martes, 20 de diciembre de 2016

LOS ÁNGELES EXISTEN Y HACEN REGALOS MARAVILLOSOS

Les cuento una historia de hace algún tiempo en mi familia semejante a la suya. Se preparaba todo para el festejo de la navidad, para el encuentro familiar. Eran días donde el tiempo parecía que se movía más de prisa. Estábamos caminando hacia uno de los acontecimientos cristianos más importantes y quizás hacia el encuentro familiar más esperado del año. Estaban agendadas algunas visitas que tendríamos que hacer y algunas visitas que recibiríamos. La lista de regalos poco a poco se iba cumpliendo, y como en otros años la economía estaba en rojo. Lo más duro era el estrés que iba creciendo en cada uno de los miembros de la familia. Los papeles de regalos, las cintas ocupaban la mesa.
Siempre hay un niño que nos cambia la vida, que es como un ángel, que nos sorprende e interpela. Resulto que la niña de la casa, al mediodía cuando me fui al trabajo y su madre hacia la limpieza; la pequeña tomo el papel que teníamos reservado para un regalo especial, el más brillante y hermoso, la niña lo tomo y envolvió una caja de zapatos. La verdad que el envoltorio no era de los más presentables. En principio despertaba risas. Pero después nos surgió el enojo, tanto a su madre como a mi persona, cuando al regreso del trabajo me contó mi esposa lo sucedido.
Nuestro mejor papel, el reservado para un regalo especial, estaba arruinado por malos cortes de tijera y ajado por dobleces fuera de lugar.
La madre me contó que había descubierto a la niña en plena tarea, estragándolo todo. Al decírmelo, enojada, me mostró que la caja que la niña envolvió para regalo, estaba vacía. Era una caja de zapatos que había en el galpón hace un buen tiempo.
Nuestra preocupación por los regalos, por las cosas, también por la comida, la limpieza de la casa, nos presentaba descuidados hacia la más pequeña. Sus hermanos mayores andaban en sus estudios, fiestas y amigos.
Intentamos que todo volviera a la normalidad del ritmo vertiginoso que nos exigía tenerlo todo pronto para la noche del 24, noche buena. Aprovechamos parte del papel, para un regalo más pequeño, y tiramos la caja al tacho de basura.
A la noche, cenábamos juntos con mi esposa, ajustando algunos detalles de lo que nos faltaba acondicionar para la fiesta navideña. La niña que nos escuchaba con atención, termino de comer, se levanto de la mesa, de tal manera que no interrumpió lo importante que era para nosotros que a nadie de los seres queridos le faltara un regalo y que la mesa dentro de nuestras posibilidades tuviera todo lo que se dice que tiene que tener una mesa navideña. En la sobre mesa, dialogando sobre las mismas cosas, nos dimos cuenta que nuestra hija menor no estaba entre nosotros. Si bien muchas veces se levantaba t se iba al cuarto, esa noche algo nos decía que era una ausencia diferente, los padres tenemos instinto en relación a nuestros hijos.
En un instante se me vino su rostro triste mientras comíamos y se lo dije a su mama, la cual me expreso que ella presiente que algo fuera de lo normal está aconteciendo. Ambos nos levantamos nerviosos de la mesa y fuimos a su cuarto, ella no estaba. La conciencia nos empezó a carcomer, recordando el enojo que le demostramos por el uso del papel que teníamos reservado. La puesta del baño estaba abierta, ahí tampoco estaba. Nos acercamos a la puerta de calle y estaba con los cerrojos que ponemos a la noche. ¿Dónde estaría? Sentimos un ruido que venía del galpón y desesperadamente corrimos hacia el lugar por la puerta interna. Gran sorpresa, con sentimientos entremezclados cuando la vimos de alegría y rabia… Nos habíamos rencontrado con la hija que se nos había perdido.
Ella sentada en el suelo, continúo su trabajo. Había recuperado la caja de zapatos que le habíamos quitado, le estaba dando forma ya que nosotros la habíamos aplastado al ponerla en la basura. Nos miramos con mi esposa y quedamos por un instante paralizado frente a nuestra hija. Y ella nos miro y nos dijo:- Mama y papa les estoy preparando el regalo de navidad.
Un frió nos corrió por el cuerpo a ambos. La dejamos que continuara con su tarea y vimos que con hojas de diario otra vez envolvía la caja vacía. Nos agachamos junto a ella, dejamos salir desde dentro una sonrisa comprensiva y su mama pregunto: - y cuál es el regalo.
La niña se tomo su tiempo, como para despertar mayor atención hasta que respondió: -he llenado la caja de mis besos y de tiempo para estar juntos.
Esas palabras con un tono de voz especial, nos llego al alma, y nos hizo brotar lagrimas. Este hecho tan sencillo, transformo nuestra preparación de la navidad y la fiesta misma. Dejamos nuestras preocupaciones por lo que debíamos hacer y cumplir, y fueron días de disfrutar plenamente de estar juntos, de encontrarnos con la vistas.
Nuestro principal regalo era una sonrisa, un abrazo y el cuento de nuestra niña que como un ángel nos cambio el modo de vivir. Esto contagio a familiares y amigos. Incluso en mi trabajo con los compañeros nos sentimos más cercanos, más sonrientes, menos apurados y necesitados, de correr detrás de regalos.
Cada año lo primero que hacemos es dale a nuestra hija una caja de zapatos, con el mejor papel que compramos en la librería. Entre rizas todos juntos incluyendo a los hermanos, llenamos de besos, abrazos y sonrisas la cajita, a la cual no le falta un precioso moño con cinta roja. A la noche en la cena de sobre mesa alguien se encarga de relatar con sus palabras el hecho que nos cambio la navidad años anteriores. Nos reímos juntos mirándonos a la cara.
Abrimos cuidadosamente la cajita preparada para ese año. Nos sorprendemos del bello regalo y lo compartimos unos con otros. Al día siguiente andamos sin apuro en nuestros trabajos y encuentros, regalando el regalo recibido. Haciendo el mismo relato, siempre nuevo, a quienes tienen tiempo para escucharnos. Por supuesto que si bien siempre preparamos algún regalito para alguien y una linda cena navideña, hoy nuestros números no están en rojo, ni nuestro cuerpo estresado. Colorín colorado, agradecemos mucho a Dios, por el ángel que nos ha enviado.  
Nacho







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