En este proceso de aterrizaje, luego del peregrinaje del año pasado, me tomé unos días para hacer un retiro. Me fui a Salto, a casa de las Hermanas del Sagrado Corazón, lugar en el que me recibieron con gran cariño y desde donde Josefina me acompañó durante esos días. Fueron cuatro días privilegiados de encuentro con Dios. Desde mi verdad, con lo vivido, conectarme con mis deseos, mirar a ese Jesús al que sigo y quiero seguir, dejarme levantar y caminar.
En palabras claves, esto fue lo que viví en el retiro:
- Armonía: me sentí sanada y comencé a encajar las piezas, aunque no perfectas, pero que van "armándome"
- Recrear: nacer de nuevo, volver a crear, dejarme moldear, dejarme guiar
- Lo que Soy: me conecté con esa mujer que soy, con lo que había experimentado en el viaje y en el aterrizaje se me estaba escapando de las manos
- Darme: entregarme, conectarme con mis deseos y caminar hacia ellos en la medida que vaya pudiendo, concretar, dar pasos
Fue la confirmación de un Dios que me cuida, como me ha cuidado todo este tiempo. Fue tiempo para plantearme ya pasos concretos, para entrar en movimiento. Fue la certeza de que es viviendo el Evangelio cuando soy feliz: "Busquen primero su reino y justicia, y se les darán también todas esas cosas" (Mt 6,33)
Mucho eco hicieron en mí unas palabras de Pepe Bonifacino que hace poco alguien recordaba: "nadie nos puede prohibir a nosotros que vivamos el Evangelio".
Lo que sigue, en la entrada anterior, es un pequeño salmo con el que terminé el retiro. Otra manera de dar eco a lo vivido.
Male
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