martes, 8 de julio de 2025

SALIO PESCA... LA AMISTAD CON EL SILENCIO

Esta mañana me visito Eduardo, trayendo de regalo milanesas de pescado, hechas con las tarariras que le dejamos ayer a Carina su compañera de camino. El almuerzo esta asegurado, Dios es providente. Pero hubo un regalo mayor en la visita, hoy Eduardo está cumpliendo 65 años. El día de nuestro cumpleaños es especial, y es un signo: ver donde está nuestro corazón, escucharnos donde y con quienes nos gustaría estar ese día. Que Eduardo haya venido a matear esta mañana, es un signo de una profunda amistad. (Su celular sonaba y sonaba, e incluso su hija lo esperaba para regalarle un rico desayuno). Nuestra presencia en algún lugar, es nuestro mayor regalo que tenemos... 
Augusto es un amigo que nos da el permiso para ir a pescar a la represa donde trabaja. Le escribo una vez por mes, que me haría bien ir a pescar, y siempre me ha respondido que es posible. La mayor de las veces hemos ido con algunos de la barra de pescadores, en esta no podían y fuimos sin ellos físicamente. Fue muy bonito que Augusto me invitara a que pasara por la estancia a saludarlo, estaba Micaela, su novia para presentarnos uno al otro. Signo de amistad profundo cuando uno quiere que las personas que quiere, se conozcan: "Que los amigos se hagan amigos entre sí". En la tardecita, sabiendo que estaba "solo" me paso un mensaje si había armado el campamento bien. Al día siguiente antes de salir del campo me gusta avisar que estamos partiendo y agradecer. He aquí lo que queremos comentar con ustedes. 
Compartí uno de los frutos de la pesca, en mi audio de agradecimiento a Augusto. Contaba que "llegue inquieto". Los preparativos y el viaje fueron "rápidos". En ese espíritu, hice leña, tire los aparejos con hígado de carnada que lleve, coloque las rediñas para mojarras, arme el fuego, prepare el mate y comenzó la pesca... La primera jornada fue emocionante y con mucha actividad. Nueve hermosas tarariras. Un día de sol, noche a la luz de la luna. Los zorros se alimentaron de algunas robadas... afuera todo era silencio, pero por dentro, entre el hacer y recuerdos había un ruidoso murmullo. La noche fue de la misma manera, un te caliente con pasteles dulce que lleve, de cena. El armado de la cama, detrás de la camioneta, con un colchón y dos mantas. Una mirada al celular, ver el resultado del triunfo de Peñarol en el clásico, las noticias nacionales e internacionales y María me pasó mensaje de que estaban pasando bien con mi madre.
El regalo del reencuentro con un viejo amigo, me esperaba el segundo día. A las 4 de la madrugada estábamos atizando las brasas, volviendo a encender el fuego, reencarnado los aparejos, calentando agua para el mate. La luna se fue despidiendo, dejando lugar para la luz de las estrellas. Todo era silencio. Por dentro la expectativa de sacar una grande, o unas cuantas más... Los aparejos se mantenían quieto. Y como a las 7 de la mañana llego la niebla y el frio, frio... La sensación térmica era de algunos grados bajo 0. Casi sentado sobre el fuego, no aguante y tuve que entrar a la camioneta, encenderla y poner el aire acondicionado, hasta que la niebla se fue yendo y el sol regalaba su calor. A esa altura había poco que hacer... y nos dispusimos a sacar las escamas y abrir las tarariras. Sabía que iban de regalo, nacía el sentimiento de entregarlas limpias. No había apuro, se podía disfrutar de la compañía de una garza, con su elegancia sostenida sobre sus patas largas, comiendo las hachuras que yo devolvía al agua. Se acerco el ganado, mirando, olfateando ese campamento "raro" que había en pleno invierno. Y llego el viejo amigo, la quietud exterior incluso de los aparejos que no se movían, estaba solo y no había nada para hacer. Comencé a disfrutar del amigo silencio. Estaba ahí, el que estaba afuera, ahora estaba dentro. Era mi soledad habitada. Fueron unas 5 horas, de estar ahí disfrutando, agradeciendo. Todo era un bello regalo: el agua quieta como un espejo, reflejando los rayos del sol; una suave, pero muy suave briza. Me hice el regalo de avisar a Yayita, la señora que tenía que levantar para hacerle los pies a mi madre... le consulté si podía ir por su cuenta, lo que me respondió que si... Y lo vi como signo del viejo amigo, que arreglaba todo para encontrarnos a solas un rato más. Poquito a poquito, "sin ningún apuro" fuimos desarmando el campamento. Acondicionar lo de dormir, apagar el fuego, cargar la leña que sobro, almorzar una milanesa con pan, ir sacando los aparejos... es imposible trasmitir el sentimiento de plenitud...
