En estos tiempos especiales, los encuentros presenciales se nos hacen un poco
más difíciles, es bueno tener cuidado para no contagiarse del virus y así
cuidar a los más frágiles. Pero por otro lado está bueno permitirnos
encontrarnos físicamente, necesitamos de los abrazos, las miradas, de las
charlas personales, al fin y al cabo sin eso tampoco sobrevivimos, eso también
es cuidar nuestra salud.
Por eso el Espíritu nos va animando a generar encuentros por aquí y por
allá, quizás más dispersos, más esporádicos y menos numerosos que otros
años. Los encuentros son parte esencial de nuestra espiritualidad, o si se
quiere de nuestra forma de estar en el mundo, y si son verdaderos nos
conectan con “lo mejor de lo mejor” que ya somos (al decir de Jorge nuestro
amigo benedictino).
En esos días hay fogón y comida compartida, hay música y guitarras, hay
cámaras que pintan fotos y contemplación de paisajes, hay silencios por no
saber qué decir y silencios sagrados, hay juegos y deporte, caminatas que
son oración, chapuzones en el río y atardeceres mágicos, con todo eso nos
encontramos, todo eso es lo que somos.
Agradezco por esos todos esos encuentros, tantos que ya se me mezclan los
recuerdos, los lugares y las caras, pero ahí está nuestro gran tesoro.
Sigamos buscando esos encuentros, compartamos lo que está dentro y así nos
seguimos cuidando.
Erik
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