ESCRITO PARA
LOS INSATIFECHOS
Recuerdo que nos encontramos en la
calle con un niño “con hambre”. Íbamos de camino al supermercado a comprar una oferta de fideos. Lo invitamos al niño para que nos acompañara y
eligiera algo de comer. Sorprendido, el niño, se puso a caminar a nuestro lado,
sin dejar un instante de hablarnos, contarnos cosas, estaba feliz...
Al entrar y encontrarse con aquel
lugar bien iluminado, con techos muy altos, casi hasta el cielo, con un clima
agradable, que invita a quedar todo el tiempo necesario … y más. Al niño no le daban
los ojos para ver tanto, quedo mudo, sonreía, pero a su vez parecía llorar. Con
sus manos refregaba sus ojos, se rascaba la cabeza, acariciaba su panza.,,
Nos miro como preguntando ¿Qué hacía?
Era primera vez que podía entrar a este lugar. Estaba descalzo, con su ropa
sucia y rota. Más de una vez intento entrar, y la seguridad se aseguro de
mantener limpio el lugar. Ni siquiera en el estacionamiento podía hacer algunas
monedas. Alguna ves pudo tener el privilegio de comer algo de “las sobras” en
los contenedores. Algo dañado o pasado de la segunda fecha de vencimiento. O ver la propaganda por televisión.
Lo miramos sonriendo, e intentando
trasmitirle confianza y serenidad, le propusimos que eligiera algo para
alimentarse. Inmediatamente tomó lo que estaba más cerca, ahí en la primera
góndola, a la altura de sus ojos. Que se pueden imaginar cuanto de buen
alimento tendría. En un instante lleno su buzo que utilizo como canasto, lo
lleno de distintas cosas.
Nos miró nuevamente sonriendo, pero
como llorando... y al ver nuestra aprobación a dejarlo libre, camino
unos pasos y otros… dejaba caer cosas para hacer lugar a otras. Los paquetes
grandes y con papeles brillantes eran muy atractivos, pero exigían mayor lugar
y por lo tanto mayor desprendimiento. Se perdió en el supermercado, en esa
dinámica de agarrar algo nuevo, descartando lo primero elegido.
Nosotros nos dirigimos al fondo,
pasando por muchas góndolas… Allá en el fondo estaba la oferta de fideos que
buscábamos. Rodeada de productos complementarios para cocinar con fideos. Desde
diferentes quesos, hasta bebidas de todo tipo, sin faltar los postres. Confieso
que nos costó, no sumar nada a lo buscado, ayudo que entramos simplemente
tomando un canasto y no un carrito. Nos volvimos enseguida a la caja, a pagar y
a esperar a nuestro niño amigo.
Después de un tiempo, aparece un
guardia de seguridad, que asegura se pueda consumir todo lo que de alcance
nuestro bolsillo o tarjeta de crédito, controlando que no estén ahí los que no visten bien... El niño llorando, tomado
del brazo por aquel hombre grande y serio, que se sentía importante haciendo lo que el patrón le indicaba, uniformado con un buzo blanco. El niño apretaba con sus manos el buzo sucio y roto lleno de cosas, al vernos nos comenzó a gritar pidiendo auxilio.
Nos acercamos a él, le explicamos al
guardia de seguridad que nosotros nos encargaríamos de pagar lo que el niño
había elegido. Tuvimos que aguantar un sermón, de que el niño había desordenado
algunas góndolas, al tomar cosas nuevas, ponía las que traía de otro lugar, y
dañaba la imagen de venta, perfectamente diseñada...
Pagamos la cuenta del niño, viendo que
la mayoría de las cosas era comida chatarra, con endulzantes y colorantes
artificiales en demasía; muy bien envueltos, en paquetes mucho mas grande que
la necesidad de contenido, con fotos de personas famosas de la farándula o el
deporte. El niño estaba desperado por comenzar a comer algo. Si antes tenia
hambre, ahora tenia: ansiedad, stress, locura.
