jueves, 22 de octubre de 2020

Memoria de mi primer Encuentro Teológico en Lago Merín...


        Cuando Erik me invitó para ir a mi primer campamento por allá por el 2013, que era el segundo porque el primero fue en 2012 y que encima se llamaba Encuentro Teológico con todas las letras (no como ahora que se resalta más la parte de campamento y vacaciones), lo primero que le pregunté sin conocer nada de este grupo y como persona organizada que soy fueron cosas prácticas como: de qué se trata, cuánta gente va, qué hay que llevar, dónde nos vamos a quedar, qué se hace en un encuentro de estos, cuánto vamos a gastar, cómo vamos a ir y algunas otras cosas que ahora no me acuerdo.

A todo esto  me contestó que él también era la primera vez que iba, que tampoco sabía cómo era y que llevara lo normal para cualquier campamento además del corazón y la cabeza abiertas, porque no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar… más sabiendo lo estructurado que soy yo, jajaja!!!

Después de meditarlo bastante y superar todo tipo de excusas, como renunciar a ir a los cumpleaños de dos personas que quiero mucho el 13 y el 20 de Enero, pero más que nada por miedo al cambio (ya que era medio bicho y no iba a lugares donde no conocía a nadie) me decidí a ir, invité a Gonzalo y pedí la licencia para esa semana y la siguiente, porque ya calculé que tenía que sacar la semana siguiente para “recuperarme” del campamento antes de volver a laburar, cosa que hasta ahora sigo haciendo, no solo para descansar sino para estar abierto y disponible a lo que pueda surgir cuando el encuentro termina…

Así fue que igual me apronté la mochila grande de mochilero y la cargué con un montón de ropa y cosas como para no tener que lavar nada (porque tampoco sabía si teníamos lugar para lavar) y hasta me compré un colchón inflable porque no sabía si iba a terminar durmiendo bajo la luz de la luna...

Cuando llegamos armamos el campamento alrededor de la Capilla Stella Maris, porque todavía no éramos tantos como para alquilar una casa, luego de limpiar el predio entre nosotros y los laguneros que ya nos esperaban (Daniel siempre al firme y hasta a Nacho lo vi laburando, jaja!!!)




           Por la gracia de Dios resultó que no me fue difícil adaptarme a la sencillez y a la fluidez con que se daban los encuentros, tanto personales como grupales. Esto me ayudó a bajar las defensas y sacarme la máscara que muchas veces uno usa cuando no puede ser uno mismo.

Algo no menor que logré superar fue el hecho de que a medida que transcurría la semana el campamento iba cambiando los integrantes, de los cuales resultaron ser muchos viejos conocidos, ya que mientras algunos se iban y se hacían extrañar, otros llegaban y renovaban la alegría y las energías de los presentes, aunque si mal no recuerdo siempre fuimos alrededor de 20 personas en el campamento.


También desde un primer momento sentimos siempre el cariño incondicional de los locatarios, que se acercaban a conversar y compartir con nosotros en los momentos de oración y se preocupaban constantemente de que no nos faltara nada, especialmente a la hora de las comidas, jajaja!!!



Este encuentro fue, es y será, muy abierto y libre en cuanto a horarios, teniendo como único horario fijo las misas de inicio y fin del encuentro los sábados, que son muy distintas a las misas que uno puede estar acostumbrado a ir ya desde el hecho de que los bancos están en círculo, que para mí es una forma de mostrar que “nadie es más que nadie” y se viven en un ambiente de alegría y comunidad con los locatarios y turistas que están de veraneo,  el encuentro de oración de la tarde los días entre semana y los ratos de preparación para estos momentos por parte de quienes voluntariamente se ofrecen para hacerlo tomando generalmente como base la palabra bíblica del día y que siempre terminan en cariñosos, emotivos y espontáneos abrazos.








    
            El resto del día queda libre para convivir con los demás de la manera que cada uno quiera, ya sea yendo a la playa, a Yaguarón, guitarreando en el campamento, fogones y caminatas diurnas y nocturnas por el balneario y el lago, etc.




Lo lindo de todo esto es que por el ambiente de confianza en que se vive, fuera donde fuera siempre surgían temas de conversación de la historia y de las vivencias de cada uno con una apertura, respeto y escucha como si nos conociéramos desde siempre.

En ese primer campamento ya hubo gente de todas las edades, niños como Juan Pablo y Fernanda, que se sintieron aceptados como tales y no como una molestia como pasa en otros ámbitos  y volvieron a sus casas con un montón de “tíos y tías”, adolescentes como Romina, jóvenes como nosotros (que todavía bajábamos el promedio de edad, jaja!!)  y adultos de todas las edades conviviendo en un ambiente de distensión y armonía.



            También el ecumenismo se hizo presente y a mitad de la semana en el momento de oración tuvimos meditación guiada en lugar de la reflexión normal, lo cual fue muy enriquecedor y nos predispuso en cuerpo y alma, bajando un poco los decibeles y armonizando con los demás para lo que venía y poder seguir disfrutando del campamento, ya que como en la vida misma no todo es color de rosas y como es normal por ser personas diferentes, habían surgido algunas diferencias entre nosotros por la convivencia en sí que no es siempre fácil y menos aún estando tan sensibles.

Esto me ayudó a ver que la religiosidad se vive de distintas maneras y además de en los tiempos de oración también en los encuentros espontáneos de la cotidianidad diaria donde “los amigos de los amigos se hacen amigos entre sí”.



Al principio me cuestionaba si valdría la pena hacer tantos quilómetros para ir al encuentro y cuando llegué resulta que había gente que había venido hasta de Argentina y Brasil y como el grupo surgió en Bolivia siempre nos sentimos cerca de la Patria Grande que tenemos presente en la Wiphala, más allá que en otros campamentos posteriores han venido también desde Bolivia, Paraguay, Cuba y otros lugares.

El tema de la economía, que era uno de los que me preocupaba antes de decidirme a ir, va surgiendo de la providencia y de lo que cada uno pueda aportar según sus posibilidades en una media (sí, de las que se usan en los pies) que se deja a la vista y que los "ecónomos" recuerdan cada tanto que existe. La idea es que nadie deje de ir por un tema económico, ya que esto siempre de una u otra forma se subsana e incluso las ofrendas de las misas ya se sabe que son para solventar gastos del campamento.

Es muy difícil describir con palabras lo que uno siente y vive en estos encuentros, yo creía que estaba bárbaro y que iba más por curiosidad, pero Dios tiene caminos misteriosos y en varios momentos me quebré por dentro, dejando salir muchas cosas que tenía atoradas y liberándome un poco del peso de mis cargas al compartirlas con los demás. Escribo esto a título personal, aunque no dudo de que varios seguramente se sientan identificados.

Cuando fui a este primer campamento estaba bastante molesto con Dios porque se había llevado a Su gloria a un amigo aún joven y muy querido en Noviembre del 2012 y volví del encuentro con la fe renovada luego de hacer las pases y creyendo que como dice Nacho, “lo mejor está por venir”… y desde este campamento nunca dejé de ir aunque sea unos días para visitar a los viejos amigos y encontrar nuevos…

Queda abierta la invitación al próximo encuentro en enero del año que viene si Dios quiere!!!


            Abrazos apretados!!

Leo


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