Camino a la Tierra sin Mal los guaranies fueron cosechando por los senderos de la comunidad, esa búsqueda del lugar donde el Areté Guasú no termina. Luego de poner el nido itinerante y esperar en la frontera el corazón empezó a latir distinto, y con un nuevo sol de encuentros, las barreras se abrieron. Dando paso a ese abrazo que no deja respirar, donde el paisaje de todo lo recordado, fue desfilando con la emocíión hecha silencio. Llegó el tan ansiado abrazo de reencuentro en cada paso; volver a la tierra prometida, volver a esa vida Bien vivida, donde el sol vuelve a brillar en el alma de quienes soñaron abrazar al padre Burika.
Estamos acá, el signo de la mesa, sabemos que el Reino esta presente.
Sarahi, la colibrí mas pequeña.
Luego nos encaminamos hacia nuestra madre de Cotoca. Como bandada para agradecer esta misión que nos hace familia. Desde temprano preparandonos con el encuentro de Marqueza y Sarahi, Maribel y Mailen junto a Mirtha.
Emprendimos la peregrinación al santuario para ofrecer este Colibrí.
Sorpresa encontrarnos con la virgen hallado en el hueco de un árbol, junto a los nidos.
Así también nos acercamos con nuestras velas encendidas, junto a la emocion de ser testigos del si a la vida.
Luego alimentamos el cuerpo con las comidas típicas del lugar para regresar a nuestro espacio de acogida. Y así surgió el almuerzo compartido en el nido de Mirtha, donde comunitariamente la mesa fue misa que se hizo pan compartido y repartido de la vida.
Almuerzo compartido en el nido de Mirtha.
Hoy podemos decir, que como el evangelio, hemos recibido gratuitamente la paz de DIos y dimos tambien, gratuitamente, el bien de la fraternidad. Porque el Reino de los Cielos está cerca.
Leo, nuestro chofer, con Kazumi y Megumi.
Finalizando el día compartimos con quienes nos reciben en su hogar y dan el cariño y abrigo de ser nido colibrí.
Aprontando el nido itinerante para la fiesta.
Gracias a la vida por ser testigos!
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