viernes, 17 de agosto de 2018

Javier, testimonio sacerdotal.

Hoy, 3 de julio de 2018, celebro en la Santa Misa mis 52 años de ordenación sacerdotal, en Roma, por manos del Papa Pablo VI, que pronto será proclamado Santo.
Conmigo fueron ordenados otros 72 sacerdotes, todos para América Latina. Entre ellos el P. Pierluigi Murgioni, él y yo destinados a la Diócesis de Melo en Uruguay.
Encaminándose a Uruguay
Mons. Roberto Cáceres, en Italia para el Concilio Vaticano II, nos había contactado y ordenado diáconos en mi pueblo natal de Lumezzane el año anterior.
Ya estaba en el Seminario, cuando, en el segundo año de liceo, después de una crisis vocacional, decidí, sí, hacerme sacerdote, pero misionero.
Los últimos dos años de Seminario los pasé en Verona, en el Seminario para América Latina con Pierluigi. Los diáconos de aquel seminario pedimos al Papa que nos ordenara sacerdotes, los primeros después del Concilio Vaticano II. Y así fue.
Antes de partir para Uruguay, Pierluigi y yo pasamos un año en España, donde hice un curso de “promotor social”. Allí conocimos la dictadura del caudillo Francisco Franco. Esta experiencia española, en los años 1967-68, nos enriqueció mucho a nivel humano, social y pastoral.
En agosto de 1968 cruzamos en barco el océano Atlántico y llegamos a Uruguay.

Las orientaciones de Medellín
En aquellos días los Obispos de América La-tina estaban reunidos en Medellín, Colombia, con el Papa Pablo VI, para la II Conferencia General de Obispos latinoamericanos. Entre ellos, Mons. Roberto Cáceres. Con él llegamos juntos a Melo a mediados de agosto, hace 50 años.
Lo primero que el Obispo nos dio fue el Documento de Medellín, que era la aplicación del Concilio Vaticano II a la pastoral latinoamericana. Nos dijo: “Aténganse en su pastoral misionera en esta diócesis a las indicaciones pastorales de este documento”.

Viviendo y trabajando como vecinos
Tomándolo en serio, con ese espíritu, empezamos nuestra labor pastoral en la diócesis de Melo.
Yo opté por acompañar al Padre Carlos Fernández Ordóñez en la parroquia S. José Obre-ro y me fui a vivir en esa misma capilla. El P. Carlos vivía en la capilla Sagrada Familia. El P. Pierluigi se incorporó a la Catedral, viviendo en un barrio cerca de la capilla Santa Cruz. Al principio comíamos juntos en el colegio de las Hermanas de Cristo Rey que tenían un “internado de gurisas” del Consejo del Niño en la capilla San José
Como sugerían los lineamientos de Medellín, en los primeros tiempos ocupábamos la mañana trabajando. El P. Carlos en la curtiembre de Mederos, yo en la talabartería Tacuarembó y Pierluigi de taxista, hasta que la tarea pastoral fue pidiendo todo nuestro tiempo.
Con las nuevas generaciones
Empecé a acompañar un grupo Scout creado por el P. Miguel García en el colegio Dámaso A. Larrañaga. ¡Cuántos grupos se formaron en San José y en la Catedral! ¡Cuántos recuerdos! Las reuniones semanales, las salidas periódicas, los hermosos campamentos de verano en los bosques a la orilla de nuestros ríos…
Aplicando el Evangelio al método educativo del escultismo pude formar una gran cantidad de muchachos y muchachas en los valores humanos y cristianos que le dan auténtico sentido a la vida. Recuerdo en San José la “Alianza Juvenil” para los Jóvenes de los barrios y el Baby Fútbol. Toda esta actividad para las nuevas generaciones tenía una finalidad educativa humana y cristiana.

