- P. Nacho ¿Cómo fue la participación?
En total 3.177 participantes inscritos de 25 países. Una experiencia maravillosa, donde las delegaciones no compartían una con otras, ni la alegría estaba en eliminar al otro, sino totalmente a la inversa: la felicidad se vive en «tejerse unos con otros»: Con testimonios de laicos, religiosas y sacerdotes realmente misioneros en realidades muy duras.
- ¿Quiénes participaron de Uruguay?
Animados por el P. Leonardo Rodríguez, (Vicario Pastoral de Canelones) encargado nacional de las misiones, participamos unos 20, en su mayoría laicos, de las diócesis de Canelones, Montevideo, Salto, Maldonado, Florida y Melo. El cardenal Sturla por problemas de vuelo, no pudo participar.
- ¿Cuáles desafíos surgieron?
Primero vimos la realidad de nuestro continente. Además de todo lo bueno que está aconteciendo, los desafíos son: La crisis de la familia con todos sus problemas derivados, el desprecio y la violencia contra la vida y la dignidad humana; la vulneración de los derechos humanos, el dominio económico de unos pocos que genera desempleo y pobreza, el panorama de injusticia y de falta de solidaridad que deja tras de sí el ser humano en la época del secularismo, la necesidad de cuidar a la Hermana Madre Tierra; la preocupante situación de desigualdad y de violencia a que está sometida la mujer, las migraciones, la población indígena; los aspectos sombríos de la misma Iglesia, golpeada sobre todo por los escándalos de la pederastia, el descenso de las vocaciones sacerdotales; la modernidad débil y relativista así como la negatividad y la inmoralidad inherentes a dicha modernidad.
- ¿Cuáles fueron las principales conclusiones?
Como Iglesia de américa, tenemos que tener una conversión misionera. Pasar de ser una Iglesia con una pastoral de mantenimiento, conservadora, de espera, a una iglesia en salida, siendo levadura en medio del mundo, con opción por los más pobres y excluidos.
- ¿Cuáles serían los pasos?
- Educar en la alegría del Resucitado y de las Bienaventuranzas. Es preciso potenciar al máximo entre los servidores de la Palabra de Dios, el conocimiento y la profundización en el misterio central de la fe cristiana, que es el Misterio Pascual de la muerte y resurrección de Jesús y compartir sistemáticamente con nuestro Pueblo de Dios la preeminencia del mensaje de las Bienaventuranzas (IL 236-259), que constituyen la verdadera antología del Evangelio y que resumen la alegría de todo el mensaje cristiano y de los valores del Reino de Dios y su justicia, fomentando la opción preferencial por los pobres y la creación de espacios de atención a los que sufren y a los excluidos.
- ¿Cómo se concretiza?
Saliendo a las periferias del mundo para ir al encuentro de los «otros». Sacando ese muro de ellos y nosotros, porque para el cristiano todos somos hijos del mismo Dios y todos hermanos. Es preciso fomentar espacios de diálogo y de alegría en nuestras comunidades e ir a las periferias del dolor, de la marginación y de la pobreza. Crear medios, métodos e instrumentos para ir a los alejados de la fe y transmitirles la alegría del Evangelio con un corazón abierto a la universalidad, especialmente en medio del sufrimiento. Avivar el sentido Ad Gentes e ir con la alegría del Evangelio al encuentro de las culturas y de la cultura, de la diversidad cultural de nuestros pueblos y del crecimiento cultural de nuestras gentes, con una atención particular al mundo indígena, a los sectores de población de los inmigrantes, de todas las víctimas de la violencia y de la droga. Hacerse presente con los valores del Evangelio en los ambientes culturales y generadores de cultura, en las universidades e instituciones educativas, así como en los medios de comunicación y en las redes sociales de comunicación.
- ¿Desde dónde salir?
Desde una vivencia comunitaria, que fomente el conocimiento de la Biblia y de los Evangelios, promoviendo las comunidades a que sean misioneras. Se propone promover y apoyar al máximo las Comunidades de Vida Misionera, desde las Comunidades Eclesiales de Base como desde otras formas de vida comunitaria eclesial y de movimientos eclesiales, como forma concreta de vivir la dimensión misionera de la Iglesia, inmersa en el mundo y en las realidades humanas, sociales y políticas con el método de la Revisión de Vida, con sus tres pasos funda-mentales (Ver, Juzgar y Actuar), como instrumento de análisis y de transformación personal, eclesial y social desde la fuerza del Espíritu (IL 274).
Promoviendo la comunión de bienes en la Iglesia y con los pobres. Hay una desigualdad creciente en la sociedad, entre pocos que tienen mucho y muchos que no tienen lo mínimo. Y también es escandalosa y antievangélica la desigualdad dentro de nuestra propia iglesia.
