Dicho misionero que llamaremos Juan, prestaba su servicio en una parroquia de su Diócesis en un país de europa, y en un momento de su vida lo sorprendieron proponiéndole ir a estudiar Misionología. Le dolió dejar la pastoral que estaba llevando adelante, pero inmediatamente dijo que sí. Su diócesis venía sufriendo la pérdida numérica de sacerdotes y fieles, como en toda la región.
Sin culminar los estudios, hubo un tsunami en Filipinas y se necesitaba misioneros. Juan se puso disponible y fue enviado. Su iglesia diocesana, compartió desde su pobreza. Los primeros meses estuvo misionando en lo social, ayudando a distribuir ropa y alimento a las distintas poblaciones afectadas.
Después que se termina la ayuda que llegaba del exterior, le piden quedarse ahí, acompañando a un sacerdote mayor del lugar. Tubo mucha dificultad con las costumbres culturales y el idioma. Si asumió inmediatamente la palabra principal para los filipinos: La sonrisa.
Cuentan sus escritos que muchas veces en la oración se preguntó ¿Qué hacía ahí?, sin poder hablar con la gente, sin tener nada material para dar ante tanta necesidad. Por problemas políticos y religiosos es apresado, torturado y asesinado.
Cuenta Madalena, que la muerte de Juan toco profundamente su pueblo, su cultura e incluso su religión. ¿Como será el Dios de este misionero, que vino a compartir con nosotros el momento más difícil cuando el tsunami, y estuvo dispuesto a derramar su sangre por lo que creía y por la lucha de nuestros derechos? A partir de su muerte la iglesia se volvió fecunda.
REFLEXIÓN:
1- Todo misionero debe tener un vínculo y compromiso con una comunidad, una iglesia local.
2 - La disponibilidad para la formación es parte del ser humilde y querer transmitir el mensaje de cristo a través de la iglesia.
3 - El verdadero misionero se ofrece a ser enviado a las periferias, a las realidades de dolor, de necesidad.
4 - La misión es servicio al igual que Jesús, sin ser una ONG, lo social es parte de la misión.
5 - La fecundidad del Reino de Dios, no es causa primera de los necesarios planes pastorales, de una buena predicación o celebración litúrgica, la fecundidad la da el Espíritu Santo a su manera.
INVITACIÓN:
A la integración y disponibilidad al servicio en una comunidad local. Buscando tener una vida espiritual, de ESCUCHA al Espíritu que responde a las necesidades de las distintas realidades. Discerniendo con la iglesia. Teniendo claro que los caminos de quien se deja guiar por el Espíritu no son lineales, ni exitosos según el mundo, ni muy visibles, son caminos en la fe, paso a paso. Vivir según el Espíritu es estar ahí, testimoniando a Jesús, donde nos toca.
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