En el dicho que “Dios quiere encontrarse con nosotros”,
estamos todos los creyentes más o menos de acuerdo. Las diferencias aparecen “cómo
y en donde se nos presenta ese Dios”…
En estos días de limpieza de la casa, mi madre encontró esa
foto que le mande estando en el seminario, allá por el año 90. Que tiene una
pregunta ¿Sembraré mi vida en la tierra de los pobres? Esa pregunta surgía, en
tiempos donde nuevamente se me habría dos caminos. Me habían expulsado del
seminario. Volvimos a la vida anterior de trabajo, pastoral e incluso de correr
en bicicleta. Y vivíamos en un pueblo de Canelones llamado San Jacinto. Permanecía,
la búsqueda del encuentro con el amigo, pero de manera diferente. Ahora no era
desde la “montaña” de ser seminarista, camino a ser ordenado sacerdote, en un
ambiente donde todos estábamos en la misma. Ahora el camino era en el “llano
del pueblo”…
Recuerdo un encuentro que me marcó para toda la vida. Una
tarde de retiro con el grupo de adolescentes y jóvenes, que acompañábamos con
la hermana Isabel y Luis, el párroco.
El partir de la realidad fue sobre la relación
que cada uno tenía con sus padres, con la comunidad. Los jóvenes fueron con mucha libertad
expresando sus desacuerdos por los NO que les imponían sus padres y las incoherencias
entre lo que exigían y como ellos vivían… No faltaron enojos, y lágrimas. Incluso
el cuestionar la vida de la Iglesia diciendo que una cosa eran sus padres en la
misa y en los salones parroquiales y otra cosa era en su casa y en su trabajo. Mucha
rebeldía fue surgiendo de unos y otros. También hacia el mismo grupo, unos a otros "se pasaron la cuenta" por no sentirse acompañados en momentos difíciles, por hacer diferencia entre los que tenían una familia de mas dinero...
Hasta que la última en hablar fue Rosana. Una joven que no tenía
“la labia” de los jóvenes de la ciudad, ella venía del campo. He incluso ahora vivía
en las afueras, compartiendo la vida con unos abuelos. Cuando pusimos la mirada
en esta joven para escucharla, observamos que sus ojos estaban llenos de lágrimas.
Y su silencio antes de hablar, nos puso a todos un poco nerviosos. Nos cuesta
mucho escuchar lo que la persona dice, con su postura física, con su mirada, y
con sus silencios. Hasta que Rosana con la voz entrecortada, y volumen muy bajo
dijo:
- “Escucho que se quejan de vuestros padres… sin valorar que
viven con ellos en la misma casa. Que con sus errores y aciertos tienen a
alguien que les escucha y les dan consejos… Si ustedes supieran lo que es tener
los padres lejos... serían muy agradecidos por tenerlos cerca. Una palabra de una
madre, un beso, una caricia, una comida…. No tiene precio. Incluso hasta los rezongos
y los NO son necesarios para sentirse más seguro… Algún día comprenderán lo que
es tener los padres lejos… Y valoraran mucho este tiempo de comunidad, de grupo, de amigos... yo les
Ella agacho la cabeza contra la mesa. La hermana Isabel la
abrazo, llorando juntas. Y los demás quedamos en un silencio profundo. Las chiquilinas se
abrazaron entre ellas, como sosteniéndose una a la otra. Y los varones cerraban sus puños y apretaban los labios. Personalmente
también tenía mis padres lejos físicamente. Y cuando uno está en un tiempo “bisagra”
de cambio de vida, cambio de lugar, cambio de relaciones, está muy sensible. A mí
me hizo llorar.
Esta y otras experiencias en la vida, son para mí el
encuentro con Jesús resucitado. Ese que se nos aparece en una persona y no lo
reconocemos. Ese que no se presenta haciendo cosas mágicas, o grandiosas.
Simplemente nos hace ver lo esencial en la vida. En este caso Rosana nos hizo
ver que a veces es ponemos la mirada en lo que nos falta, en lo que no nos
gusta y no somos capaces de disfrutar agradecidamente de lo que tenemos, de lo
que el otro es”. Quizás es normal cuando tenemos una edad o un sentir
adolescente, que valorizamos a las cosas y a las personas en cuanto me sirven a mí.
Y con los años y las experiencias vamos caminando en el camino del Amor que es ir descubriendo lo que “el otro tiene de bueno, y darnos sin esperar…al prójimo al cercano, siendo la
culmen del amor amar a los que no nos aman”
Creer en aquel que Dios nos ha enviado, es aprender a descubrirlo
en sus nuevas presencias, en sus nuevos lugares, recordando siempre que muchos
no lo pudieron reconocer ni en el pesebre, ni en Nazaret, ni en Galilea, ni en
la Cruz, ni Resucitado… porque tenían una idea de Dios todopoderoso… y el Dios
de Jesús, es encarnado, cercano, desapoderado, necesitado, humano… y a veces es mujer… y hoy, y siempre NO ESTA LEJOS, el que espera nuestro Amor, Jesus es el próximo. (San Juan del 6,22-29)
nacho, lunes 27 de Abril 2020
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