domingo, 4 de agosto de 2019

MATEANDO CON EL P. OTAVIO - Revista Comunión - Agosto 2019

El P. Octavio Todeschini es un sacerdote de la Diócesis de Verona, Italia, que vino a Uruguay, a la Diócesis de Salto, igual que a Melo vinieron sacerdotes de Brescia. Fue párroco en Guichón (departamento de Paysandú). Estuvo como formador en el Seminario en los años finales de Mons. Heriberto como seminarista y ya como rector recibió en el Seminario al P. Nacho. En mayo de este año vino de visita a Uruguay junto con otros tres compañeros de misión en la Diócesis de Salto. Fue un tiempo de reencuentros y mateadas… y esto es lo que nos cuenta Nacho.

A veces elegimos cambiar de camino; en otras oportunidades elegimos salirnos del camino... todo tiene sus consecuencias y hay que hacerse cargo de las decisiones. Pero hay algo realmente «DURO» que es cuando otros NOS SACAN DEL CAMINO que en ese momento queremos recorrer... En todos los ámbitos de la vida es muy doloroso cuando otros deciden sobre nuestro proyecto de vida...
Hace 29 años estando en el seminario en el tercer año, cursando la filosofía, ME EXPULSARON... Fue por causa de una norma que no quise cumplir, y me advirtieron que si lo hacía me expulsaban. Nunca pensé que eso se fuera a concretar, hasta que el rector del seminario me lo informó. ¡¡¡Qué dolor, enojo, y desconcierto!!!

Hace 29 años que no nos veíamos con Octavio, aquel rector del seminario, con el cual éramos muy amigos… El mismo después me invitó a regresar. Regresé y a fin del 90 me retiré del seminario, consciente que me podrían expulsar de nuevo… ja ja ja. Pasé un año afuera, (En San Jacinto) y regresamos de otra manera... Cambié yo, y había cambiado el rector.
En estos días nos volvimos a encontrar en Salto. La verdad que el abrazo con que me recibió el amigo Octavio, en este reencuentro después de 29 años, dijo lo que las palabras no pueden expresar en su totalidad.
Desde Italia cuando fui ordenado sacerdote, las hermanas Misioneras Franciscanas Del Verbo Encarnado me entregaron un cáliz hecho de madera de Asís, enviado por este amigo. Fue un signo, un gesto de su parte, pero faltaba el reencuentro cara a cara, que ahora se dio, al tiempo del Espíritu, que no es el nuestro.

EL AMOR NO SIEMPRE ES COMPRENDIDO EN EL MOMENTO...
El amor permanece y el tiempo lo hace florecer.
En el reencuentro nos regalamos una tarde para caminar juntos y tomar unos mates. Recordar, reír, celebrar el camino y el presente.

Me quedé una frase que me dijo el amigo, que creo nos puede servir a todos: -«Yo nunca dudé de tu vocación, pero en aquel momento tomé aquella decisión porque pensé que te iba a ayudar a madurar tu modo de discernir el seguimiento de Jesús con otros».

Hoy pienso ¡QUÉ DIFÍCIL ES SER EDUCADOR, qué difícil es ser padre! a veces tenemos diferentes miradas hacia quienes queremos, y nos corresponde educar, y tenemos que tomar decisiones DOLOROSAS, que el otro no entiende y con las que no está de acuerdo. En su momento el educador no será comprendido.

El amor no es buscar la comprensión, el amor es buscar el bien del otro.
Cuántas veces el educador se equivoca NO DECIDIENDO, por miedo a ser incomprendido, a no ser amado y buscando ser querido y no ayuda al otro.
Amar es desear y decidir por el bien del otro, por el bien común... aunque en el presente no nos comprenda.

Fue profundamente hermoso celebrar juntos la eucaristía... Y estos relatos fueron parte de la mateada de la tarde, que creo nos ayuda a ver más allá de nuestro mundito:
- ¿Qué te ha traído Otavio de nuevo por Uruguay?
       - Hemos vuelto con mis compañeros a AGRADECER, (decía Octavio) la acogida de la iglesia uruguaya. Vinimos como misioneros a dar una mano, y realmente todos sentimos que nuestra vida se transformó, nuestra práctica pastoral se enriqueció. Especialmente por la fraternidad de los obispos, compañeros sacerdotes y las distintas comunidades con las cuales compartimos el encuentro con Jesús.
¡¡¡Cuántas, reuniones, celebraciones, mates y comidas compartidas, buscando juntos escuchar la realidad, el Espíritu y discernir juntos las opciones pastorales!!!
Quizás esa vivencia de unidad en la diversidad, cada uno aportando lo que Dios le dio, sea el signo de comunión más fructífero y evangélico que se puede vivir como cuerpo de Cristo. La gente veía cómo nos amábamos, compartíamos los bienes y el camino, buscando atender las necesidades unos de otros y de la sociedad.

