viernes, 18 de noviembre de 2011

NUESTRA SALVACION

Que lindo recordar aquel viaje que hicimos con el abuelo en su «cachila».

Fuimos a «comprar» unas cositas a la frontera. El recorrido era: Melo - Aceguá por el camino de los «quileros».
El andar de la Ford T era lento pero parejo. El camino en aquellos tiempos era de tierra y el vehículo adelantaba a 40 o 50 de promedio...
Una gran enseñanza me dejó el abuelo en aquel viaje:
   "por el encuentro con los mochileros y
 su cajoncito de herramientas."
Tempranito con el canto de los pájaros estábamos en la ruta Nº 8. En Buena Vista recibíamos la señal de humo indicando que debíamos de dar de beber a la For T y lo hicimos.
Inmediatamente sucede que encontramos a la orilla del camino a dos «haciendo dedo». Con su pinta media hipi, de barbas largas, ropa vaquera, guitarra y mate.
El abuelo se detuvo, acomodó nuestro equipaje en el valijero y les hizo un lugar.

Cruzando Noblía , a pocos kilómetros de nuestra meta, por descuido del chofer pisa una piedra y ésta le desvía la dirección y terminamos fuera de la carretera en una cuneta.
El eje delantero había quedado dañado. El abuelo con serenidad sacó un cajoncito con herramientas lleno de tuercas, tornillos y demás respuestos viejos.
Misteriosamente con aquellos elementos que otra persona hubiese tirado se «remendó el cachilo».
La providencia nos acompañó con la ayuda de los dos «mochileros» que llevábamos de pasajeros. Sin ellos hubiese sido imposible volver al camino, ya que la cuneta era profunda.

Aquel día aprendimos que Dios es providente y siempre nos ayuda a llegar a la meta. La mano de Dios es la sabiduría de «valorar aquello que otros desechan».
Dios se manifiesta providente en ese: «que necesita algo de nosotros y al final es el que nos dará la mano que necesitamos».

Es algo de lo que nos dice Jesus sobre la vida eterna. Todo depende de la relación que tengamos con los que están fuera del camino y quieren andar junto a nosotros:

"los hambrientos, sedientos, forasteros, carenciados, enfermos y los que están en la cárcel".
 (Mateo 25, 31 - 46)

Equivocarnos, salirnos del camino y pasar de esta vida hacia el cementerio nos pasa y pasará a todos.
Jesús nos enseña que para salir de ese pozo y vivir eternamente dependerá nuestra relación con:
«los más pequeños en posibilidades», esos que podríamos llamar «tornillos rotos»:
SON NUESTRA SALVACION
Nacho- Tribuna Popular - Río Branco

No hay comentarios:

Publicar un comentario