Fui solo apurado a pescar y regresé con el amigo dentro. Seguro el ya estaba en mí, fue la voz que insistía a que fuera, a pesar que no tenía compañeros esta vez. Quizás fue él, quien pidió a los peces que no viniesen a comer el segundo día, para que los aparejos no se movieran. Quizás fue él que a cada uno de mis amigos le propuso una buena actividad para no venir. Sin duda que fue él, que al responder yo a su llamado, sin saber que él me esperaba, él se encargó de mis cosas y todo salió muy bien. Algo de esto, le conté a Augusto en un mensaje, despidiéndome. Y lo entendió muy pero muy bien, respondiéndome que el mes próximo se anota para unos mates en la pesca. El tiempo de regreso fue casi el doble, el cuenta kilometro de la camioneta marcaba 60 o 70, no había apuro. El camino era un disfruté, los pájaros, el sol, las nubes, el camino de tierra, la llegada a la ciudad y poder ir dejando las tarariras de regalo. La gente me parecía muy feliz. Hasta cuando María en casa me conto de un robo que recién haba sucedido, de una cartera de una señora, donde enseguida la policía intervino y detuvo a quien se había equivocado... hasta ese relato trágico, parecía contado con alegría. Mi cuerpo estaba cansado, el ruido de la ciudad era el mismo de ayer, los diálogos se fueron dando, pero "estaba habitado por el amigo", que siempre está, pero ahora estaba conectado con su presencia. La ducha con agua caliente, fue cantando, agradecido, por tanto, me sentía una persona privilegiada por haber tenido un día de descanso, reencontrándome con el viejo amigo.
Ya en el templo, a la noche, veo una persona rezando frente a la imagen del corazón de Jesús. La comunidad rezaba el Rosario. Luego veo que esta persona se sienta en el ultimo banco. Me acercó para saludarla, era alguien que no conocía, y eso lo intento hacer antes de cada misa, conoce con quienes vamos a celebrar... Estaba llorando... Pedí permiso para sentarme a su lado y comenzó a hablar... escuche, o más bien escuchamos con él amigo. Cada tanto cuando ella hacia silencio me salía decir que lo perdido, lo que nos falta, no es únicamente a nosotros... Dios nuca castiga, y hay veces que nos preguntamos ¿Por qué a mí?... La realidad es que también mis cosas les ocurren a otros, y hay casos peores. El encerrarnos en mi ego, es una de las cosas peores que nos puede pasar. La misa ya iba en la homilía, presidia Pablo nuestro obispo, no me dio para revestirme, pero me sume dejándola a solas... quizás se encontró con él. Agradecía recordar lo que habían hecho muchas veces conmigo: escucharme, desentrame de mis faltas, y después dejarme a solas. Por supuesto que no falto invitarla para la comunidad de los viernes, en el fondo de atrás de la catedral: comunidad de encuentro con Jesús en su Palabra y en la fraternidad de la cena compartida. Solo me dijo, que cada tanto venía a rezar a Dios, pero hoy sentía que Dios la había traído para escucharla. Siempre me pregunto si la gente que viene a la iglesia es escuchada... En estos días alguien dio testimonio de que fue a la iglesia por problemas con sus hijos, y le hicieron ver que tenía un problema mayor de estar viviendo en pareja sin casarse... Fue con un problema y salió con dos... por años busco en otras iglesias y espiritualidades, resolver el problema de relación con sus hijos... Algo lo hizo volver, por suerte fue escuchado y Don Roberto Cáceres solamente le dijo: hoy hay alegría en el cielo por tu regreso, ojala nunca olvides que los que estamos aquí es porque de algo queremos ser curado, y de algunas cosas simplemente podemos ser calmados, hay heridas, cosas hechas, maneras de ser, que son cruces que las tendremos que cargar toda esta vida, pero es muy distinto cargarla con él y en una comunidad donde cada uno carga con su cruz, pero andando en bandada. Luego participe del consejo parroquial, una noche disfrutando de dormir en una cama bajo techo calentito, con cena que María me dejó. Hoy un día después del mate quise compartir con ustedes el encuentro con el amigo, que me seguía acompañando, con el solo propósito de que se puedan encontrar con él. Quizás aparece, o lo vemos después de la noche, después del frio de la madrugada, después de hacer lo que hay que hacer, ahí en la quietud, en el silencio, como me ocurrió a mí en la pesca (como les ocurrió a las mujeres que se encontraron con Jesús resucitado). Esto lo quise escribir a la mañana, pero llego Eduardo con las milanesas, después del almuerzo una siestita, mandados, visitas...
Ahora recién puedo culminar este compartir... Ojalá haya podido hablarles a ustedes, de la Amistad, del reencuentro con él. Aunque el deseo para todos es que lo encuentren dentro... sabiendo que antes hay que encontrar quien nos escuche, sin crear dependencia, sin hacernos ver lo que nos falta, y que sepa dejarnos solo en el momento justo... Necesitamos tener un grupo, una comunidad de referencia. Doy gracias por la, las que tengo, también por los amigos y amigas por este medio... por eso comparto, para: que nuestros amigos, se hagan amigos entre sí, en él...
Nacho

2 comentarios:

  1. Carmen Lilian Silva García8 de julio de 2025, 23:23

    En éste momento, a las 23 pm, sola en casa, silencio, que interrumpe el titac de un reloj. Me puse a leer tu reflexión, tu relato, tus palabras tan ciertas y justas. Hermoso escrito, llena el alma, dolida, como si tuviera un agujero, que al mismo tiempo pesa. Llegan tus palabras en el momento ideal. Sólo puedo decirte, gracias 🫂, por ser, estar y existir. Gracias a Dios por todo, por conocerte y compartir contigo y otras bellas personas . Todos llevamos algo adentro que necesita ser escuchado. Un abrazo

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  2. La gracias de sentirse habitado.

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