- ¿Qué diferencia vivieron con la iglesia italiana?
    - Lo primero que nos sorprendió al llegar a Uruguay, fue el LAICISMO, la separación del Estado. Esto cuesta entenderlo cuando se llega, pero con el tiempo se empieza a descubrir que es EVANGÉLICO. La iglesia separada de los poderes terrenales es más libre. Otra diferencia es que no participan multitudes en la Misa; pero en las comunidades se encuentran grupos de personas con «la camiseta puesta», que ofrecen su tiempo y sus dones con gratuidad. Incluso hay que pensar distinto la economía de la parroquia, con solidaridad y beneficios.
La gente en general siente suya la comunidad, la parroquia. Todo es «más pequeño», con un sabor a ser levadura en la masa. Sacerdotalmente acá se vive un estilo de vida más parecido al común de la gente, incluso los obispos no viven como príncipes, y son cercanos a las comunidades.

- ¿Qué queda de ese modo de ser iglesia?
       - Si los que venimos de «afuera» de otra cultura, otra iglesia, nos ENCARNAMOS, la gente nos hace uno de ellos. Y con el tiempo en ese caminar juntos, se acompañan procesos personales, familiares, comunitarios con muchas alegrías y algunos dolores… Como decía al comienzo, también nosotros hace-mos un camino de conversión al Evangelio. Especialmente la gente sencilla te enseña a vivirlo.
- ¿Vale la pena?
    - Siempre hay como dos posibilidades, mirar el partido «desde afuera» o «entrar a la cancha». Nuestro Dios es un Dios encarnado, y para encontrarse con Jesús y seguirlo hay que encontrarse con el pueblo. Realmente es humanizante.

- De la parroquia de Guichón, con sus pueblos de campaña, pasaste al Seminario, en Montevideo.
    - Los obispos me pidieron ese servicio, primero como formador y después como rector. Es muy difícil, porque es un Seminario Interdiocesano. En general los jóvenes que son enviados son buenos. Pero cuando aparecen las carencias de relación humana, de pastoral, carencias afectivas, no todos pueden o quieren hacer un proceso de maduración. Y ahí uno tiene que tomar decisiones, que a veces otros no comparten. La necesidad de sacerdotes enceguece un poco a los obispos.

