A todo esto me contestó que él también era la primera vez
que iba, que tampoco sabía cómo era y que llevara lo normal para cualquier
campamento además del corazón y la cabeza abiertas, porque no sabíamos con qué
nos íbamos a encontrar… más sabiendo lo estructurado que soy yo, jajaja!!!
Después de meditarlo bastante y
superar todo tipo de excusas, como renunciar a ir a los cumpleaños de dos
personas que quiero mucho el 13 y el 20 de Enero, pero más que nada por miedo
al cambio (ya que era medio bicho y no iba a lugares donde no conocía a nadie) me
decidí a ir, invité a Gonzalo y pedí la licencia para esa semana y la
siguiente, porque ya calculé que tenía que sacar la semana siguiente para
“recuperarme” del campamento antes de volver a laburar, cosa que hasta ahora
sigo haciendo, no solo para descansar sino para estar abierto y disponible a lo
que pueda surgir cuando el encuentro termina…
Así fue que igual me apronté la mochila grande de mochilero y la cargué con un montón de ropa y cosas como para no tener que lavar nada (porque tampoco sabía si teníamos lugar para lavar) y hasta me compré un colchón inflable porque no sabía si iba a terminar durmiendo bajo la luz de la luna...
Cuando llegamos armamos el campamento
alrededor de la Capilla Stella Maris, porque todavía no éramos tantos como para alquilar una
casa, luego de limpiar el predio entre nosotros y los laguneros que ya nos
esperaban (Daniel siempre al firme y hasta a Nacho lo vi laburando, jaja!!!)
Algo no menor que logré superar fue el
hecho de que a medida que transcurría la semana el campamento iba cambiando los
integrantes, de los cuales resultaron ser muchos viejos conocidos, ya que
mientras algunos se iban y se hacían extrañar, otros llegaban y renovaban la
alegría y las energías de los presentes, aunque si mal no recuerdo siempre
fuimos alrededor de 20 personas en el campamento.
También desde un primer momento sentimos siempre el cariño incondicional de los locatarios, que se acercaban a conversar y compartir con nosotros en los momentos de oración y se preocupaban constantemente de que no nos faltara nada, especialmente a la hora de las comidas, jajaja!!!
Este encuentro fue, es y será, muy abierto y libre en cuanto a horarios, teniendo como único horario fijo las misas de inicio y fin del encuentro los sábados, que son muy distintas a las misas que uno puede estar acostumbrado a ir ya desde el hecho de que los bancos están en círculo, que para mí es una forma de mostrar que “nadie es más que nadie” y se viven en un ambiente de alegría y comunidad con los locatarios y turistas que están de veraneo, el encuentro de oración de la tarde los días entre semana y los ratos de preparación para estos momentos por parte de quienes voluntariamente se ofrecen para hacerlo tomando generalmente como base la palabra bíblica del día y que siempre terminan en cariñosos, emotivos y espontáneos abrazos.
Lo lindo de todo esto es que por el
ambiente de confianza en que se vive, fuera donde fuera siempre surgían temas
de conversación de la historia y de las vivencias de cada uno con una apertura,
respeto y escucha como si nos conociéramos desde siempre.
En ese primer campamento ya hubo gente
de todas las edades, niños como Juan Pablo y Fernanda, que se sintieron
aceptados como tales y no como una molestia como pasa en otros ámbitos y volvieron a sus casas con un montón de
“tíos y tías”, adolescentes como Romina, jóvenes como nosotros (que todavía
bajábamos el promedio de edad, jaja!!) y
adultos de todas las edades conviviendo en un ambiente de distensión y armonía.
Esto me ayudó a ver que la
religiosidad se vive de distintas maneras y además de en los tiempos de oración
también en los encuentros espontáneos de la cotidianidad diaria donde “los
amigos de los amigos se hacen amigos entre sí”.
El tema de la economía, que era uno de
los que me preocupaba antes de decidirme a ir, va surgiendo de la providencia y
de lo que cada uno pueda aportar según sus posibilidades en una media (sí, de las que se usan en los pies) que se
deja a la vista y que los "ecónomos" recuerdan cada tanto que existe. La idea es
que nadie deje de ir por un tema económico, ya que esto siempre de una u otra
forma se subsana e incluso las ofrendas de las misas ya se sabe que son para
solventar gastos del campamento.
Es muy difícil describir con palabras
lo que uno siente y vive en estos encuentros, yo creía que estaba bárbaro y que
iba más por curiosidad, pero Dios tiene caminos misteriosos y en varios momentos
me quebré por dentro, dejando salir muchas cosas que tenía atoradas y liberándome
un poco del peso de mis cargas al compartirlas con los demás. Escribo esto a
título personal, aunque no dudo de que varios seguramente se sientan
identificados.
Cuando fui a este primer campamento estaba bastante molesto con Dios porque se había llevado a Su gloria a un amigo aún joven y muy querido en Noviembre del 2012 y volví del encuentro con la fe renovada luego de hacer las pases y creyendo que como dice Nacho, “lo mejor está por venir”… y desde este campamento nunca dejé de ir aunque sea unos días para visitar a los viejos amigos y encontrar nuevos…
Queda abierta la invitación al próximo encuentro en enero del año que viene si Dios quiere!!!
Abrazos apretados!!
Leo