¿QUÉ HEMOS PERDIDO?
Muchas veces nos sentimos mal cuando fallece un ser querido….
Generalmente decimos que nos duele la pérdida. Y a veces ese dolor permanece por años, no permitiéndonos
vivir el presente.
Hace un tiempo en Montevideo había un servicio de patinetas.
Ellas estaban desparramadas por su dueño en distintos puntos de la ciudad.
Quien quería utilizarlas, las tomaba y las dejaba donde terminaba su recorrido.
El dueño, la empresa, hacia el control computarizado y te lo descontaba de la tarjeta
de crédito.
Ocurrió que fui a Montevideo sin conocer el
servicio de patinetas. Necesitaba trasladarme y hacer mandados en el centro. Como era costumbre
utilizaría el servicio de taxi y de ómnibus.
Y un amigo me indico que había este nuevo servicio de patinetas. El cual
me saldría mucho más barato e incluso me permitiría vivir una aventura juvenil.
Confiado en el amigo, tome la patineta y realice varios mandados en la misma.
Cuando llegaba a un lugar la dejaba a disposición de otros, pero por un largo
tiempo del día coincidió que me serví de la misma.
Esta patineta, no era ni la mejor pintada, ni la más veloz, habían
otras en mejores condiciones. Pero me encariñe con ella. Incluso en algún momento
en una esquina dejaron una bastante más nueva, y yo elegí la que ya conocía.
Hasta que ocurrió algo inesperado. A la tardecita, entre a una librería, y me entretuve bastante. Y
Cuando salí a la vereda, estaba oscuro, y para gran sorpresa de mi parte la
patineta no estaba.
Entonces me sentí muy mal por lo que considere una gran pérdida.
Fui hasta la esquina, la busque y no la encontré. Pregunte a una persona que pasaba por
el lugar y este no me contestó…. Quizás porque sabía lo que había pasado, y me
tuvo por poco cuerdo.
Entonces desesperadamente llame a mi amigo, para contarle mi
dolor por la pérdida que había tenido. Al ser atendido le conté con detalles,
el recorrido del día, y el cariño que ahora sentía por la patineta. Contándole
entre lágrimas, que me había retrasado en la librería y al salir ya no estaba mi patineta.
El amigo que me escuchaba del otro lado del teléfono, para
darme una buena lección me pregunto inocentemente cual era la patineta que no encontraba.
Y le respondí: LA MÍA. La que había elegido para andar juntos todo el día.
Entonces por teléfono el amigo me sugiere que
camine unas cuadras hasta encontrar otra. Un poco enfadado porque mi amigo no entendía
que estaba sufriendo una pérdida, le corte. Él no me podría ayudar.
Pasado un tiempo de búsqueda, me tocó aprender que a cierta
hora de la noche, a horas distintas en cada barrio el dueño envía un camión a recoger
todas sus patinetas. Porque son suyas, las guarda de algunos peligros que él sabe
que pueden ocurrir en cada lugar. A unas las recoge temprano de la tarde, a
otras al oscurecer y a otras a media noche. Unas están sanas y otras bastante rotas. Pero más temprano o tarde, el dueño
las recoge a todas…
Aquel día aprendí, que los familiares, los amigos, son como
la querida patineta. Son una posibilidad que nos da NUESTRO DUEÑO, de caminar
juntos, por determinado tiempo. Y es bueno y es humano el cariño que nacerá en
esta relación.
Lo que no debemos olvidar, es que nadie nos pertenece, y que
todos pertenecemos a Dios…
Y lo maravilloso es que al final todos nos volveremos a
encontrar en la casa de nuestro Dueño…
De Dios venimos, a él pertenecemos, al
servimos, y a él volvemos.
Nacho
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