 - Hoy han surgido muchos problemas en la vida de la Iglesia. En aquellos años, como se dice acá «no teníamos el diario del lunes». Al igual que en la familia, en la sociedad, también en la iglesia ... se  hablaba POCO de algunos problemas que hoy son más visibles. Todo se vivía y se resolvía de manera más personal. 
      - Por eso es fundamental una profunda vida espiritual y un discernimiento con otros. Sin poner en primer lugar la necesidad de las estructuras, y tomar a cada persona como persona. Con el equipo de formadores trabajabamos juntos. Solamente tuvimos una mala experiencia con un sacerdote, por un mal entendido, que hasta ahora me duele. Él se terminó yendo del seminario...
Con los muchachos nos quedó  una relación profunda humana y de fe. Incluso con algunos que no llegaron a ordenarse o se ordenaron y hoy están viviendo otra vocación. También con algunos de los que les pedimos que se fueran para que maduraran, ja ja como a vos.
- ¿Qué se percibe al regresar a Uruguay?
       - Materialmente se ven mejoras. Quizás las relaciones humanas están más fragmentadas. Los que trabajan o estudian están con MENOS TIEMPO para encontrarse. Se elige complacer más los deseos personales.
Cuentan que es más difícil crear grupos bíblicos, grupos de jóvenes, comunidades de base. Algo muy bueno es que el Estado se ha encargado de servicios que antes los prestábamos nosotros en la parroquia: merenderos, comedores...
Veíamos juntos que, en lo espiritual, hace unos años proponíamos la formación bíblica, la vida en pequeñas comunidades. Era una propuesta del concilio Vaticano II. Hoy vemos que hay un supermercado de ofertas espirituales. según nuestro parecer, unas cuantas son afirmadas en algo exterior o poco sólidas y muy sentimentales. Es eso que ocurre en todo el mundo: una «vida líquida», sin proyectos de vida a largo plazo, ni pensar y solidarizarse con los más pobres.
¿Y cómo está Europa?
    - Lo laboral es algo muy influyente. Crece el desempleo, especialmente en los jóvenes: el 40 % está sin trabajo.
Y quien tiene un trabajo hoy, no sabe si lo tendrá el año próximo, ya que los despidos, se dan a cualquier edad y por distintas razones. Quedar sin trabajo a los 40 o 50 años es muy duro.
Esa inestabilidad laboral, esa inseguridad, influye mucho en las relaciones familiares y también en la vida política. Se ha idealizado mucho el estudio, tal es así que el joven hasta 25 o 30 años en que termina su carrera universitaria nunca trabajó, siempre fue mantenido por sus padres o abuelos. Esto los hace inmaduros y sin experiencia laboral para conseguir trabajo. Y a esa edad que se reciben, con esa adolescencia alargada y mantenida, no quieren ir a trabajar en algo ma-nual, donde hay que ensuciarse un poco. A estos jóvenes los hemos educado nosotros los adultos… Los jóvenes la están pasando muy mal.
- ¿Cómo influye esa inestabilidad laboral? 
        - En lo familiar el tema laboral, no ayuda a compromisos de matrimonio y menos tener hijos. Y hay un crecimiento de la violencia entre la pareja. Violencia que muchas veces lleva a la muerte en todas las clases sociales.
Hay como una ideología de fondo COMPETITIVA: cuál es el más bello, cuál sabe más, cuál gana más, cuál viaja más… También los suicidios crecen en número, por temas económicos, emocionales o falta de sentido para vivir. Cuesta superar las pérdidas y cuesta apostar a logros a largo plazo. Todo se quiere ya!!!
Esto nos hace ver que el MATERIALISMO no humaniza. Y que una sociedad que mejora económicamente, sin un sentir solidario, sin una espiritualidad centrada en el amor, no logra la felicidad verdadera, ni la realización de sus integrantes.
En lo pastoral es muy difícil un encuentro comunitario, de formación o reflexión. De lunes a viernes la gente tiene sus horarios llenos por trabajo, estudio o actividades deportivas o sociales, tanto para adultos como para niños, que hoy son como obligatorios para sentirse persona en la sociedad de hoy. Estamos viendo como posibilidad de encontrarnos los domingos después de misa a la noche. Es único lugarcito que nos va quedando...
- ¿Es difícil la situación?
     - También hay profundos signos de esperanza. Hay una conciencia mayor a favor de lo ecológico, a favor de la paz de los pueblos.
     Los jóvenes son CIUDADANOS DEL MUNDO, y tienen vínculos en toda Europa y más allá. Frente a los nacionalismos económicos y culturales, que levantan muros, e incluso hacen la guerra, los jóvenes que han viajado, tienen una mente y un corazón más abierto a otros pueblos, otras culturas, a los diferentes.
 Por supuesto que muchos jóvenes caen en grupos políticos y religiosos CERRADOS, sectas, que les presentan un mundo «apocalíptico» y les ofrecen un espacio «aislándolos» de la cotidianeidad de la vida, enfrentándola a ella.
Las adiciones son sin duda un problema, que comienza por el alcohol, que en fiestas familiares y de amigos se ha hecho como la «moda» y después se pasa a consumir drogas más pesadas. Siempre con esa ideología de fondo «tú tienes que ser feliz y los otros no te interesan».
