viernes, 6 de julio de 2012

¿Soy una mercadería al mejor postor? Domingo 8/7/012


 
LA SABIDURÍA, la verdad, el amor puede nacer en cualquier persona a cualquier edad... La realidad nos muestra casos realmente sorprendentes.

Pero culturalmente, según los educadores que tengamos y después los que elijamos. Pues tenemos tendencia a encasillarnos y encasillar a los demás.

“De tal palo tal astilla saldrá” y encasillamos a un niño por la vida de sus padres o familiares. Si nos educaron en la mendicidad todo el que nos da algo es bueno sin importarnos su procedencia y el interés de fondo. Si nos fanatizamos en una bandera política, deportiva, religiosa o social a los nuestros les justificamos todo a nuestros dirigentes y a los otros siempre le encontramos la quinta pata al gato.
Esto que ocurre en nuestra época también ocurría hace dos mil años del otro lado del planeta en tiempos de Jesús. Se consideraba que de Nazaret, de esa región, no podía salir persona buena. Se consideraba que un obrero común o el hijo de un obrero no podría lograr sabiduría alguna que fuera más haya de su oficio. Nuestro Dios que es liberador quiso por medio de su propio hijo demostrarnos que la sabiduría, la verdad, el amor son sembrados en toda persona humana y que pueden florecer en los lugares yen las personas más inesperadas.

Jesús eligió el lugar de los últimos desde su nacimiento hasta su muerte para desestructurar nuestro pensamiento, para abrirnos a los milagros de la vida, del amor de las personas.
(Marcos 6,1-6)
Una persona con capacidad de ser rey puede nacer en la extrema pobreza de un pesebre y un hombre que sólo buscó el bien puede ser llevado por las autoridades a la muerte de cruz como un ladrón o asesino más.
El evangelio nos invita a tener cuidado de encasillar y dejarnos encasillar por los demás. Cada día toda persona humana es capaz de ser buena gente o de ser un egoísta. Es cierto que nuestra historia recibida y de opciones nos va flechando, pero nunca nos determinan para siempre, cada día es un nuevo día.
También se habla mucho de la escandalosa creciente diferencia económica que hay entre los más ricos y los más pobres. Unos gastan en un día de fiesta lo que otros gastan en toda su vida. Unos mueren por comer de más y otros sobreviven por no tener el pan de cada día... Nada de esto es novedad ya que desde que el mundo es mundo existe, con gobernantes que acentuaron estas diferencias o las estrecharon.

Pero el evangelio nos interpela personalmente y a los grupos que pertenecemos ¿para quién es la sabiduría que he recibido y cultivado? ¿Soy una mercadería al mejor postor? ¿Para quién es el amor que habita en mí corazón? ... La ley de mercado dice que todo tiene su precio y quien más dinero tiene más derecho a tener lo mejor tiene.

El Cristiano debería marcar la diferencia y hay muchos que la marcan compartiendo su saber intelectual con los más infelices, con los que no pueden pagar. Hay muchos que entregan su tiempo su amor a los más carentes, a los más golpeados, a los que menos amados...

Muchos que actúan Cristiana-mente no conocen a Cristo y otros que dicen su nombre llevan su cruz o tienen alguna pintura de Él, son presos de su educación clasista por lo tanto se pierden de ver y de apoyar el milagro permanente del Espíritu de Dios en la historia que hace florecer la sabiduría, la verdad y el amor en los lugares y personas más inesperadas.

Estemos en alerta no vaya a ser que las enseñanzas del profeta Jesús no sean vividas en los que nos consideramos suyos... Ya lo dijo Él: mi profecía, mi estilo de vida, mis opciones son despreciadas, olvidadas, desfiguradas en mi pueblo elegido, en mis comunidades cristianas en los templos que se dicen mi casa, ¿Quiénes son considerados los primeros?.
Nacho

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