Por eso hay que crear, fomentar y desarrollar la institución de Cáritas en todas las comunidades cristianas parroquiales y no parroquiales, con el fin de hacerse presente desde la práctica de la caridad y de todas las obras de misericordia de manera organizada y estructurada ante las necesidades materiales y sociales de nuestra población, especial-mente entre los más pobres y necesitados, tanto de cerca como de lejos (IL 275). De este modo se desarrolla la estructura fundamental de la Iglesia para gestionar la comunión de bienes en la Iglesia y con los más pobres y necesitados. Y concretamente se debe apoyar la propuesta emblemática de la institución de la Koinonía Eucarística con los Pobres, para compartir con ellos, con criterio evangélico y evangelizador y con el carácter universal de Ad Gentes, las aportaciones de cada Eucaristía.
-¿Y junto con lo económico?
Hay que promover la Reconciliación en todos los ámbitos de la vida. Sobre todo, se debe consolidar la opción por los pobres como vía de Reconciliación, y, no en último lugar, la re-conciliación ecológica en favor de la creación de Dios, cuidando con responsabilidad nuestra Casa Común, la «Hermana, Madre Tierra» (IL 280-289).
- ¿Qué nos falta?
Fomentar la conciencia de la misión profética y liberadora en todos los ámbitos sociales. Hay que despertar y alimentar la conciencia de la misionariedad de la Iglesia, cultivando la dinámica vocacional de la Iglesia y de sus miembros en el servicio al mundo entero. Asimismo hay que elaborar desde conferencias episcopales un proyecto misionero, que debe impregnar los planes pastorales y renovar nuestras estructuras de evangelización, haciéndonos caminar hacia la misión Ad Gentes, especialmente orientada a todos los ámbitos donde no se conoce a Cristo o no se viven los valores del Evangelio, particularmente las comunidades indígenas y los sectores de población dedicados a la gestión económica, empresarial, social y política de nuestras sociedades. Y hay que hacer también un esfuerzo intenso de conexión con la vida real de la gente, asumiendo y promoviendo la Lectura Creyente de la Realidad como metodología excelente del diálogo con el mundo y de la comunicación del Evangelio, haciéndose presentes en los diversos ambientes con los medios adecuados y saliendo a las periferias existenciales y geográficas del mundo para ir al encuentro de los alejados (IL 290-95). Asimismo se apoya la creación del Observatorio Eclesial Americano de los Derechos Humanos con el objetivo de realizar informes de carácter profético acerca de las situaciones de exclusión, marginación, opresión, injusticia, corrupción y extorsión de los derechos humanos, sociales, políticos y económicos en todos los países de América.
- Partiendo desde la familia
Es urgente consolidar el respeto a la dignidad de la persona en el marco familiar para que ningún miembro de la familia sea maltratado, particularmente las mujeres y los niños. Es también urgente educar en el respeto a la vida como un don de Dios desde el primer momento de la concepción hasta la muerte natural. Es apremiante asimismo educar a los jóvenes desde las familias y desde las parroquias en el sentido y en el valor cristiano de la sexualidad.
-¿Hay mucho Para cambiar como Iglesia?
Sí, hay que desarrollar una Iglesia misionera más ministerial y laical. Potenciar el desarrollo de una «Iglesia en salida» que vaya rompiendo los moldes de una Iglesia demasiado Clerical y abra caminos firmes y decididos hacia una Iglesia más Ministerial y con participación laical que pone su mirada en Cristo y en los hermanos necesitados, desorientados y en los no creyentes. Potenciar una Iglesia en la que los laicos asuman su gran responsabilidad testimonial y misionera orientada desde la alegría del Evangelio al servicio a los otros, a los que sufren y a los pobres.
En esta línea se apoya la propuesta también emblemática de la creación de un ministerio reconocido, laical y femenino, mediante el cual se reconoce a la mujer su extraordinario servicio a la evangelización como una realidad viva y se institucionaliza una participación estructurada en la misionariedad de la Iglesia de nuestro tiempo. Se había propuesto el nombre del «ginacolitado» puesto que el acolitado es un término eclesial vigente para un ministerio laical, pero eso queda como tema abierto a su estudio, análisis y profundización. Sin dejar de promover y cuidar las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa.
- ¿Algo más?
El mundo ha cambiado y sigue cambiado, el Espíritu de Dios sigue trabajando en la historia a través de personas de fe, profetas y personas con buena voluntad. Nos sigue faltando a los uruguayos «el polvo de américa», tenemos nuestra mirada en Europa.
Es muy enriquecedor y exigente, conocer experiencias comunitarias misioneras al servicio del bien humano.
Es posible otra humanidad, otra iglesia encarnada, servicial y profética. Todo lo de Dios comienza muy pequeño y amenazado por los poderes que jerarquizan y se sobrepone al pueblo.
Como dice Gandhi: el mal de este mundo no es por el grito de los malos, sino por la indiferencia y silencio de los que se creen buenos. Y como decía un expositor: tenemos que ser como las gallinas, primero poner el huevo y después cacarear, primero nuestra vida tiene que dar testimonio de lo que queremos profetizar en nombre de Dios, en bien de la liberación de los oprimidos. Y después no callar aunque nos cueste esta vida …
Nacho