cambiar, amar como Jesús. Mis oraciones en estos chicos me muestran que no de deparar , debo seguir orando, porque ahí se ven los frutos. Bendiciones muy muy grande para todos. Viva Cristo Jesús
Hermosooo...no veo la hora de que llegue el martes..
ResponderEliminarQue emocionante ese encuentro entre los chicos de La Fazenda y sus familiares
ResponderEliminarQue el Señor los bendiga y les de fuerza para lograr la rehabilitación.
Que hermoso ver ll que Jesús puede hacer por nosotros, siempre que lo busquemos. En nuestro interior y en prójimo. Dios bendiga a todos que hacen posible la recuperación (el volver a nacer), de éstos y tantos otros muchachos. Que lo guíe y acompañe en sus caminos.
ResponderEliminarBendiciones a todos y a sus Flias !!!
ResponderEliminar