martes, 27 de junio de 2017

Crecimiento Personal

La ciudad de Buenos Aires siempre me recibe con toda su inmensidad, de tanta belleza pero también de agresividad, su ritmo apurado, un tiempo al que no estoy acostumbrado. Pienso en que como se sienten los guaraníes bolivianos cuando llegan a Uruguay.

Pero el choque se suaviza en el encuentro con María y Ruben, que me esperan a la salida del barco. Son los encuentros esos refugios que nos permiten afrontar mejor el camino, las grandes pruebas.

Fueron lindos días de compartir lo cotidiano: el trabajo, las fiestas, las guitarreadas, los amig@s, los dolores, los silencios. También hubo tiempo para recorrer la ciudad, desde el centro y también en la periferia. Nos permitimos soñar con viajes, futuros destinos, hasta pensar en incluir los títeres en el próximo campamento. Me pareció gran idea la de María porque integra a grandes y chicos.





Y después de despedirme de María y Ruben, partí hacia San Miguel a participar del taller de crecimiento (TCP) con los jesuitas.


Realmente fue un taller intenso, puedo decir sin exagerar y hasta con miedo de quedar corto, de que fue una las experiencias más intensas de mi vida.

Habría mucho para decir, pero este tipo de experiencias es mejor vivirlas que escucharlas por otro. De hecho no se puede explicar con palabras, pero algunas de las enseñanzas que me surgen ahora son:


  • No hay nada complicado cuando del cuerpo se trata, son las cosas más simples las que nos pueden curar: conectar con nuestro niño/niña olvidada, dar y recibir abrazos, expresar aquello que nos va quemando adentro.


  • Algunas cosas que estoy aprendiendo: a pedir permiso a los lugares para habitarlos, a pedir permiso al cuerpo para tocar partes heridas y también a agradecerle por el Manantial que lo habita, que nos habita y conecta.



En el taller nos enseñan que tod@s formamos parte de una gran Caravana, que vamos juntos y donde "nadie puede quedar atrás". A veces acompañaremos los procesos de otros y otras que van más lento, otras nos empujarán para que no nos perdamos en la soledad. "No se queden solos" nos decía alguien, hay muchas "Betanias" donde refugiarse, esos lugares donde podemos ser nosotros/as mismos/as con más facilidad.

En estas experiencias no hay "sabios" o "iluminados", el grupo mismo hace de terapia, porque nos escuchamos, porque no hay lugar al juzgar (aunque a veces hay resistencias), porque nos aceptamos cual somos reconociendo que también fuimos heridos y estamos para sanarnos entre todos. De esa forma crecemos en tolerancia, en amar a la otra, al otro tal cual es.

Creo que no me hace falta más nada para creer que en la vida hay muchos signos de resurrección.

Erik

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