- Yo pude terminar mi año de liberación de las adiciones en la Fazenda con mucha alegría, personal y para la familia. Nos contaba Gastón, que es de Cordova, Argentina.
- Un tiempo después me creí fuerte y recaí... Una noche, andando bien drogado por las calles, cruce por un templo y escuche que había gente. Entre y me senté en un espacio que habían pocas personas. No escuchaba lo que estaba pasando. Mi cuerpo temblaba. Mi pensamiento daba vueltas perdido. Expresaba algunos alaridos. Sentía que la gente me miraba. Alguno tomo distancia. Estaba muy pero muy mal.
Hasta que llego el momento de comulgar. Vi la fila y desde dentro me salio la expresión: "Señor Sálvame". Tambaleando me acerque al altar. Creo que algunos dudaron que el sacerdote me diera la hostia. Yo la necesitaba. Había aprendido, creía, que ahí estaba Jesús, el único que me podría salvar. Comulgue sin nada de devoción. Tuve que hacer peripecias para que no se me callera la hostia al suelo y llevarla a mi boca. Entre mi inconciencia había el 1 % de fe, en que ahí estaba Jesús, el que podría liberarme. A los tropezones y entre distintas miradas, regrese a los bancos. Elegí el ultimo banco, sentía que ese era mi lugar. Culmino la misa, alguien se acerco, me escucho, se ofreció ayudarme y a los pocos días me propusieron cruzar el rio, me deje guiar, y estoy en la Fazenda en Cerro Chato, Uruguay.
Hoy puedo decirles, que estoy agradecido, por los que me presentaron en mi primer año de caminata: "el Dios que es fiel en su amor a nosotros, y nos perdona setenta veces siete... siempre, siempre, que volvamos a buscar su ayuda". La Fazenda, aunque algunos no entiendan, es expresión de ese Dios misericordioso, que nos quiere salvar si le pedimos ayuda, una y otra ves...
REFLEXINAMOS en la comunidad: Todos tenemos algunas "fallas humanas" que con una buena ayuda y descubriendo sus raíces podemos mejorar y a veces sanar plenamente. Pero al igual que San Pablo todos tenemos un "aguijón" una fragilidad, con la cual tendremos que convivir hasta el final de esta vida, necesitados siempre de su misericordia. Lo dice San Pablo: - Precisamente para que no me pusiera orgulloso después de tan extraordinarias revelaciones, me fue clavado en la carne un aguijón, verdadero delegado de Satanás, cuyas bofetadas me guardan de todo orgullo. Tres veces rogué al Señor que lo alejara la espina de mí, pero me dijo: 'Te basta mi gracia, mi mayor fuerza se manifiesta en la debilidad'. Con mucho gusto, pues, tendré presente mis debilidades, para que me cubra la fuerza de Cristo... Pues si me siento débil, entonces es cuando soy fuerte. 2 Corintos 12, 8 -10.
LA FE EN JESUS, es experimentar su Amor. El cual no cambia, con nuestros cambios. El pecado de Judas no fue la traición, ya que todos, también nosotros, de una manera u otra, en algún hecho concreto, NO SOMOS FIELES a la propuesta del Amor de Dios. El pecado de Judas es: después de ser consiente del mal que había hecho, NO CREYO EN EL AMOR DE JESUS, no volvió a buscar su perdón, no creyó que el Amor le daría nueva vida, se aparto definitivamente de la comunidad. Somos como Judas cuando no nos perdonamos, o cuando nos cansamos de perdonar a alguien. Cuando no nos perdonamos o no perdonamos es seña que no estamos conectados al Amor de Dios.
Somos como Pedro, cuando una y otra ves, reconocemos nuestras faltas a el Amor a Dios, a nuestro prójimo, a nosotros mismos y NOS DEJAMOS PERDONAR POR EL. Nos dejamos ayudar por quienes viven su amor, y están dispuestos a darnos una nueva oportunidad. Somos como Pedro cuando recibimos a alguien que "se equivoco" y nos pide ayuda... aunque anteriormente tres o mas veces allá dicho Si y allá hecho No.
HASTA SETENTA VECES SIETE...
Mateo 18, 22
Muy buena reflexión siempre enseñándonos el de nuestro ser gracias Nacho bendiciones
ResponderEliminar