viernes, 27 de abril de 2012

Vocación al Amor, IV Domingo de Pascua.


Cuando niños nos asustábamos con el hombre lobo que salía los viernes de luna llena.

Cuando maduramos y nos interesa la realidad, comprobamos que hay más de un hombre lobo que vive de la sangre y de la carne de seres humanos. Ellos habitan entre nosotros, algunos cubiertos de piel de oveja, detrás de un servicio, de una iglesia, de un puesto público y otros con descaro muestran su soberbia egoísta. Hay muchas personas que les tienen miedo ya sea porque dependen económicamente, por estar preocupados por salvar su vida o por tener una psicología de oprimido.

Jesús se presenta en el texto bíblico como el buen pastor que enfrenta al lobo, ofreciendo su vida en bien del rebaño más débil. El trabajador que sólo piensa en SU salario huye del lobo, no lo enfrenta, permitiendo que se disperse y se coma a los demás.
El buen pastor cuida de su rebaño e incluso se preocupa por el bien de otros rebaños. Por que su espiritualidad está fundada en creer que Dios es el Padre de de la Vida y toda vida es nuestra hermana, por lo tanto la debo defender. (Juan 10, 11-18)

Bendito todo trabajador que siente que está aportando un granito de arena a la vida de los demás. Descubrir el bien que hacemos a otros en nuestro trabajo es descubrir la mística que nos dará sentido y energías más haya del justo salario que debemos reclamar.
Quien sólo ve dinero en su trabajo, siempre estará insatisfecho porque no hay salario que pueda dar sentido pleno a la vida. Además si su adjetivo es solamente material está en una posición de «tener precio» que con más o menos se lo puede comprar o corromper. Por dinero se aparta de su rebaño, de su gremio, de su familia, de sus ideales, de su fe poniéndose del lado del lobo que puede ser un patrón contra sus empleados o un obrero contra la empresa.
Bendito todo trabajador que siente su espacio de trabajo como su familia y está dispuesto a cumplir sus obligaciones de la mejor manera posible y está dispuesto a defender a los más débiles cuando sufren injusticias o amenazas. Los hay en el ámbito público como privado, los hay gremialistas y empresarios.
Doblemente Benditos los que además de su espacio laboral, se interesan por el de los demás, celebrando sus logros y asumiendo sus causas. En la historia unos pocos han sido coronados con la máxima corona la de ofrecer la vida por una causa de bien común. Todos estamos llamados a ofre-cednos en la vida diaria para que el mundo sea mejor «en la chiquita y en las grandes sin nos tocan».
Esta es la vocación que Dios nos ha dado y está dispuesto a acompañarnos para que se realice.
La máxima vocación es el Amor, y el amor es compromiso con los demás prefe-rencialmente por los más débiles.
Nacho

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