¿CUAL SERIA MI ULTIMO DESEO EN EL ATARDECER DE ESTA VIDA?
Es una profunda pregunta que resuena en mi interior en
estos días. Un vecino, un amigo llamado Tito Spera, internado en el hospital,
expresó sus dos últimos deseos:
1 – Que su cuerpo muerto fuera entregado a la facultad de
medicina, para un buen uso en favor de la vida de otros. Este deseo me recordó
la película que recomiendo: “Jesús de Montreal”.
2 – Que le celebraran una misa, y que el sacerdote
servidor fuera Nacho. Este deseo me recordó varios encuentros que tuvimos con
Tito, en los últimos tiempos. Sin duda que su vida, sus relatos y preguntas,
eran reflejo de un ser humano que veía la realidad con su trigo y cizaña, y quería
ver más allá…
Su cuerpo hace una semana que está al servicio de la vida
en la facultad de ciencia…
Su espíritu (según nuestra fe, que cree en la
infinita misericordia de Dios, que nos regala la resurrección, la vida plena
después de la muerte), fue soplando sin imponerse para que hoy celebráramos la
misa pedida por él, coincidentemente en el día del cumple de una de sus hijas.
Amiga de los juegos de nuestra niñez… hasta que sufrieron el exilio.
El deseo de Tito despierta en mi un gran desafío:
-“Que podamos hacer presente a Jesucristo,
para quien quiera encontrarse con él, que se hace presente en la misa de manera
sacramental”.
LA MISA: En el templo de la parroquia Domingo Savio, en
el Salesiano, se habitó de vínculos de tito en situaciones muy diversas.
Familiares, amigos, compañeros políticos, vecinos… Cada uno dijo su nombre,
diciendo presente, y haciendo presente a otros que estaban en el corazón. Fue
un comienzo muy emotivo.
Hicimos presente a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, el
cual se hace presente misericordiosamente desde el comienzo. Después con
alegría cantamos el Gloria, escuchamos las lecturas bíblicas del día y nos tocó
hacer la homilía:
Les
cuento que Tito, me hacía mucho bien cada vez que venía de Bolivia y me
preguntaba por la situación de esclavitud de los indígenas. En especial me hizo
mucho bien su escucha comprensiva cuando me expulsaron de esa realidad en la
lucha por la liberación.
Recuerdo
que cuando yo vivía uno de los momentos más difíciles de mi vida, incluso con
un quiebre psicológico, el me escuchó con profunda atención. Al final del
relato me dio un abrazo, y me dijo:
-“Te comprendo…
adelante…
la vida continúa hoy acá…
acá te necesitamos hoy”.
En
otro momento, nos encontramos, le conté que el pueblo Guaraní había logrado su
Pascua, su paso de liberación. Tito expresó su alegría y puso su mirada en el
cielo. Lo deje en su silencio un tiempo y le pregunte que le ocurría. Sonriendo
me respondió:
- “Hay veces que uno se pregunta ¿dónde está Dios?”
Entonces el Espíritu me inspiro el relato de York, Elie Wiesel, escritor, premio Nobel
de la paz (1986) y uno de los supervivientes del exterminio nazi.
La trilogía formada por “La noche”, “El alba” y “El día”
(1956-1961) es, sin duda alguna, su obra más importante. En ella relata, de
manera novelada, algunos de los innumerables padecimientos en los campos del
nazismo.
Un
día, cuenta, regresando del trabajo al campo de Auschwitz, encontraron en el
patio a tres compañeros encadenados que iban a ser colgados. Uno de ellos, era
un niño. Nada más entrar, se les fue colocando, con toda la parafernalia al
uso, para que presenciaran tan macabra ejecución. Momentos antes de ser
ahorcados, los dos adultos gritaron “viva la libertad”. El niño, en cambio,
permaneció callado. Y, en ese momento, alguien que estaba detrás de mi preguntó:
- “¿Dónde está el buen Dios?,
¿dónde está?”
Seguidamente
se procedió al ahorcamiento del niño y de los dos adultos, retirándoles las
sillas a las que habían sido aupados. “En el horizonte”, comenta, “el sol se
estaba ocultando” en medio de un silencio absoluto. A continuación, comenzó el
dramático y punitivo desfile de los prisioneros, entre lágrimas y sollozos, por
delante de sus tres compañeros.
Cuando me tocó el turno a mí, los adultos ya habían expirado. En cambio, el niño,
seguía agitándose. Aún vivía. Y así estuvo media hora, luchando entre la vida y
la muerte, agonizando hasta morir, lentamente asfixiado, a causa de su escaso
peso. En ese momento volví a escuchar, detrás de mí, la misma pregunta de hacía
unos minutos: “¿Dónde está Dios?”.
