EL AMADO ABUELO NOS VISITA...
Comenzando el año nuevo,el sabio abuelo, tomo la decisión de ir a visitar a sus muy amados nietos.
Se puso el ponchito de verano, su sombrero de ir al pueblo. Se colgó su morral, su bolso, tejido por mujeres guaraníes. Llevando en el cuidadosamente sus regalos.
A su tiempo, de camino lento, amigo del tiempo, sin estresarse, llego a la casa de su nieto mayor. El cual ya savia de la visita de su abuelo y lo esperaba con mucha ansiedad.
El abuelo golpeo a la puerta y el mismo nieto aún siendo menor, sintiéndose una persona grande, corrió a recibir la visita de su querido abuelo. Abrió la puerta y pregunto fuertemente:
- Abuelo ¿me trajiste caramelo?
El abuelo hizo silencio. Y nuevamente su nieto pregunto levantando el tono de su voz:
- ¿Abuelo me trajiste caramelos?
El abuelo permanecía sin decir una sola palabra. Sin poder entrar a la casa. Entonces comenzó la transformación de su alegría de la visita a la tristeza. Por no poder responder al pedido del amado niño.
Entonces enojado el pequeño, con voz de reclamo, por tercera vez insistió en su pedido a su abuelo: - Viejo, quiero que me des caramelos dulces.
Al no tener respuesta, el niño enojadísimo, dio un fuerte portazo dejando al abuelo fuera de su casa. El cual con humildad y dolor se puso en camino hacia la casa de su nieto más pequeño.
A medida que se acercaba, sabiendo que llegaba un poco tarde a la cita tan deseada, el abuelo recuperaba la esperanza. No todos los hombres son iguales y tampoco lo son los niños…
Cuando el abuelo llego a la casa encontró la puerta abierta, lo que lo invito a entrar sin golpear. Sintiéndose como en su propia casa, tomo asiento en un cómodo sillón que estaba vacío esperándolo.
A su tiempo, muy disimuladamente el nieto se acerco en silencio y se sentó en el suelo a los pies del abuelo.
Ambos se buscaron con la mirada. Sonrieron celebrando el rencuentro. Sus manos se extendieron para unirse cálidamente. Todo sin necesidad de palabras. Mucho tenía para decir el niño, pero sabía que su abuelo todo ya lo sabía…
El abuelo lo invito a ponerse de pie. Lo ayudo a levantarse, con sus dos manos, lo abrazo, lo dejo llorar. Ambos saben el porqué de esas lágrimas... Hasta que llego la calma. El abuelo abrió su morral y le regalo las dos más dulces y jugosas naranjas que había traído de su quinta de campo…
Nacho
- ¿Qué esperamos de Dios para este nuevo año?
- ¿Qué esperamos de las personas que amamos?
- ¿Qué esperamos de nosotros mismos?
- ¿Qué esperan de cada uno de nosotros?
- ¿Cuáles son los deseados cara-melos en cada relación?
- ¿Cuáles son las jugosas o dulces naranjas que cada uno de nosotros tenemos, para poner en común?
- Qué me ofrece el amado abuelo Dios, en este tiempo nuevo?
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