sábado, 22 de noviembre de 2014

VIVIR EN PRESENCIA DEL SOL, CAMINO AL CIELO


Hay días donde nos parece que “anda el diablo suelto”. Uno de esos tiempos ocurrió en un pequeño pueblo.

Un hombre realmente bueno salía cansado después de una larga jornada laboral con horas extras, pasó por la escuela a levantar a su hija menor. El sueño lo dominó y cruzó el semáforo de la esquina siguiente en rojo produciendo un trágico accidente. Muere un niño atropellado. Y también su propia hija muere horas después por los cortes producidos por el vidrio roto del parabrisas. El hombre fue condenado a prisión por homicidio.
Misteriosamente dos días después ocurre en el mismo pueblo otro hecho que también fue noticia Nacional por lo trágico de lo sucedido. En la discoteca del fin de semana dos hermanos luego de una discusión con una mujer que trabajaba de copera la acribillaron a balazos. Perseguidos por la policía, en las afueras del pueblo se produce una balacera, donde muere un policía y uno de los delincuentes es encontrado muerto al día siguiente. El otro hermano capturado fue condenado entre otras cosas por triple homicidio.
En el tiempo los caminos se cruzan. Al año de los hechos ocurridos familiares de unos y otros anotan en la secretaría parroquial a su ser querido fallecido para la misa. Como en el pueblo se celebraba una sola misa a la semana, (los domingos a la mañana) para los familiares de los niños fueron tres días después del año de la tragedia. Coincidió con la fecha del año de la muerte de la copera y el policía. En las vísperas del año de muerte del hermano muerto a causa de los arreglos de cuenta, o silenciar, en manos de su propio hermano.
Es bueno recordar que se propuso al párroco celebrar misas distintas. Todos más o menos se conocían. Familiares de unos y otros sabían con detalles los dos hechos acontecidos hace un año. El cura se mantuvo firme en no excluir a nadie de la misa del domingo, ni celebrar una misa privada para ninguno. El sacerdote anciano preparó un sermón durísimo para juzgar a unos y a otros por sus imprudencias o pecados. Con un contenido central que era “que la causa de todos los males y dolores era por estar alejados del Dios de su  Parroquia”. Era su gran oportunidad de predicar a esta gente que si no era por un bautismo o por un difunto no concurría a la misa dominical.
Casualidad… el párroco se enferma. Casualidad o de Dios, el sacerdote que viene a celebrar desde la capital era quien acompañaba con un grupo de laicos la pastoral carcelaria. Concurrían a la cárcel donde estaban preso el hombre bueno causante de la muerte de los niños y el otro juzgado por triple asesinato.
Llegado el día y la hora de la misa, estaba todo el pueblo ya sea por uno o por otro… Si bien las vestiduras mayormente negras uniformaban bastante. No era difícil detectar que había diferentes grupos. Los cuerpos y los modales hablan de historias diferentes de las personas, de las familias y amistades.
Se leyó la lectura bíblica correspondiente a ese domingo ( Mateo 25, 31-46). Jesús nos explica lo que ocurre enseguida de nuestra muerte. El cura cuando leyó el evangelio sobre el Juicio Final, acentuó con su voz e hizo una pausa más prolongada resaltando el párrafo que dice
 – “¿Cuándo te vimos señor?… 
cuando estuve preso y me fueron a visitar”.
Si bien los presentes en su mayoría habían ido por los difuntos o por acompañar a sus familiares, todos cuando tenemos algún encuentro con Dios se nos mueve la conciencia. A todos se nos hace presente alguna macana de nuestra historia y las faltas en las que sentimos estamos hoy. El cura bien lo sabía.
La predicación fue breve diciendo “que aunque no lo supieran, aunque no lo creyeran, el compartir el pan, el agua, la ropa, la casa… con el hambriento, con el sediento, el desnudo, el forastero era hacerlo con Dios mismo. Remarcando que la visita al enfermo o al encarcelado era el acto mayor de amor a Dios”. Entre los presentes de unas y otras familias había personas con fallas y heridas en las relaciones familiares, con salidas del camino en cuanto a lo moral, con distintas relaciones con las cosas materiales… Para gracia de Dios todos los presentes se fueron sintiendo comprendidos, perdonados y liberados de su pasado. Sintiéndose valorados por la actitud evangélica que de una u otra manera todos habían tenido ante el sufrimiento, la enfermedad o los encarcelados.
El cura al terminar de hablar, sorprendió a todos dirigiéndose al fondo del templo. Empezando por los niños, la mayoría se dio vuelta para seguir con su mirada al sacerdote. Por el vitral del fondo del templo entraban los rayos de luz que iluminaban la celebración. A lo que se escuchó unas palabras dichas por el visitante con voz fuerte y clara ya que no contaba con micrófono: “El mismo y único sol nos regala gratuitamente a todos con la misma intensidad, su luz y su calor”. El silencio creaba un ambiente especial. Y el cura continuó diciendo “ y es el mismo sol que cada día penetra por las rejas de todas las cárceles del mundo. Dándose a los considerados buenos y a los considerados malos. Así es Dios, así es el verdadero Amor”.