“Sentí”, recuerda, “una voz que, saliendo de
mí, respondía”:
“¿Dónde está?
Ahí está, está colgado ahí, de esa horca
…
crucificado“.
“Esa noche”, concluye, “la sopa tenía gusto a cadáver”.
Al terminar el relato, Tito me miró sonriendo a los ojos,
encendió su moto y me dijo:
- “Te dejo, me voy a hacerle mandado a mi
Dios”.
Su hijo estaba enfermo…
Al poco tiempo falleció…
Y esa fue mi
última charla con Tito, que me dejo contento porque había entendido la buena
noticia de Jesús, de su presencia en los más frágiles. Y que lo que le hacemos a uno de
esos pequeños, se lo hacemos a Dios.
Juicio Final Mateo 25, 31- 46
En la misa este relato fue simbolizado por un plato de
aluminio, que hace memoria a otros platos de celdas, de pobres, de injusticias…
Quizás Tito pidió esta misa para regalarnos a nosotros,
el tesoro encontrado:
“La presencia de Dios en el encarcelado, el
enfermo, el hambriento… Ese mismo Dios que en la misa se hace presente en el
pan y el vino que se trasforman en su cuerpo y su sangre; que se comparte
gratuitamente como alimento, para que hagamos lo mismo con los demás”.
Ese Dios que nos habló en su Palabra:
San Lucas 6, 12-19.
Que nos relata la elección de sus discípulos. Que nos recuerda que la fe en
Jesús es un don, es iniciativa primero de Dios. Cuando él quiere, y con quien
quiere. Por supuesto que esa amistad, necesita del consentimiento y de la
dedicación de cada uno para que esa relación crezca.
El relato bíblico también nos dice que Jesús bajo al
llano y se encontró con una gran multitud de discípulos suyos y gran
muchedumbre del pueblo muy diversa, incluso de pueblos vecinos, que habían
venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados
por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle,
porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
Hoy aquí y ahora ese Pueblo somos nosotros.
Tito nos
convocó a una misa, para que nos encontramos con ese Jesús: el que cura, el que
nos libera de los demonios. Y hay un demonio en especial que nos posee, nos
amarga y nos hace rencorosos: La culpa. Jesús nos quiere liberar dándonos la
fuerza de su Amor que nos perdona y nos hace perdonar.
El papa Francisco nos recuerda a nosotros los sacerdotes,
que seamos mediadores entre la gente que busca
para que se encuentren con Jesús. Y que no seamos aduaneros de la fe,
impidiendo que alguien se acerque al encuentro con Jesús.
El jarrito del mate, nos recuerda ese signo tan nuestro,
el mate compartido entre amigos. Jesús quiere ser eso con nosotros, quiere ser
nuestro Amigo, especialmente en las más difíciles…
La celebración continúo, con una bendición a una familia
venida desde Noblia que junto a otros niños y jóvenes, fueron acompañados por
Tito. Un signo de que el Amor entregado, siempre florece, muchas veces después
que la semilla se enterró en el surco… Sin duda que Tito estará muy feliz…
El Padre nuestro fue muy emotivo, recordando que la
identidad del cristiano en primer lugar es reconocer como hermano a todo ser
humano. Y ahí agradecimos a los hermanos suecos y tantos otros que abrieron sus
puertas a los exiliados… Nos comprometimos a no levantar muros a los emigrantes
que vengan a nuestro país.
El milagro se dio, la mayoría se encontró con el Jesús
condenado injustamente, torturado, crucificado y resucitado. Hoy convocándonos por medio de Tito, para
encontrarnos con él, el que libera de todo demonio… Emocionados, la mayoría vivió una experiencia
espiritual profunda de amor.
Y al final la bendición fue en un clima de fiesta de
alegría. El envió a que la misa siga en la vida, en las mesas familiares
dándonos tiempos para encontrarnos desde dentro y en las reuniones de amigos,
donde no puede faltar el brindis, con el vino que el cura no nos compartió.
Mesa familiar y de amigos que alegrara a Tito si invitamos a unos de esos Jesús
que necesita una mano, que necesita un apoyo. Y le cantamos que lo cumpla feliz
a Beatriz…
... Y cada uno volvió a su realidad a servir a su Dios... que
es el Dios de Jesucristo cuando es un ser humano necesitado, cuando es la creación
en su totalidad. Un Dios que si nos relacionamos profundamente con él, nos
libera de la adición a otros dioses como lo son: el poder, el tener, aparentar,
el materialismo, el consumismo, el egocentrismo, el individualismo, el racismo,
el fanatismo…
Nacho
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