EL CABALLERO
DE MILAÑO
Y
EL MENDIGO DE LA LUZ
Había una
vez un caballero que se hacía llamar Milaño, porque quería y creía, que con su
poder podría vivir mil años.
Vivía en un
castillo muy bien protegido por altas murallas, un cruel ejército, y un lago que
rodeaba al castillo habitado por feroces cocodrilos.
Todo le iba bien al caballero Milaño y estaba
satisfecho de la vida; sólo le sabía mal que fuese tan corta. Siempre decía que
le gustaría vivir mil años.
Una noche de
invierno, fría y lluviosa, un pobre mendigo pidió albergue en el castillo. Todo
mendigo era recibido y se sumaba a la mano de obra esclava.
Pero este
mendigo tenía algo en especial, se lo informaron Milaño y este lo hizo pasar al
lujoso comedor, cuidado por fuertes soldados muy bien armados. Ofreciéndole
algo de comer, que fue aceptado y digerido lentamente. Ambos estaban sentados
junto al fuego de una hermosa estufa a leña. El caballero en su trono y el
mendigo en el suelo a sus pies como era la costumbre del reino.
El mendigo
era un hombre que había recorrido medio mundo y tenía mucha sabiduría. Al
caballero le gustaba la conversación. Hablaron de todo y de todos, y el
caballero acabó por decirle su preocupación profunda: “que encontraba la vida
demasiado corta y que le gustaría vivir mil años”.
Entonces, el
mendigo, tomo un leño, apuntándolo hacia el fuego diciendo:
- Vuestra vida
durará tanto como ese leño.
El caballero
se impresionó con las palabras del mendigo y
dio la orden a sus soldados de
retirar el leño de las manos del mendigo. Indicando que al leño lo pusieran
cuidadosamente en un lugar seco, envuelto en terciopelo, guardado en un baúl de
oro, custodiado por la mejor guardia militar.
Milaño,
creyendo que ya le había sacado toda la sabiduría al mendigo, y lo mando llevar
con los demás esclavos al servicio de su reino.
A los pocos
días murió el mendigo, dejando un recuerdo lindo en aquel castillo entre los
esclavos. Era un hombre, alegre, amable, comprensivo y servicial. Lo poco que
tenia y lo mucho que sabía lo compartía con humildad, sin esperar nada a cambio…
Pasaron los
años y el caballero continuaba su vida regalada. Confiado que llegaría a los
mil años, si conservaba bien guardado el leño. Pedía para sí la mejor comida,
las mejores ropas, los mejores lugares, tenía muchos esclavos a su servicio.
Sin dejar lo que él llamaba vida, de placeres y fiestas.
El caballero
Milaño, fue haciéndose viejo y las fuerzas le abandonaron hasta el punto de no
poderse moverse. Todos los suyos se fueron muriendo. Los esclavos se levantaron
en una justa revolución y se acabo el tiempo del reinado. Los muros del
castillo fueron abiertos, construyéndose puentes sobre el río uniéndolo a otros
pueblos.
El pobre
caballero, desengañado ya de la vida y sin poder entenderse con nadie, ni
valerse por sí mismo, deseaba morir.
Entonces una
noche, soñó con la visita aquel mendigo, recordaba su rostro feliz, aunque solo
poseía lo que necesitaba, una túnica, unas sandalias, un poncho de abrigo y una
gorra de lana. Recordaba incluso que le habían contado que este hombre pobre,
no había dudado de compartir su poncho con una mujer viuda, que pasaba frio con
sus tres hijos. Recordó uno a uno los cuentos sobre este hombre que al final
murió comido por los cocodrilos que cuidaban su castillo, intentando salvar a
otro anciano que los soldados habían lanzado al agua, como modo de diversión…
En el sueño,
de fondo de los recuerdos del mendigo, veía un fuego alimentado por leños, que
daban luz y calor. El mendigo gozaba de muy buena salud, con una sonrisa de
oreja a oreja. Hasta que en el mismo sueño se vio a sí mismo, con mil años, en
una cama de oro, envuelto en sabanas de terciopelo, pero solo, muy solo.
Entonces
despertó y recordó el leño que había guardado. Llamo a su sirviente fiel, el
único que le quedaba, y le dio 4 órdenes con la voz entre cortada de emoción:
1 - Que
tomara el leño que el había mandado guardar y lo llevara para alimentar el fuego de la estufa, de
alguna familia pobre de la ciudad.
2- Que le
hiciera llegar su pedido de perdón a cada uno de los que había tratado mal y
que escribieran una carta en su nombre, donde perdonaba de corazón a todo el
que le hubiese hecho algún mal.
3- Le revelo
al sirviente, donde tenía escondido sus tesoros, ordeno desenterrarlos y
repartirlos lo más justo posible entre los necesitados de la región, entre
buenos y malos.
4- Le dijo directamente
a su servidor: que ya no sería más su amo, pidiéndole lo considerado su
hermano, y deseándole que nunca más se arrodillara ante nadie, ni dejara que
nadie se arrodille ante él. Regalándole su anillo de rey, pidiéndole que lo derritiera
y con su oro comprara lo necesario para él y su familia.
Colorín
colorado, culmina el relato diciendo que justamente cuando el leño guardado por
mucho tiempo, cuando se quemo totalmente en el hogar de aquella familia pobre,
en ese mismo momento murió el caballero Milaño…
Aunque
algunos dice que VIVE en el recuerdo de mucha gente que almira, los cuatro
últimos gestos de solidaridad, de liberación, compartiendo con los más pobres sus tesoros
que estuvieron escondidos por años, recordando el pueblo su última mirada que
trasmitía paz. El caballero se despidió desnudo, ya nada poseía, y ya nada lo
poseía…
Otros dicen
que días después de la muerte de un ser querido, en sueño, han visto el rostro
del mendigo y del caballero, llenos de luz, recibiendo a todo el que llega
después de morir, en un bello castillo, sin muros, sin soldados, sin sirvientes,
sin cocodrilos, siendo recibidos con un fraterno y tierno abrazo a cada uno que
vamos llegando…
Nacho
(Tomado de la propuesta pastoral para niños de la diócesis de Canelones)
(Tomado de la propuesta pastoral para niños de la diócesis de Canelones)