|
Presbiterios Diócesis de Tacuarembó y Melo |
La mirada de Jesús de la Vuelta Ciclista
Era semana santa y Jesús estaba en casa. Cada mañana me hacía
un ratito para escuchar la vuelta ciclista y justo ese día pasaba por mi
pueblo. No sabía cómo decirle a Jesús que tenia deseos de ver el pasaje de los
ciclistas. Pero con solo mirarlo a los ojos, él supo lo que yo pensaba y me
dijo. – Amigo, apronta el mate y vamos a
la ruta a contemplar el pasaje de la caravana. Mi corazón quería estallar
de alegría.
Llegamos temprano a la ruta. Se escuchaba el relato de la
carrera en una radio de alguien que estaba a nuestro lado. Entonces me puse de
maestro de Jesús, como tantas veces lo
hacemos con Dios y le decimos lo que queremos que él haga. Le fui
explicando quienes eran los que venían escapado, como estaban en la general,
que podría pasar en los kilómetros siguiente y etapas que faltaban. Jesús me
escuchaba muy atentamente y hacia silencio.
Y comenzaron a aparecer los ómnibus de SERVICIO de cada
equipo. Son aquellos que llegan antes al final de etapa, y llevan a los
cocineros, masajistas… ellos van en la carrera, pero no son vistos. Son los
primeros en levantarse y los últimos en acostarse. Jesus aplaudía, y ellos les
respondían con un bocinazo, incluso hubo uno muy agradecido por el
reconocimiento de Jesús, nos regaló el gorrito de su equipo.
Y viene la caminera abriendo la marcha, una camioneta, las
motos, que están cumpliendo su TRABAJO. Jesús aplaudió y ellos agradecieron con
un cambio de luces. No sé si están porque
les gusta, pero sí sé que están haciendo un buen trabajo.
Y viene el grupo de escapados. Es muy duro enfrentar el
viento de frente, los kilómetros se hacen largos, en un pequeño grupo de punta.
Esta la posibilidad de lograr un triunfo, pero también que la escapada sea
absorbida y quemaste todas las energías. Es
un riesgo jugársela por algo. Jesús los aplaudió
A los minutos viene uno “colgado” entre los escapados y el
pelotón. No sé si era porque se iba quedando de los de adelante, o porque salto
solito buscando ser parte del grupo que abre la marcha. Iba dando todo lo que tenía. Jesus lo aplaudió y alentó a seguir.
Y llego el gran pelotón. Realmente bonito el colorido de las
distintas camisetas. Las escaleras armadas trabajando en equipo. Volaban, siempre un grupo organizado, corta
mejor el viento de frente, supera con mayor agilidad las subidas. Iban los
que hacían el esfuerzo, y los que a rueda se dejaban llevar. Jesús emocionado
aplaudió.
Entre la caravana de acompañantes venían algunos que habían
perdido rueda del pelotón. Se los veía sufriendo. Todos los que iban en carrera sufrían, pero una cosa es el rostro de
sufrimiento cuando vas bien ubicado, y otro cuando has perdido el pelotón.
Jesús aplaudió con todas sus fuerzas.
Esperamos un buen rato, mate va, mate viene, y llego un grupo
que podríamos llamar, “el de los rezagados”. Los que ya están andando solamente por llegar. Y ahí iban algunos
con menos preparación, otros que erraron el camino… Pero también iban algunos
de los buenos, que se quedaron por desperfecto en la máquina, por alguna caída,
o porque hicieron un gran esfuerzo en bien del equipo y no les quedaba nada. Y
Jesús los aplaudió.
A la distancia vi que venía el coche escoba. El que cierra la
caravana, el que va recogiendo a los que abandonan. Invite a Jesús para
volvernos, ya habían pasado todos. Y
Jesús se quedó a aplaudir a esos… que no se los veía… que iban dentro del
coche, que habían dejado de pedalear por distintas razones: falta de fuerza,
caídas, problemas con el equipo…
Recuerdo que Jesús era el único que había quedado para
aplaudir, para alentar a los que abandonaron. Y no podre nunca olvidar la alegría del grupo que prestaba
este servicio, acompañando a los que abandonaron. Quizás era el primer y
único reconocimiento que tenían simplemente por ser parte de la carrera, aunque
más allá de los últimos.
Fue tanta la alegría del chofer en ese SERVICIO, ante los
aplausos de Jesús, que aminoro la marcha, le hizo ver a Jesús aplaudiéndolos a
los que iban con él, “los que habían abandonado” y estos empezar a mostrar su
rostro por las ventanas. Felices de recibir ese aplauso de Jesús que quizás
valía más que las medallas, trofeos o dinero, ganado en otros tiempos. Ellos sabían que ese reconocimiento era
pura gratuidad a su persona, no a logro alguno.
Jesús me miro a los ojos y me invito a sumarnos a la
caravana. Y nos fuimos hasta la llegada, ahí, junto al coche escoba, con los
que iban atrás de los últimos. Y algún aplauso también nos tocó a nosotros en
el resto del camino. Al llegar ya se había ido el gran público, la prensa, los
ganadores… ahí estábamos nosotros con Jesús.
Es inexplicable como uno a uno fueron bajando del coche
escoba, unos lastimados, otros cansados, y agradecían a Jesús su aplauso y su
compañía hasta la meta. Solo los que
estuvimos en el final, podemos contar esa experiencia del Reino de Dios…
Aquella mañana, yo que pensaba ser el maestro de Jesús, aprendí como era él, como era Dios… Como nos
ama, estemos hoy donde estemos en la carrera de la vida. Ahora, si quiero viajar con Jesús, queda claro que
no va con los de adelante… con los que ya tienen el aplauso de la
muchedumbre…
Es la Buena Noticia, escandalosa, del que nació en Belén,
vivió en Nazaret, el Crucificado, que nos espera en Galilea. Es Buena Noticia porque ninguno está libre
de una caída… de una pinchadura o rotura… de quedar sin fuerza… de quedar fuera
de carrera más atrás que los últimos…
Felices aquellos que eligen estar con los de atrás, poniendo
al servicio sus dones y vienes, solo así entendemos al Padre Cacho… Y tantas y
tantos santos y santas… mártires… que
eligieron estar con Jesús en los que él está hasta el final de esta carrera.
Un detalle, ahí de pie hasta el final, junto a los últimos estaba doña Maria,
la madre de Jesús, y un tal Juancito. Ella
nos atendió como madre de todos.
|
Rezando con la virgen de los 33, por cada uno que llevamos en el corazón. |