jueves, 6 de noviembre de 2014

La ofrenda que agrada a Dios


 Había una vez en un pueblo de la región un gran alboroto. En esos días de primavera llegó la más bella princesa vista en toda la comarca. Los hombres y mujeres del poblado prepararon a sus hijos para que lograrán su amistad y en algunos casos su mano.

Una familia adinerada puso en las manos de su descendencia todas las piedras de oro para que estos aparentaran muy bien ante la visita. Los estudiosos ayudaron a los suyos a tener los mejores títulos honoríficos, como carta de presentación ante la dama. Los reconocidos por su belleza corporal impusieron estrictas dietas y ejercicios, modelando el cuerpo de sus hijos.

A la noche, la misma princesa hizo un pequeño comentario, diciendo no se lo digas a nadie, pero sabiendo que era la mejor manera de que todo el pueblo se enterara. Había confesado que era portadora VIH. Su casa  era muy visitada por los hijos de las buenas familias que buscaban su amistad y su mano. Al día siguiente no pasó nadie ni siquiera por su vereda, por miedo al contagio. Los padres aconsejaban a sus hijos a tener cuidado con ella, por la trasmisión de su enfermedad y por la mala reputación que despertaría ser visto en amistad con ella.

Al día siguiente, se creó una pequeña comisión de padres y madres para buscar la manera de solucionar el grave peligro para ellos y sus hijos. Todos estaban muy unidos buscando la forma de expulsar a esta persona que no era de los suyos. El oro, el saber, y la fuerza se disponían a realizar la gran cruzada salvadora, eliminando dicha presencia.

Una pareja de ancianos que habían sido abandonados por su familia, viendo la situación dada, decidieron avisarle a la mujer lo que le podía suceder si no se iba del pueblo. Fueron recibidos con la mayor sencillez y delicadeza en todos los gestos y palabras. Esta gran sorpresa les hizo cambiar de parecer. Pensaron que no podían perder aquella maravillosa relación, entonces le ofrecieron su casa para esconderse de quienes la amenazaban. Lo cual la visitante aceptó agradecidamente.

Al tercer día la población desde muy temprano fue sorprendida por la presencia del gran rey, el cual buscaba a su hija más querida. Preguntaba casa por casa y nadie sabía de su paradero, callando lo que habían tramado. El Rey ofrecía como recompensa lo que cada uno más deseara. El interés por el premio hizo perder el miedo al contagio y al que dirán, e inmediatamente ricos, estudiosos, y modelos acudieron a la casa de la princesa. Sintiendo gran pena al descubrir que ya nadie habitaba allí.

El Rey llegó hasta las periferias del pueblo donde vivían los ancianos, haciéndoles el mismo ofrecimiento si informaban sobre la mujer que buscaban. Los  abuelos sin saber que era la hija del rey la que ellos habían acogido, le hicieron un pedido a su propio padre: Que hiciera lo imposible por curar a esa joven. La princesa y el rey se reencontraron en un emocionado abrazo. Sorprendidos porque aquella gente buena  lo arriesgó todo de manera distinta que los demás, y ahora no pedía nada para si, deseando lo mejor para la visita.

Cuenta la leyenda que la princesa abrazada de los abuelos contó el comentario inventado que había realizado ya que la tenían acosada con tantas ofrendas y promesas. Todos sonrieron a carcajadas y el rey decidió que los abuelos vivieran por la eternidad en su castillo junto a su hija amada. El pueblo volvió a la normalidad, cada cual preocupado por lo que más quería… Pero lo acontecido fue contado de generación en generación y algunos hijos decepcionaron a sus mayores siguiendo el camino de los abuelos valorando la vida, libres del que dirán…
 (Juan 2, 13-22) Nacho 
¿Cuál es la ofrenda que la gente le ofrece a Dios?
¿Cuál es el templo de Dios?

¿Qué es lo que enoja a Dios?
¿Cuál es la ofrenda que agrada a Dios que le hagamos?

¿ Qué testimonios semejante al de los abuelos podemos compartir 

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