lunes, 23 de marzo de 2015

¿Semana de Turismo o Semana Santa?

¡¡¡¡¡¡¡¡ ALEGRENSEN !!!!!!


Dos jóvenes discutían si estaba llegando la Semana Santa o la Semana de Turismo. Cada uno argumentaba según su vivencia y lo que veía en su entorno. Lo que más llamaba la atención era que ambos se sentían molestos al escuchar el nombre distinto que el otro le daba.

El abuelo, sentado al solcito, mateaba y escuchaba en silencio. Y luego que los jóvenes se cansaron de intentar convencer al otro de su creencia y con cara larga hicieron un poco de silencio, el abuelo con una sonrisa picaresca y un tono de agua mansa en primavera diciendo:

“En aquellos tiempos, cuando una reina o un rey visitaba un pueblo, por algún motivo brotaba por todas partes la alegría. Los adultos contaban en las sobremesas cómo había sido la visita anterior mientras que los jóvenes soñaban que esta visita sería la mejor. Los niños que escuchaban los relatos y deseos presenciando a todo el pueblo en movimiento, presentían que algo bello estaba por acontecer. Cuando la reina o el rey llegaban a aquel pueblo, los rostros y los gestos acompañados de algunas palabras y aplausos salidos del corazón dejaban de manifiesto que aquella visita era esperada y querida. Y por supuesto que cuando la reina o el rey eran acogidos por todo esto, su corazón aumentaba su latido, se dibujaba una sonrisa en su rostro e incluso más de una vez en aquellos encuentros una lágrima se deslizaba por la mejilla. La felicidad profunda y sincera es bellamente contagiosa de la misma manera.”

Los jóvenes escuchaban con atención, sorprendidos y sin entender por qué el abuelo, que era considerado sabio, había terciado en la discusión hablando de algo que aparentemente no tenía nada que ver con el tema en discusión: Semana de Turismo o Semana Santa?

Cuando una persona quiere decir algo y se siente escuchado, todo su cuerpo, su tono de voz y sus pausas se embarazan de una energía que comparte contenidos inéditos incluso para quién los dice. Cuando encontramos oídos abiertos y miradas a los ojos en un clima de silencio nos sentimos invitados a dar lo mejor de nosotros mismos. Entonces el abuelo, al igual que todo ser humano normal, continuó el relato:

“Hace un buen tiempo, cuando un tal Jesús de Nazaret entró a Jerusalén montado en un burrito acompañado de sus discípulas y discípulos, la alegría a su paso se encendía en la interioridad de aquellos que agitaban palmas y olivos queriendo acercarse para tocar a quien aclamaban como nuevo rey. Las madres elevaban hacia lo alto a sus niños pequeños para que pudieran contemplar el pasaje por aquel lugar de ese hombre manso y humilde que hacía renacer la esperanza en la sociedad justa y fraterna. Seguramente dentro de Jesús los sentimientos más diversos danzaban unos junto a otros. Y como decíamos y se seguirá diciendo que la alegría verdadera y profunda siempre es contagiosa, aquel hombre de oficio carpintero a la llegada a aquel pueblo se sentiría sumamente contento.”

El joven que defendía radicalmente que la semana venidera debería llamarse Semana Santa, porque así lo era desde su nacimiento, picarescamente sonrió mientras que el otro que hablaba desde la realidad claramente visible de que la mayoría de las personas, incluyendo a los cristianos, en esa semana hacen turismo, descanso, trabajo, festival o están pendientes de la vuelta ciclista del Uruguay, cuando escuchó al abuelo recordó el domingo donde se bendicen los ramos en los templos cristianos. Cuando todo parecía que uno de los jóvenes había tenido el gran respaldo del hombre considerado sabio y el otro por lo tanto culminaba siendo un perdedor, el abuelo se puso de pie, tomó su sombrero y su bastón diciendo:

“El reino de Dios no es tan cerrado en ritos religiosos de ninguna Iglesia; el reino de Dios es como aquella reina o como aquel rey, como Jesús en el domingo de ramos primero donde desbordaba la alegría en todos los que lo recibían, por lo cual la semana será santa, el día será santo, cada encuentro será santo si brota de tierra bien adentro la alegría sincera y fraterna y esto se puede dar realizando una actividad laboral, participando de un evento deportivo, en una acampada o en una celebración litúrgica, donde brille una mirada, donde se intercambien palabras, donde se encuentren dos manos diferentes, donde haya una actividad humana vivida con alegría y esperanza creemos que ahí resplandece por un instante lo vivido, deseado, proclamado y dado del misterioso y maravilloso reino de Dios, reflejo de la vida eterna para cuando nos llegue nuestra propia Pascua, siendo el ingrediente que marca la diferencia entre un creyente y alguien que no en consciente que su vida viene de Dios.
 La diferencia está en que el que cree tiene doble motivo para ser feliz. El de la realidad de amor, de experiencia de libertad, de solidaridad, de ternura al igual que el que no cree que también disfruta de todo esto. El creyente multiplica su felicidad imaginándose con fe que Dios está muy contento. En nuestra pequeñez, en la libertad que Dios nos Dio está la posibilidad que siendo lo que somos hacer feliz a nuestro creador.”

Los jóvenes se miraron a los ojos y, sin necesidad de palabra alguna, se acercaron y se unieron en un abrazo. Ambos habían comprendido que no era cuestión de nombres sino de contenidos, que no es el que dice “Señor, Señor” sino el que hace la voluntad de Dios el que apunta a ser una persona realmente humana. Pongámosle alegría, pongámosle amor a lo que hacemos. Alegrémonos y no olvidemos que la alegría y el amor son los sentimientos más contagiosos para aquellos que los buscan y están abiertos. Todo llega a su tiempo.

Feliz semana…en lo que hagas!!! Nacho

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