Caminábamos hacia afuera, y el niño
probaba uno y otro envoltorio, quería comer de todo. Lo dulce se mezclaba con lo
salado, no había tiempo para saborear nada. Al final no era él, que elegia de
que alimentarse... Al rato tenia la barriga llena, pero se exigía a seguir
comiendo. Bebía un energizante, no de muy buen gusto, pero era el que había
visto por la televisión, consumido por una mujer, que el soñaba algún día fuera semejante a su
esposa. El hambre no se había calmado…
Nosotros, respetando su libertad, lo
invitamos a ir a casa, a comer fideo con tuco. Con una gallina criolla que nos
había regalado. Un lindo mantel de colores, jugo de naranja y buen vino. Era
domingo y habría una larga sobre mesa. Luego siesta y seguido de un picadito de
futbol (aunque era día de clásico, elegimos no ser espectadores, consumidores y
si, protagonistas, en medio del barro de nuestra canchita, la del barrio, sin marcas y con arcos con
las camisetas que nos quitáramos.
El niño con hambre, entro en crisis, por primera ves tenía que elegir entre seguir comiendo lo que le ofrecían las góndolas del supermercado y los fideos con tuco en familia que le ofrecíamos en el barrio...
.........................
REFLEXION: Hay hambre de Amor, de sentido
verdadero de la vida... Hay supermercados de ofertas de felicidad, de
espiritualidades…fácilmente caemos en adiciones, que nos separan de otros...
Nuestra iglesia a veces excluye de la
mesa, o en sus templos se es espectador y no se da encuentro, ni entre las
personas, ni con los de pies descalzo, ni con el Dios de Jesús; los guardias de
seguridad hacen muy bien su trabajo, las líneas de juego están bien marcadas y las
camisetas que distinguen a los tenidos por los mejores jugadores, son bien
blancas...
Ojalá podamos encontrarnos con aquel
que nos ayuda a un buen discernimiento, para alimentarnos bien. Sin sacarnos del supermercado, no hace
libre ante las góndolas de ofertas chatarras bien envueltas, incluso con
propaganda de espiritualidades... Él mismo se ofrece como purgante, infinitamente misericordioso, para limpiar nuestras malas comidas. Él nos da la sabiduría para tomar del mundo lo necesario con el fin de
crear espacios de encuentro, de fraternidad, sin excluidos, que realmente nos
alimenten el cuerpo y el alma. Un signo de ese encuentro será la libertad, el
respeto y el tiempo para estar con otros... con presencia de niños con pies descalzo, que no son aceptados en el templo del supermercado...
Hay hambre de abrazos, pero no hay
tiempo para la previa, se negocia el amor a alto precio del cuerpo y los afectos. El
supermercado con sus luces, promesas de felicidad, de cielo, es nuestra
adición permitida y recomendada, es suicidio que nos roba la vida.
Como decía el Cacho Alonso: “crece el
ateísmo a la persona”. El poder, nos pone unos contra otros, nos centra en el
tener y eso nos va haciendo “ateos de nosotros mismos” … Cada vez nos queremos
menos y necesitamos más para sentirnos personas.
Por eso es fundamental encontrarnos con alguien “que crea en nosotros” para ir creyendo en nosotros mismos, en los otros, en ese Dios que cree en nosotros. Crear espacios con él en el centro, espacio de inclusión, de fiesta.
Esa es la Espiritualidad del Dios de
Jesús, al alcance de todos, pero que muchas veces hombres de iglesia se quieren
quedar con él y ofrecen golosinas como alimento, otras mediaciones o
directamente mentiras, que son muy de amontonar gente… pero que no quitan el
hambre de Dios, y no nos hacen más hermanos universales.
Liberarse del ego y el consumo, es
posible, si experimentamos que alguien confía en nosotros, comenzamos a amándonos hoy donde y
como estamos. Solo quien hoy se reconoce con hambre, puede buscar el verdadero
alimento de vida eterna.
Nacho
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