miércoles, 22 de marzo de 2017

Buscando dentro las semillas del Reino, fuente de nuevas posibilidades...

He tenido la oportunidad de viajar a Uruguay, con motivo de la Ordenación sacerdotal de Fray Adeildo Do Santos, nunca había pensado estar en este país, del cual no se mucho, pero aquí estoy, y no me la creo.
Cada día de este viaje ha sido una experiencia nueva y renovadora, desde sus paisajes, sus comidas, sus costumbres, y obviamente desde de sus habitantes con todo lo que son y hacen.
Todo comenzó en Colombia, cuando fui invitado por Adeildo a acompañarlo en su ordenación. La presencia de Dios, que nos da muchos gustos sin merecerlos, no se hizo esperar, ya que unos amigos me pagaron el pasaje y aunque pensaban viajar conmigo, ellos no pudieron hacerlo. Sin contra tiempos ni traumatismos viajé Bogotá, Lima, Montevideo, Rio Branco, todo un día entre aeropuertos, gente y lecturas porque curiosamente no tuve con quien conversar en las salas de espera y menos en los aviones, ya que de Bogotá a Lima, la pareja que venía al lado no hizo sino dormir, y de Lima a Montevideo me tocó la compañía de dos sillas vacías, así que dormir, orar, leer y divisar por la ventana.
Pero Dios me tenía reservada una muy grata conversación tan pronto llegara a Uruguay, el Padre Nacho, quien me recibió en el aeropuerto de Montevideo y conduciría el auto hasta Rio Branco, me hizo sentir como en familia, ya que su sonrisa y su amena conversación me auguraba un buen viaje lleno de aprendizaje y descubrimientos.
Las diversas preguntas y respuestas sobre nuestros mutuos países y realidades eclesiales se fue sirviendo como alimento y nos servía de mesa esta inmensa planicie uruguaya, hermosamente adornada de brillo y verdor.
En medio de todo lo compartido vendría lo mejor, al borde del camino una pareja de caminantes, una chica muy europea y un chico muy latino, dos mundos en una pareja. Estaban solicitando quien los adelantara un poco en su camino. Por la conversación en el recorrido nos dimos cuenta que llevaban unas seis horas esperando quien les daba un empujón en el auto.
Mi primera sorpresa y choque mental ocurre cuando Padre Nacho dice pleno de alegría y movido como por la fuerza de un rayo.. vamos a llevar estos caminantes…y sin demora se detiene, y baja para abrirles el maletero. Ocurre en mi interior algo propio de mi ser colombiano acostumbrado a la violencia en los caminos, ..pero como los vamos a llevar sin conocerlos, pero justamente era lo que estaba pasando conmigo, me traen en este auto sin conocerme…..entonces, ¿por qué a ellos no? Y ocurrió mi primer des aprendizaje.
Inmediatamente reemprendimos el camino, comenzó también el diálogo, direccionado por el Padre Nacho a descubrir quiénes éramos, de dónde veníamos y obviamente terminaríamos descubriendo para dónde iríamos. Me quedó de este encuentro con los chicos caminantes un sabor de confianza pues no todo el que vemos en la calle con morral y cabellos largos es un chico malo, aquí íbamos con dos que querían vivir de manera diferente y artos de mundo y bullicio para vivir en comunidad cuidando y cultivando la tierra. Me renové de esperanza porque vi que la amistad, el encuentro de corazón con el otro, rompe fronteras y acorta las distancias, me llene de su ejemplo porque nos abrieron el corazón, nos compartieron con sinceridad sus temores, angustias e ideales, nos mostraron que es posible compartir hasta lo más mínimo y refrescante como fue el agua que traían sacada de un pozo y envasada con el sabor a profundidad.
Cinco horas de viaje por las planas carreteras uruguayas, cinco horas de preguntas y respuestas, cinco horas de sonrisas y silencios reflexivos, cinco horas para llegar a descubrir que es mas lo que nos une que lo que nos divide, pues aquello que comenzó como mero transporte se convirtió en ocasión para pensar en salvación y vida eterna, en buscar dentro las semillas del Reino, en fuente de nuevas posibilidades, porque cuando los dejamos nuevamente al borde del camino ya no éramos desconocidos, ya no era un ellos, pasó a ser un nosotros, ellos se llevarían algo de nosotros, nosotros nos quedábamos con su agua y su historia.
Unos chicos del camino me hicieron recordar al ciego Bartimeo, que su encuentro con Cristo lo sacó de vivir al borde y lo puso en el camino. Así mismo hoy somos más los que en el encuentro con el hermano podemos experimentar dejar de estar al borde del camino y comprometernos para avanzar juntos por el centro del Camino.

NOTAS DEL VIAJE A URUGUAY
Pbro. Jorge Ernesto Zapata Ochoa
Nota 1


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