- ¿Y parroquialmente?
     - El papa Francisco nos ha recordado el concilio Vaticano II, que en muchos lugares había quedado de lado, centrándose mucho en la figura del cura y la liturgia.
          Nos recuerda que «somos todos Pueblo de Dios». Y que la iglesia es iglesia de Jesús si es «pobre para los pobres», desprendida de realezas y poderes terrenales.
En nuestra diócesis nuestro obispo nos tiene prohibido decir «mi parroquia». Los sacerdotes estamos agrupados por zonas pastorales; por ejemplo, un grupo de cinco sacerdotes acompañamos el camino parroquial de siete parroquias. Las comunidades asumen un mayor protagonismo con ministerios laicales. Nosotros somos más itinerantes, menos poderosos, más desinstalados, «más servidores, en sí más sacerdotes al estilo de Jesús».
- ¿Hay vocaciones?
     - Si entendemos lo vocacional en su profundo sentido, podemos decir que sí. Los laicos van descubriendo su vocación de servicio en la iglesia y el mundo. Lo asumen vocacionalmente, no como empleados del cura.
En cuanto a sacerdotes venimos teniendo menos vocaciones. Y hubo un tiempo donde el ministerio se centró en la liturgia, y donde muchos sacerdotes jóvenes estaban muy preocupados por el «ascenso» a través del estu-dio, que le significara una mejora económica y ser designados a lugares más céntricos.
El papa Francisco es consciente de esto, y las consecuencias que esto tiene… Insiste mucho en salir de las sacristías, juntarnos con el rebaño, estar dispuesto a ir a las Galileas geográficas y existenciales.
Hay muchos sacerdotes emigrantes de África, América y antigua Rusia, que son bienvenidos en Europa por la falta de sacerdotes al estilo de antes: «un cura o más por parroquia» o al servicio de los movimientos. Pero NO siempre han sido buenas estas experiencias. Cuesta inculturarse, cuesta trabajar juntos, y la mejor economía de Europa los tienta a «negociar» sus servicios, muchas veces queriendo tener lo que no tuvieron y ayudar a su familia que es pobre, mandando dinero a su lugar de origen.
   - ¿Qué les dirías a quienes están leyendo tu relato?
         -Que hay que tener ESPERANZA  la misma historia nos muestra que por ejemplo Europa se reconstruyó después de la guerra y por lo tanto NOS VAMOS A RECONSTRUIR, como sociedad después de esta fragmentación de la ideología capitalista, materialista, economicista, individualista.
       El Espíritu Santo está actuando en el mundo, por medio de mucha gente y organizaciones de buena voluntad. Y creo que los jóvenes que se han criado con muchas cosas materiales y tienen carencias de diálogos familiares, de mesas y sobremesas compartidas, andan bus-cando otra cosa en las barras de amigos.
Tengo esperanza en las generaciones que lo están pasando mal, porque muchas veces des-de ahí, desde nuestras experiencias de pobre-zas aprendemos y construimos algo mejor.
Les digo lo que practico, no pongamos nuestra esperanza en algo exterior o en alguien de car-ne y hueso. BUSQUEMOS LA FUENTE, y ella saciará nuestras necesidades profundas, y nos enviará al encuentro con los demás para tejer relaciones más humanas, que, si son realmente humanas, son cristianas, aunque no lleven ese nombre... No tengan miedo, siempre existieron cambios en la historia de la humanidad.
Quizás los más duros son los cambios brutales de la guerra o epidemias que existían. Pero ahora estamos en un tiempo más incierto porque estamos en un CAMBIO DE ÉPOCA. Y todos los cambios son más rápidos y más globales. En tiempos de pocas certezas, donde se nos caen muchas cosas, hay que ahondar en el AMOR, que es lo que permanece y nos une a toda la humanidad en sus diferentes culturas y generaciones. El Amor es lo central de la vida y predicación de Jesús.
Ese amor que es crecer junto a otros, que es darse sin esperar, que es opción preferencial por los más débiles, como en cualquier buena familia, en todas las culturas. Una madre o un padre que piensa en sí mismo en primer lugar, no es buena madre, ni buen padre, ni buena esposa, ni buen esposo…
Un cristiano que piensa en sí mismo en primer lugar y todo lo hace según su conveniencia, no es cristiano.
No se puede ser cristiano olvidándose o excluyendo a los más debilitados, a los dife-rentes, a los que se han equivocado. Bien nos recuerda eso Jesús en Mateo 25:
«Lo que hacemos por un pobre, por un emigrante, por un preso, por un enfermo, lo hacemos por Jesús».
Como propone y lo está haciendo nuestro  papa Francisco, hay que volver a la fuente, a los evangelios. Hay que poner en práctica el Concilio Vaticano II. Incluso creo que dentro de poco seremos convocados a otro conci-lio. El mundo ha cambiado mucho y seguirá cambiando.Y si bien el Concilio Vaticano II nos aporta propuestas muy aplicables hoy, hay otras realidades que no eran muy visibles en ese tiempo, o eran distintas y debemos discernir la voz del Espíritu para responder evangelicamente.
En nuestro modo de organizarnos como Iglesia y en cuanto a nuestra misión de servidores y transformadores de toda la sociedad, tengo esperanza.

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