jueves, 5 de marzo de 2015

Jesús nos invita abrir el corazón a sus preferidos y a los que hacen algo con ellos...

Cuentan los ancianos que se puede discutir y decir largo rato sobre porqué hay hombres que se parecen a cucarachas o son tratados como tal. Los porqué seguramente vendrán con miradas desde el lugar, saberes con  que se lo mire y de los intereses de quien dice una palabra. En los tiempos antiguos, al igual que en los tiempos de hoy,hubo y hay hombres revestidos de grandes pobrezas. Datos, estadísticas numéricas y filosóficas de porqué los empobrecidos son pobres, los hay con voces de la derecha de la izquierda, de arriba y de abajo mismo.

Cuentan los abuelos, que hace un buen tiempo, más de dos mil años, caminó entre nosotros un hombre llamado Jesús, el cual vivía de tal manera y predicaba tan distinto que los hombres considerados cucarachas se le acercaban por donde pasaba. Y este hombre en ese encuentro los hacía descascararse de su revestimiento de pobreza y ellos volvían a integrarse a la sociedad como uno más. Si bien este hombre de Nazaret pasó haciendo el bien, este bien desestabili a las estructuras de poder sostenidas sobre los más empobrecidos. Desde el poder político dictador, hasta los organizadores del templo que lucraban con la fe de pueblo, se sintieron amenazados.

Cuentan los abuelos, que la semilla que muere en el surco, con gratuidad y por amor al pueblo es la que a su tiempo da los mejores frutos. Ahí está basado el misterio de la fe cristiana, en la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor. Pero a lo largo de la historia aquel movimiento humano que atraía a los considerados cucarachas y los hacía vivir una vida realmente humana: compartiendo los bienes, la ternura y la oración, ese movimiento se institucionalizó, volvieron los templos, la jerarquía y la ley. Entonces unos cuantos empobrecidos quedaron fuera o fueron usados como en otras estructuras. La causa fue que se metieron dentro de la casa hombres realmente cucarachas. No como las primeras que buscaban la misericordia, la sanación,  y como otras muchas que todavía las hay en las comunidades. Estas cucarachas hipócritas se presentan como puros, sanadores, buenos, colaboradores, hasta quizás dan limosna,  por lo tanto se suben al pedestal sintiéndose mejores que otros, con una actitud de juicio a los que no son de su pensar. Esto los lleva a apartarse del mundo considerado demoníaco su carnaval, sus fiestas y correctas sus estructuras políticas, gremios y comisiones. El ego los enceguece, y les alimenta el odio, la mala lengua descalificativa y pesimista.
Cuentan los abuelos, que aquel Jesús por medio de sus elegidos y enviados, por medio de su verdaderos discípulos  y discípulas, siguen viviendo y predicando de tal manera que las verdaderas cucarachas de saco y corbata, de túnicas blancas, con prestigio y poder social, se inquietan ante los profetas de hoy.  Así como aquel hombre una vez ent al templo y sacó violentamente a los que usaban la religión para enriquecerse materialmente y enfrentó a los que se consideraban puros creyéndose intermediarios entre Dios y los hombres. Hoy en día los profetas de hoy, con sus imperfecciones son los que ponen el mundo al revés. Acogiendo a los considerados cucarachas acompañándolos a que se sientan personas, a que tengan un trabajo, educación, casa, salud más humana, sabiendo que la pobreza mayor no es la material sino un modo de pensar, que cuando fuimos tratados como cucarachas por mucho tiempo, esa mentalidad lleva años en sanar y a veces se dará en el paso generacional.

Cuentan los abuelos, que hoy ese mismo Jesús nos invita a abrir los templos, los patios, los salones, las casas… abrir el corazón, las comunidades,  a sus preferidos y a los que hacen algo con ellos, porque aunque no digan el nombre de Jesús, quien hace algo por los más empobrecidos lo hace por Dios. Y a no tener miedo de tomar el látigo de la palabra y decidir expulsar del templo a las cucarachas que se creen puras, y son sectarias, que se esconden diciendo:señor, señor, pero sin reconocerlo en el otro distinto, más empequeñecido.  (Juan 2, 13 - 25)
Nacho

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