Todo lo que está VIVO está en un continuo CAMBIO.
A veces no somos nosotros los que decidimos el cambio
y otras veces podemos participar de las transformaciones.
«…Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo
… Cambia el pelaje la fiera
Cambia el cabello el anciano
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño…»
También Jesús invitó a CAMBIAR a sus discípulos.
Les propuso dejar la tierra firme,
donde la situación estaba bastante bien,
PARA IR A LA OTRA ORILLA
enfrentando las tormentas del camino.
- «Vamos a la otra orilla.»
Dejando a la gente, se fueron en una barca y otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.
Lo despertaron, diciéndole:
- «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:
- ¡Silencio, cállate!
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo:
- ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
Se quedaron espantados y se decían unos a otros:
- ¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»
(Marcos 4,35-40)
A veces en los malos momentos se nos ocurre, realizar cambios en lo familiar, en las amistades, en la pareja, en lo laboral… según San Ignacio de Loyola es del «mal espíritu» tomar decisiones importantes cuando estamos desolados, lo que nos dará como resultado un desacierto.
Hay que esperar que las aguas vuelvan a su cauce, y cuando estamos bien, es que tenemos que estar atentos a que la suave briza del «buen espíritu» nos pueda guiar a cambios de lugar o de relación.
Porque a donde vayamos,
encontraremos algo de lo que dejamos.
Si vamos desconsolados
no tendremos la fuerza para superar las tormentas,
entonces nos hundiremos o nos volveremos atrás.
En cambio si damos el paso de cambio,
con buen tiempo,
con la certeza de que es Voluntad de Dios,
cuando aparezcan los inconvenientes,
con Jesús podremos llegar a buen puerto.
Nacho
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