miércoles, 15 de enero de 2020

¿CÓMO SER FELICES HOY?


Contaba Luis, que llegó, como responsable, a una casa de recuperación de personas con adicciones. El ambiente estaba bastante desorganizado. Los muchachos internados lo hacía todo a medias y sin amor. Los platos eran lavados sin cuidado. Se barría dejando tierra en los rincones. Los armarios de ropa y de la despensa estaban visiblemente desordenados. El mal que había poseído a los muchachos, se había adueñado del ambiente… Por lo tanto las relaciones humanas venía en decadencia.

Quien llegó como encargado busco en LA PALABRA, el modo de autoridad de Jesús. Los primeros días observando el caos del lugar, testimoniaba silenciosamente con su vida que hay una manera mejor de hacer las cosas, que es con Amor. Su cama bien tendida, su armario ordenado, y el trabajo que le correspondía cada día hecho con dedicación. Con una sonrisa sincera agradecía los servicios de los demás. Era una luz en la oscuridad que pocos veían, y nadie imitaba.
Hasta que un día la PALABRA lo inspiró a dar una noticia a todo el grupo:
- “este fin de semana próximo nos vendrá a visitar una persona muy importante, así que todos nos ponemos a arreglar lo mejor posible la casa”.

En el grupo la noticia cayó muy bien. Cada tanto llegaba alguna visita que traían algún regalo, pero por sobre todo la visita posibilitan vivir un día distinto. Y se comía como día de fiesta, sin trabajos de quinta, leña, estudio, limpieza que era lo que más rechazaba el grupo.

Fueron tres días de limpieza, el clima era bueno, basado en las distintas expectativas que cada uno tenía. Algunos pensaban que podría ser una visita sorpresa de sus familiares. Otros comentaban que quizás los visitarán las autoridades políticas de la región. Algunos apostaban a que sería visitados por los fundadores de estos lugares de recuperación. Y no faltaban los que soñaban con la visita de alguno de sus ídolos del deporte, de la música, que cada tanto aparecía de manera benéfica.
El sábado a la tarde todo estaba pronto para la cena de bienvenida, y la carne adobada para el asado del domingo. El pasto lucia bien cortado. Los carteles y paredes habían recibido colores nuevos. El comedor estaba limpio como nunca y con adornos que lo presentaban de fiesta. Pero lo más sorprendente era el orden en los cuartos de los muchachos, los azulejos brillaban en los baños,  y resaltaba la “pinta” en que cada uno se había puesto. El mate era con yerba nueva, la música amplificada era suave y alegre. Las miradas de todos, eran hacia el camino de entrada, con gran expectativa esperando la importante visita anunciada.

Cuando los encargados de la cocina anunciaron que la cena estaba pronta para ser servida, el nuevo encargado invito a todos a esperar a las visitas sentados en la mesa del comedor. Los muchachos dejaron tres lugares vacíos, en la cabecera de la mesa. Y Luis habló:

- “La persona muy importante ya está entre nosotros. Es cada uno de nuestros compañeros. Cuando descubrimos y vivimos el amor al prójimo, ahí disfrutamos de la verdadera felicidad. La que nadie nos puede quitar. La que no se compra. La que Dios da la posibilidad de que la vivamos todos, en cualquier lugar”.
 
“A partir de ahora cada día será una fiesta diferente, (continuó con voz pausada) en cada cena y almuerzo, uno a uno iremos sentándonos en la cabecera de la mesa. Para hacer nuestro el mensaje central de la PALABRA: Cada uno de nosotros es muy importante para Dios. También esas sillas, serán ofrecidas a toda visita familiar, autoridades o por trabajo, que venga a compartir con nosotros. Y cada compañero que ingrese al centro de recuperación, su primera comida será sentado a la cabecera de nuestra mesa y será el primero en ser servido”.

Desde aquel día la autoestima del grupo se desarrolló en bien de la convivencia. Más de uno realizaba las tareas correspondientes silbando. Y unos a otros se daban una mano en aquello que les costaba más realizar. Pero por sobre todo las presencias corporales, los modos de vestir y las relaciones humanas mejoraron el cien por ciento en aquel lugar…

La verdadera felicidad
que nos da el encuentro con Jesús,
con su palabra viva, 
no está en que llegue
 alguien importante a nuestra vida, 
ni está la felicidad 
 en un lugar especial… 

La felicidad profunda,
 brota desde dentro nuestro, 
dando lo mejor que somos,
 a quien la vida
 pone a nuestro lado 
HOY

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