Continuando con las sorpresas, el sacerdote invita a pasar adelante a una mujer que estaba sentada en el último banco, que había venido con él y nadie la había tenido en cuenta porque no era del grupo de los suyos. Refiriéndose a ella predicó afirmando: “Si alguien de ustedes realmente quiere seguir a Jesús y sentirse cristiano les comparto el testimonio, de esta mujer santa. Ella tuvo una vida muy desordenada en su juventud, quizás por causas de una niñez muy, pero muy golpeada. Se prostituyó, prostituyó a otras, abortó, traficó drogas…”
“Hace un buen tiempo que estando presa, realiza el trabajo de cocinera para los encarcelados. Presos y carceleros dicen que desde que está ella a cargo de la cocina todos comen mucho mejor. Y que el ingrediente nuevo que ella le pone es el amor a su trabajo”. Un niño participó diciendo: – “esa señora es como el sol”. A lo que el cura aprovechó en agregar:- “en cualquier cárcel el sol, la comida y la vista son lo más valorado. En el activismo diario, en el encierro entre los que consideramos nuestros, en el consumismo, se nos pasa la vida sin ver la luz de cada día, sin agradecer la comida diaria, sin visitar a los más pequeños a nosotros. Por eso nos creamos otros dioses, nos venden otros dioses, a los cuales los adoramos ofreciéndole el mayor tiempo, dones, nuestra propia vida… Ésta mujer que vivió igual a nosotros, conoció en la cárcel al Dios de la infinita misericordia, sintiéndose plenamente amada, se enamoró de Él y hoy es semejante a Él cocinando con amor para todos… como dice el niño es un sol”.
Quizás aquel domingo fue la misa más larga. La más difícil para todos. Especialmente cuando el sacerdote volvió a sorprender consagrando un pan casero sin levadura hecho por la misma cocinera. Invitando a que todos se alimentaran del amor infinito de Dios. Dejando para el final de la celebración el Padre nuestro y el saludo de la Paz.
Cuenta el cura que recuerda con lágrimas aquel verdadero milagro de Dios. Los niños de las distintas familias fueron los primeros en darse la mano en rueda para rezar juntos. Y en el saludo de la Paz los adultos y ancianos, unos y otros que estaban ahí por distintas causas después de alimentarse de la palabra, del cuerpo, la sangre de Jesús, se sintieron Perdonados, Amados, Impulsados a Desearle la Paz a TODOS los presentes e incluso a los que estaban en otro lugar…
El infierno como lugar después de la muerte no existe, pero si fue un infierno aquella misa para los que son contrarios a la justicia, el perdón y el amor. Se sintieron desenmascarados los que acumulan bienes y poderes utilizando a otros como esclavos de sus negocios, ideologías y espiritualidades. El gran señor del pueblo que vivía de explotación de unos cuantos, encubierto por donaciones a los necesitados. El jefe narco que llevaba una vida muy saludable sin consumir drogas pero se empoderaba a través de ella. El cura que había elegido predicar sobre el diablo, juzgando a unos como dignos y a otros como indignos. Para esos tres y para algunos más, aquel domingo fue estar en el infierno.
Mientras que seguramente en el cielo estaban junto a muchos que habían pasado por la muerte, estando junto a los niños, la copera, el policía, el hermano ladrón de aquel pueblo… abrazados felices de ver a sus familias liberadas del odio, la culpa,  en una experiencia de verdadero y profundo amor.
Colorín colorado… este cuento nos enseña que en tiempos, en hechos, donde parece “que el diablo anda suelto” es justamente el tiempo del Kairos. En tiempos donde nos equivocamos y otros se equivocan, es “el tiempo de Dios”. Un Dios que está presente siempre. Pero que misteriosamente se ofrece particularmente, por medio de la naturaleza, y mediaciones humanas para “soltarnos de odios, sentidos de culpa, diferencias, angustias, pecados… agrandándonos el corazón de manera que TODOS quepan” en esos momentos de caos humanos.
Teniendo la gracia de saber cómo será la vida eterna, podemos ir aceptando que Dios nos vaya iluminado el camino desde hoy. El final será justicia, perdón, amor. Desde ya podemos dar pasos concretos con nosotros mismos y hacia los demás. Se puede ser libre entre rejas, se puede estar preso en la propia casa. En tiempos que el mundo dice “que el diablo anda suelto”, podemos místicamente verlo como “tiempo de Dios para dar pasos de liberación personal y social”.
Por medio de la naturaleza, por medio de hombres que practican la justicia, la misericordia el amor, por medio de la palabra bíblica, de la eucaristía, podemos dar pasos de comunión con el AMOR de Dios y poco a poco transformarnos en sol… Que es  realmente el sentido de nuestra existencia humana: Del Amor venimos, hacia el amor vamos y por lo tanto no hay mejor caminar que en el amor.

Nacho

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