jueves, 23 de abril de 2015

ASALARIADOS O HERMANOS

¿Moverse por dinero, por placer...
 o por la suave briza 
que nos lleva alas Galileas Existenciales?

* Recuerdo que  en mi adolescencia, me marcó una película argentina, de unos maestros que se enamoraron, se casaron y decidieron irse a la Patagonia. Por allá organizaron a los mapuches, a los campesinos en defensa de su tierras… los mataron, y hasta hoy siguen vivos en mí, y segura-mente en tantos otros señalando el sur.

* Recuerdo a una vecina con muchos hijos, que además adoptó dos sobrinos que quedaron huérfanos. El comentario era «que era una mujer muy pobre». Años después me toco despedirla en una cama con sábanas blancas rodeada de hijos, nietos, yernos, nueras. Se gastó joven, no alcanzó  a mi edad actual, los cincuenta… la recuerdo como una reina rodeada de una corte que la amaba.

* En el carnaval de este año, una bailarina de piel negra, me movió todo el cuerpo. Lo más sorprendente fue cuando me contó que estaba estudiando medicina y del esfuerzo que hacían sus padres para que ella saliera adelante. Incluso el dinero ganado en la comparsa era para sumar. Pero si venía movido por ese encuentro, su sentido de vida me descolocó totalmente. Quiero ser parte de los Médicos Sin Frontera para volver a África. Me dijó.

* En estos días apronta la mochila un amigo sacerdote, ya con sus años, para irse de misione-ro a la Amazona. Y se escuchan voces de reclamo que dicen que nosotros los uruguayos tenemos muchas necesidades.
En aquel tiempo dijo Jesús:
   «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ove-jas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. 
  Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. 
   Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.» 
                   San Juan (10,11-18)
En tiempos que el lobo del capitalismo mueve a las personas con sus cadenas «del salario, de más dinero para consumir», dejando a las ovejas de las periferias geográficas y existenciales con menor cuidado, menor educación, menor salud, menor promoción humana.
 
Hay personas en distintas profesiones y vocaciones que «libremente» renuncian a algunos privilegios para entregar su vida, sus saberes, sus bienes con personas que no son de su familia de sangre, ni de su clase social, transformándose en un palo en la rueda de las «organizaciones vampiras, que sangran al pueblo».
Y como no creer que hoy en día hay otros y otras que al igual que San Francisco de Asís cuando por fuera se lo veía continuar en sus fiestas dedicado a sus familiares y amigos, por dentro algo se estaba gestando en amor hacia los excluidos.
 
Unos elegirán morir como asalariados, conociendo el mundo y siendo reconocidos por él, dejan-do herencias materiales.  Y otros elegirán dejarse llevar por la suave briza, que sopla contra corriente en descenso, por el ca-mino angosto, no entendible, que en su momento ni siquiera la misma Iglesia lo reconoce.
 
Que nos dejemos llevar por el Espíritu que movió a educa-dores, trabajadores de la salud, padres, misioneros... ese Espíritu que nos llama y espera en el rebaño más amenazado.
Nacho

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