Las Comunidades Eclesiales de Base
Mirando con ojos de pastor la realidad y es-timulado por los recientes documentos ecle-siales, con las personas un poco más com-prometidas de la Comunidad, se vio la nece-sidad de darle prioridad pastoral a la “Nueva Evangelización” a partir de la formación de catequistas y de grupos de vecinos (empeza-mos con 4 en San José) que se reunían en los varios sectores de los barrios.
Así se empezaron a formar las pequeñas “Comunidades Eclesiales de Base” que paulatinamente se extendieron a toda la ciudad de Melo y progresivamente a toda la diócesis. Había empezado esta experiencia el Padre Hugo Perdomo en Río Branco. Tiempo después comencé a escribir las catequesis semanales que se publicaban en la revista diocesana “Comunión”, tesoneramente llevada adelante por el Obispo Roberto Cáceres. Estas catequesis ayudaban a los integrantes de las comunidades en sus reuniones semanales. Se seguía el método “VER-JUZGAR-ACTUAR” y se empezaba con un “Hecho de vida” que favorecía el comienzo del dialogo catequético. Por largos años el quincenario “Comunión” favoreció el camino formativo de las Comunidades.
En San José, entre pueblo y campaña se pusieron en camino sesenta y seis pequeñas comunidades. Ellas tenían su consejo pastoral comunitario en las capillas cercanas donde se reunían para la Misa dominical: San José, Sagrada Familia, Virgen Milagrosa, San Juan Bautista en barrio Feder y Virgen de los Treinta y Tres en Barrio Ruiz. En la campaña: en las tres capillas de Centurión; en Pueblo Nando la capilla San Francisco Javier y en Chacras de Melo, San Andrés.

La Misión Popular y la Pastoral de Conjunto
Para 1978 se ofreció a la diócesis el pro-yecto de la “MISIÓN POPULAR” que ayuda-ba a las parroquias al inicio del año pastoral a consolidar o a crear nuevas Comunidades. Todo esto, por impulso de Mons. Roberto Cáceres, paulatinamente se extendió a toda la diócesis.
En toda esa labor tuve la dicha de vivir junto a otros hermanos sacerdotes: en San José con los Padres Carlos, Claudio, Renato, Franco y en la Catedral con Asdrúbal, Miguel, César, Ángelo y Thomas. Había que adaptarse a los diferentes caracteres… pero fue una buena oportunidad para ir madurando, no una pastoral individual sino una “Pastoral de Conjunto” y esto, aunque con dificultades, me ayudó muchísimo.

La promoción humana
La promoción humana fue otra de las opciones que caracterizaron la pastoral de aquellos tiempos. Con el curso de “Promotor Social” que hice en Madrid en el año lectivo 1967-68, me había preparado para desarrollar esta misión en las periferias pobres de Melo. En el Barrio Feder, con la construcción de la capilla San Juan Bautista, como en la capilla San José, se promovieron talleres de formación femenina, policlínicas y más adelante en el tiempo con la construcción de la capilla San Juan Evangelista en Cañas (parroquia Catedral) se ofrecieron los mismos servicios ayudados por la gratuita disponibilidad de formadores y médicos voluntarios.
También se crearon Comisiones de promoción de Barrios con proyectos de arreglo de calles y arrime de agua potable en los barrios más alejados. En el barrio del Hipódromo se creó y se pudo llevar a cabo, entre los vecinos más pobres, una cooperativa de seis viviendas con la misma cooperación de los interesados ¡Cuántos proyectos, cuántos sueños!

