miércoles, 10 de junio de 2015

SI APRENDEMOS A MIRAR, RECONOCEREMOS LOS FRUTOS…(Marcos 4, 26-34)



Jesús decía: El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, llegue la noche o el día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo.
La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, se le mete la hoz, porque llega el tiempo de la siega.

Hoy en día, mujeres y hombres conviven en espacios con muchas cosas materiales, donde una planta es una decoración y un animal una mascota. Y el trabajo mayormente pasa por la relación con máquinas, mercaderías, un programa a cumplir, o el dinero. Donde el otro es mi subordinado y a veces es mi competidor.

En esta situación al ciudadano de hoy, se le hace difícil entender los ciclos naturales, que se dan en el tiempo y nunca son lineales. Que son semejante a la semilla del amor, de la cual nos habla Jesús, que se siembra y no es inmediatamente que da sus frutos. Por eso muchos padres, educadores, dirigentes, amigos, están tensionados o exigidos porque no ven los frutos de su entrega. En tiempos cambiantes y de descarte, se desechan procesos, para iniciar otros nuevos, procurando la inmediatez de los resultados.

Siempre aparece un culpable, que puede ser la tierra donde sembramos o nuestras manos como sembrador. El otro o nosotros mismos somos los responsables de que el amor no se manifieste inmediatamente. Cabíamos de tierra o de modo de sembrar y se nos va la vida sin haber gozado y alimentado de esa semilla que crece mientras dormimos o estamos despiertos, la que da sus frutos entre hierbas y espinos…

Jesús decía también: « ¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.»

La invitación de Jesús es muy concreta: poner nuestra mirada, en las actitudes pequeñas, simples de la vida cotidiana. Veremos el amor presente en las relaciones más diversas. Y si valoramos lo pequeño, reconoceremos al fin de nuestro día “fotos concretas donde fuimos amados y amamos”.

Quien va creciendo en esta mirada, desde el amor puede aportar “su granito” para la transformación de la realidad injusta. Una persona que se alimenta del amor, es positiva, trasmite esperanza y por lo tanto es fecunda… aunque sus frutos no se vean hasta después de su entrega final.

¿Qué palabras, gestos de amor di / recibí en este día?
¿Qué actitudes pequeñas de amor tuve/ tuvieron hoy conmigo?
Nacho



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