jueves, 1 de diciembre de 2022

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO: Convertíos ... preparar el camino del señor... allanad sus senderos...


En estos días estamos completando con la comunidad la pintura de la parroquia.

 Antes de pintar... tuvimos que limpiar las paredes con una hidro lavadora y arreglar unos revoques para que la nueva pintura quedé bien.

 Convertíos ... preparar el camino del señor... allanad sus senderos...nos propone Juan Bautista en este segundo domingo de  Adviento. Mateo (3,1-12)

 Para que lo nuevo que está viniendo nos "pinte bonito":

 - ¿ Qué tengo que limpiar de mi vida? 

- ¿ Qué tengo que revocar?...

- ¿Que tengo que quitar y que tengo que agregar a mi vida?

 Jesús es el mejor pintor... pero nunca se impone.... es un servidor... Y no hace lo que nosotros no queremos hacer...

 La fe necesita un cambio de vida para dar sus frutos... nosotros los albañiles de nuestra persona... tenemos que hacer nuestra parte: limpiando y revocando, desprendiéndonos y asumiendo.... y Dios el pintor hace el resto a su manera, con sus colores a su tiempo.

Son muchas las personas que no son ni creyentes ni increyentes. Sencillamente se han instalado en una forma de vida en la que no puede aparecer la pregunta por el sentido último de la existencia. Más que de increencia deberíamos hablar en estos casos de una falta de condiciones indispensables para que la persona pueda adoptar una postura creyente o increyente.

 Son hombres y mujeres que carecen de una «infraestructura interior». Su estilo de vida les impide ponerse en contacto un poco profundo conseguirlos mismos. No se acercan nunca al fondo de su ser. No son capaces de escuchar las preguntas que surgen desde su interior.

 Sin embargo, para adoptar una postura responsable ante el misterio de la vida es indispensable llegar hasta el fondo de uno mismo, ser sincero y abrirse a la vida honestamente hasta el final.

 Tras la crisis religiosa de muchas personas, ¿no se encierra con frecuencia una crisis anterior? Si tantos parecen alejarse hoy de Dios, ¿no es porque antes se han alejado de sí mismos y se han instalado en un nivel de existencia donde ya Dios no puede ser escuchado?

 Cuando alguien se contenta con un bienestar hecho de cosas, y su corazón está atrapado solo por preocupaciones de orden material, ¿puede acaso plantearse lúcidamente la pregunta por Dios?

 Cuando una persona anda buscando siempre la satisfacción inmediata y el placer a cualquier precio, ¿puede abrirse con hondura al misterio último de la existencia?

 Cuando uno vive privado de interioridad, esforzándose por aparentar u ostentar una imagen determinada de sí mismo ante los demás, ¿puede pensar sinceramente en el sentido último de su vida?

 Cuando una persona vive volcada siempre hacia lo exterior, perdiéndose en las mil formas de evasión y divertimiento que ofrece esta sociedad, ¿puede encontrarse realmente consiguiendo lo mismo y preguntarse por su último destino?

 «Preparad el camino al Señor». Este grito de Juan Bautista no ha perdido actualidad. Seamos conscientes o no de ello, Dios está siempre viniendo a nosotros. Podemos de nuevo encontrarnos con él. La fe se puede despertar otra vez en nuestro corazón. Lo primero que necesitamos es encontrarnos con nosotros mismos con más hondura y sinceridad.

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