Anunciar, vivir y hacer vivir en Comunidad el Evangelio crea reacciones
La presencia de la Iglesia entre los más pobres, su concientización, que los llevaba a la decidida denuncia de las graves injusticias que favorecen marginación y pobreza, creó reacciones en algunos sectores sociales y políticos. Se hicieron injustas y, muchas veces, gratuitas denuncias que, en un clima de fuerte tensión social y política, favoreció la intervención del poder militar latente y que después llegó a ser, desde el 27 de junio de 1973, una dictadura.
En mayo de 1972 sacerdotes y laicos comprometidos fuimos detenidos y torturados en los cuarteles.
Esta prueba, que fue dura, me maduró como hombre, como cristiano y como sacerdote. No conservo rencores por lo que me pasó y le doy gracias a Dios porque de esa prueba salí espiritualmente enriquecido. Desde Italia me propusieron volver a mi tierra natal, pero yo decidí quedarme con mi labor misionera en Melo. Mi conciencia no me reprochaba na-da de lo que me habían acusado. Y yo bien sabía que predicar y testimoniar el Evangelio incluía resistencias y persecuciones. ¡Lo había dicho Jesús!
¡Fueron duros los primeros tiempos después de esa triste experiencia! Pero, después, fue todo un despertar y crecer como Iglesia metida en el pueblo, Iglesia que pide JUSTICIA y ofrece PAZ como proponía el Documento de Medellín.
¡Cómo asimiló, cómo vivió y cómo vive el espíritu del Concilio y de Medellín el Papa Francisco! El Papa Latinoamericano, que en su Argentina tuvo que sufrir el duro período de la dictadura y cómo propone hoy ese espíritu, no sin resistencias entre los mismos cristianos, a la Iglesia universal y al mundo entero de nuestros tiempos.

Párroco de la Catedral de Melo
A partir del año 1974 tuvieron fuerte impulso y difusión las Comunidades Eclesiales de Base en nuestro medio. Desde el año 1980 fui nombrado párroco de la Catedral de Melo y estuve hasta fines de agosto de 1988. Entonces la parroquia abarcaba una vasta área. Se aplicó también en esta parroquia la experiencia pastoral vivida en San José. Fueron más de 60 las pequeñas Comunidades que en ella surgieron.
Además de los sacerdotes que sucesivamente me acompañaron, me ayudaron las hermanas Doroteas, que en aquel tiempo vinieron a ubicarse en el “Centro de Promoción Social” donde después, al frente, se hizo la capilla del Buen Pastor y la casa de las mismas hermanas.
Colaboraban con la parroquia también las hermanas Carmelitas de la capilla Santa Cruz, así como las hermanas de María Auxi-liadora y las hermanas que estaban en el hospital. Se atendían las capillas San Pablo en el barrio del Hipódromo, Santa Teresita, San Antonio del Bosque, Arbolito, Bañados de Medina, Santa Catalina en Granja Palleiro, San Francisco en Guazunambí, Santa Teresa en La Micaela, San Pedro en La Pedrera, San Juan Evangelista en Cañas. La última capilla que se hizo fue Madre del Salvador en Villa Betania después de la venida del Papa Juan Pablo II a Melo.
¿Para qué tantas capillas?
Porque la gente, gracias a las numerosas pequeñas comunidades, concurría y participaba activamente. A excepción de San Antonio del Bosque, las demás capillas se pagaron con beneficios, con venta de tortas fritas, carreras de caballos.
Cuántos recuerdos conservo en mi corazón, mientras me pongo a mirar y rezar sobre los años vividos y sobre la muchísima gente con la cual me relacioné en los veinte años de mi estadía en Cerro Largo.

La visita de san Juan Pablo II
Al fin, el 8 de mayo de 1988, hace 30 años, la venida del Papa Juan Pablo II, ahora santo, en aquella que fue por ocho años mi parroquia de la Catedral de Melo. El Papa fue recibido por el pueblo en la explanada de la Concordia entre la Catedral y el Centro de Promoción Social y nos dejó su mensaje al mundo del trabajo.
Para recordar ese gran evento propuse y concreté el proyecto de dejar, en la cumbre del Cerro Largo, aquella Cruz y aquel altar que conserva la memoria de la venida del Papa a Melo.
A menudo, de rodillas, me pongo espiritualmente a los pies de aquella Cruz rezando por la Diócesis que con amor de Pastor serví durante veinte años y que tanto sigo queriendo.
P. Saverio (Javier) Mori

2 comentarios:

  1. Gracias a Javier, mi Fé está cimentada en roca... es IMPRESIONANTE su espíritu misionero, sus ganas, sus enseñanzas... Me marcó a fuego de por vida...

    ResponderEliminar
  2. Una vida de Servicio!! Gracias Padre

    ResponderEliminar