martes, 24 de marzo de 2020

LIBERARNOS DE NUESTRAS ESTACAS


Había una vez… dos ladrones.
Uno que era fácil de identificar y señalar. Tenía tatuajes visibles en su cuerpo y usaba una gorra con la visera hacia atrás.  Era joven.
El otro que era él manda más. Pasaba oculto en la sociedad. No tenía tatuajes, no usaba gorra... Era reconocido como Señor caritativo en el pueblo. Su esposa, estaba en la comisiones del pueblo y participaba activamente de las oraciones en el templo.
Los dos ladrones se habían adueñado de los mejores caballos de la región. A los cuales habían domado y puesto a su disposición a cambio de buena comida y un galpón. Y un día iban montados, en dichos caballos, a galope tendido, a realizar una de sus tantas fechorías. Cuando de repente comenzó a soplar un fuerte viento. Que anunciaba una fuerte tormenta de verano.
El ladrón mayor, fue poseído por el miedo. Entonces dijo
- Detengámonos armemos la carpa y esperemos que la tormenta pase.
El joven que en su vestir y relacionarse con sus amigos, aparentaba ser muy libre, en esta relación era un empleado ante su patrón. Aunque él quería seguir la marcha, obedeció sin chistar. Ató los caballos a unas estacas, e inmediatamente se puso a armar la carpa.
Los ladrones cansados de sus andanzas, se durmieron dentro de la carpa. A la madrugada se vino una fuerte lluvia y el viento se puso del sur más fuerte aún. La carpa se empezó a mover y parecía que iba a ser arrastrada por el viento. Entonces lleno de miedo el patrón dijo a su esclavo: - Ve toma las estacas donde ataste los caballos y asegura nuestra carpa.

El joven quedó sorprendido. Estaban en un lugar desértico. Sabía que la tormenta pasaría. Pero si desataba los caballos, al quedar libres se escaparían y ellos morirían de hambre al estar lejos de la ciudad. Entonces por primera vez se animó a decirle a su patrón lo que él pensaba. Que no estaba de acuerdo, con sacar las estacas donde estaban amarrados los caballos.

- Ve te dije, los caballos son míos y no se irán.
Respondió a gritos el hombre mayor, muy enojado por ser cuestionado. Lo golpeó, con la fusta al joven, ordenándose que obedeciera la orden de pico cerrado.
El joven lleno de miedo, por lo que podría ocurrir, pero con más miedo a su patrón obedeció. Y al rato, después de poner las estacas asegurando la carpa, mojado por la lluvia, tiritando de frío entro y se acostó. Ambos ladrones se durmieron.
Todo pasa... Pasó, el viento, pasó la lluvia, pasó la noche y amaneció.Y el joven fue despertado con la primera orden del día, dada por su patrón:
- levántate, ensilla los caballos, desarma la carpa y continuemos nuestro camino a realizar nuestro trabajo.  
El joven se levantó inmediatamente y al sacar la cabeza de la carpa su mirada se encontró con algo realmente inesperado.
Los caballos… con las riendas sueltas en el suelo, pastaban muy tranquilos. No se habían movido del lugar. Entonces a  partir de ese día, para el joven, su obediencia, su adoración a su patrón se multiplicó. Su jefe en la situación más difícil había tenido razón. Sus caballos no se habían ido.
Colorín colorado, termina el relato contando que hasta los hombres más duros por momentos tienen algún gesto de ternura. Entonces ocurrió que por primera vez el patrón quiso darle razones de su actuar a su esclavo. Entonces le dijo
- Bien conozco mis caballos, bien domados los tengo, sabía que ellos no se irían, porque pensarían que estaban atados a mis estacas ja ja ja ja ja
Así dice la palabra de Dios:
- “que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz”. Por eso acumulan riquezas, y poder sobre otros, que los adoran como señores.
Pero todo tiene su tiempo… Era realmente un día hermoso de sol. Una suave briza acariciaba el rostro de los jinetes. El joven empezó a percibir las maravillas de la creación. Parecía como que Dios le quería decir algo en esas maravillas que le regalaba sin merecer nada. Él sabía que era un ladrón.

Más adelante, ve que su patrón detiene su caballo frente a un matorral. Sin decir una palabra, nunca daba razones de su actuar, solamente daba órdenes, (con la excepción del relato de hace un rato, de los caballos que quedaron atados sin estacas...). 
Ahora no dijo nada, se bajó y salió corriendo hacia el matorral. Entonces el joven detuvo su marcha. Su costumbre era caminar al ritmo de su patrón. Y ocurrió algo que algunos podrán llamar “un gran milagro de Dios”.
Un pequeño pájaro se posó en el recado de su patrón. Llamó la atención del joven moviendo sus alas, regalándole una y otra vez sus cantos.
El joven miró con atención. Y vio que el pájaro emprendió vuelo hasta dejar de ser visto en el horizonte. Algo había ocurrido internamente en el joven... que esperaba para seguir a su patrón...
Percibió nuevamente los rayos de luz, disfruto de la suave briza con los ojos cerrados. Respiro profundamente una y otra vez.
Entonces algo lo inspiró a llevar su mirada a las pertenencias que llevaba en su mochila. Sabía que dentro estaba la foto de su papá, a quien habían matado cuando él era pequeño en una pelea por dinero…
Muerte que él presenció y juro, al cielo, (sin escuchar a Dios),  que se iba a desquitar, matando al matador de su padre y haciendo dinero para que a su madre nada le faltara.
Madre, que solo ella sabe lo que ha sufrido por su hijo. Aunque por ser una mujer de fe, siempre ha tenido esperanza, alimentada por la oración…. Como ninguno la ha tenido en su familia, ni en el pueblo ni en la iglesia. Esperanza en que su hijo, algún día cambie de camino.
Y al joven se le viene el rostro de su padre, que lo encontró en el resplandor del sol, y la voz tierna de su madre que la escuchaba en la caricia de la suave briza… y parece que el mismo pájaro que había volado, ahora estaba posado sobre una bolsa que colgaba de su caballo.
El miró y vio, lo que no se veía a simple vista. En esa bolsa estaban las estacas que servían para atar los caballos. Y algo lo movió desde dentro. Sin pensarlo demasiado, abrió la bolsa, tomó las estacas, las miro con mucha rabia, por tantos años en que se sintió atado a su patrón. Y con fuerza las tiro al matorral.
En ese mismo instante su caballo se puso en movimiento, el otro lo siguió. El tomó las riendas, lo puso en la dirección contraria a donde iba y los tres cabalgaron por primera vez en libertad…. Hacia aquel lugar nuevo que el pajarito le había indicado…
Después de un buen tiempo de andar por nuevos caminos, como todo hombre libre, desea la libertad de los demás.
Descensillo  ambos caballos, les quito las riendas, el bozal, y les dio una palmada para que volvieran a ser libres.... y liberando logro la libertad plena... eligiendo andar, sostenido en sus propios pieces...

Nacho 

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