martes, 26 de julio de 2011

Cuando el hombre trabaja Dios lo respeta, mas cuando el hombre canta Dios lo ama


“Vamos de hoguera en hoguera porque nuestra vida es un peregrinaje eterno, por eso es solo una ilusión más que sientas que te quedaste en alguna parte…”

Compré el libro de donde transcribí este texto en el teatro “Metro” el 28-05-2011 donde Facundo Cabral se presentó por última vez en Montevideo, le pregunté al muchacho que los vendía ¿para dónde siguen?, me dijo que iban a Cordoba y luego hacían Centro América.

En los últimos 24 años he visto todas las esporádicas presentaciones de Facundo en Montevideo y nunca me quedé a saludarlo, pero esta vez lo hice. Esperé a que se disipara la gente, le arrimé su libro y me preguntó mi nombre, apoyó el libro sobre su bastón para ayudarse con él, dejando así su firma con dedicatoria.

Le di la mano y las gracias por todo. Ese agradecimiento incluía varias cosas que pasan por lo que un trovador puede comunicar desde las tablas de los escenarios.

Un mes y poco después de esa ocasión veo en un diario la foto del cuerpo de Cabral colocado en una estación de bomberos en Guatemala. Cuando lo mataron llevaba puesta la misma ropa con que lo recordaba y su bastón estaba a unos metros. Recordé algo que él decía siempre: “el bien se construye a sí mismo, el mal se destruye a sí mismo, por cada bomba que estalla hay millones de caricias que construyen la vida”. Las balas que iban dirigidas a Henry Fariña (quien organizó la gira en Centro América y arrimaba a Cabral al aeropuerto) ese mismo ataque mató al hombre que hizo de los escenarios una fiesta para celebrar la vida, el amor y la “invencible alegría”. Como tantas veces la violencia se presentó como un absurdo sin sentido.

Quisiéramos recordar que “hay tantas cosas para disfrutar y nuestro paso por este mundo es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo”, pero aun así nos duele la violencia de nuestro continente, de la cual esta muerte es cifra. Más allá de esto, el cantor vive en sus canciones y el trovador en sus narraciones.

El artista sabe que su honestidad radica en lograr comunicar aquello que se desea transmitir y que “para cantar hay que perder todo el miedo”, Facundo lo consiguió. Nos contó las historias de su pueblo, un lugar por momentos asemejado al Macondo de G.G Marquez, historias de gente sencilla, porque “en la sencillez está más cerca la felicidad, ya que el dinero nos distrae con muchas preocupaciones”; nos cantó una canción de cuna que se hizo a sí mismo cuando a los 17 años un vagabundo igual que él, le avisó que no era un miserable, sino el hijo de un Rey, un príncipe, al igual que todos sus hermanos y en ese momento nació; nos contó que “fuera de la felicidad solo hay pretextos” y que “el arte es el fruto mas apreciado del amor”.

Siempre me dio mucho placer ver como se producía una verdadera fiesta en cada recital de Facundo y me gustaba mucho ver a la gente comportándose como si se conocieran de siempre aunque nunca se hubiesen visto antes, un rato sin desconfianza ni pruritos con los otros, un rato que ayuda a vivir con menos prejuicios el resto del tiempo.    

Facundo es la cifra de cómo la palabra puede recordarle al corazón, que no existen más límites que los que nos creemos.

Los que conocimos a Facundo en su peregrinaje de trovador sabemos que no habrá otro como él, ya que el encuentro con un hombre libre nunca dan ganas de ser el otro sino de buscarse a uno mismo y asumir el riesgo que supone la propia libertad, el trabajo que supone el amor, la alegría y todo lo indispensable para vivir.

¡Como llamó la atención lo de Guatemala!

 Facundo contaba de su abuelo el coronel, que era un hombre que solo le tenía miedo a los boludos ya que son muchos y de diversas especies, dadas las circunstancias me permito agregar la categoría “boludo armado” de quienes el abuelo diría “viste lo que te pasó, yo te lo dije”. Lo que no sé, es lo que diría el mismo que fue víctima.

 ¿Cuanto habrá quedado del cantor en tantos y tantos lugares, en tantas personas…?

El último espectáculo que llevó por el mundo y más de una vez a Uruguay, se llamó “Terriblemente solo… Maravillosamente libre…” aunque siempre dejó claro que él no llevaba sus espectáculos, sino que las canciones lo llevaron  a él, especialmente “no soy de aquí ni soy de allá”; estaba profundamente agradecido al poder descubrir un mundo repleto de maravillas.

Los personajes que aparecen en sus canciones y narraciones, son personas comunes que no ocultan sus defectos ni disimulan sus límites, muestran de forma simple las posibilidades de lo cotidiano, la belleza que siempre se deja seducir por el ojo atento y por el corazón agradecido.

Facundo nunca ofreció nada ni pidió nada, solo cantó su canción y siguió su viaje, en esas letras no hay consejos, lo que generan sus canciones es un espacio donde los profetas no son decapitados por el rey, un espacio donde la fe no es una doctrina y unos ritos vacíos sino una cualidad para buscar el mejor rostro de lo humano, aunque el mundo presente múltiples dificultades y dolores. En sus textos siempre hay una esperanza que ayuda a levantarse todos los días y el amor que se presenta en infinitos rostros y formas diferentes. Sus palabras declaran que el hombre es lo que ama y se lo conoce por todo aquello que ama. Cuando extrañemos al Facundo de las historias que nos hacían reír, conmovernos y ver a todos más bellos, lo podremos encontrar en la pampa, en el invicto silencio, la milonga, todos los artistas, en la Teresa de su pueblo y en la de Calcuta, en la libertad sagrada, en la invencible alegría, en el fuego, en la montaña, cerca del Hijo del carpintero y del Padre de la mar… Es decir que al enamorado de muchas cosas es fácil hallarlo. 
  
Todo lo dicho aquí salvo aquello que está entre comillas (dichos de Facundo Cabral), es apenas la percepción de un escucha, hablo desde lo que vio el espectador de un trovador. Me cuido de las definiciones que condicionen lo que el mismo trovador es para otros, y me cuido más aun de definir su actual condición, apenas soy testigo de que se hundió definitivamente en el misterio, pero se que siempre se llevo bien con eso.

 “Cuando te encuentres con tu Padre, no te preguntará que hiciste con el dinero, sino qué hiciste con la alegría imprescindible para la vida”. En ese hipotético escenario, no tengo idea de lo que responderá Facundo, pero sí se que los que compartimos sus canciones y sus historias somos testigos de que siempre compartió su alegría con sencillez y generosidad. Tuvo la delicadeza y consideración de traernos buenas noticias contenidas en palabras amasadas con cuidado y amor. Por estas cosas y todas las que se quieran agregar, estamos agradecidos.

Roberto Flores


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