Hay fiestas familiares y sociales, donde todo se hace movido por el dinero… Hay otras donde la participación, el cariño, la solidaridad, superan ampliamente los gastos económicos. He ahí los dos dioses, que se nos presentan para habitar en nuestro corazón: « el dios del dinero o el dios comunitario ».
Jesús también quiso hacer fiesta para celebrar la Pascua Judía. Esta fiesta era recordar, agradecer y reafirmar la compañía de Dios, que estaba deseoso de liberarlos de faraones. Esa liberación la realiza desde el medio de su pueblo, un Dios que aporta lo imposible cuando nosotros damos el paso posible hacia la vida.
El maestro organizó la fiesta con sus discípulos e incluso haciendo participes a otros… “Jesús mandó a dos de sus discípulos y les dijo: Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa en que entre y digan al dueño: El Maestro dice: ¿Dónde está mi pieza, en que podré comer la Pascua con mis discípulos? Él les mostrará en el piso superior una pieza grande, amueblada y ya lista. Preparen todo para nosotros.»
En lo central de la celebración nos dejó su memorial, su testamento haciendo sagrado lo común: en la casa y en la mesa: “Durante la comida Jesús tomó pan, y después de pronunciar la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: Tomen; esto es mi cuerpo. Tomó luego una copa con vino, y después de dar gracias se la entregó; y todos bebieron de ella. Y les dijo: Esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que será derramada por una muchedumbre”.
Nuestra fe se manifiesta
a través de acciones concretas
y el modo de hacer fiesta
deja bien claro a cual dios recurrimos para nuestras celebraciones.
Puedo organizar un viaje, un cumpleaños o un encuentro donde lo central sea la cantidad de dinero que invierto o consigo para ello. La ideología capitalista que envuelve a hombres y grupos de derecha y de izquierda, a ateos y religiosos, a buenos y maleantes dice del dinero: “Sin mi nada se puede hacer y si te arrodillas ante mi todo será posible”. Esto nos lleva a invertir el mayor tiempo en servicio a este “rey”, para hacer dinero y poder hacer fiesta. Ideológicamente nos va llevando al individualismo y dependencia.
Aunque se viaje con otros y se coma con otros, cada cual paga lo suyo y cada cual va hasta donde le alcanza el dinero y consume según las posibilidades de su bolsillo. En el fondo lo que nos ofrece es lo que todos buscamos: “la felicidad”. Pero el consumismo necesita ser comprado y la clave está en el placer momentáneo seguido de la insatisfacción. Entonces después de una experiencia, aparece otra nueva oferta, que siempre será más placentera, única y más costosa…
Jesús nuestro maestro, nos deja bien claro con su actuar y palabras, cual es el camino para adorar y servir a Dios Padre: Es el CAMINO COMUNITARIO, donde cada cual aporta según su carisma, y posibilidades. Donde lo común se hace sagrado, donde hay lugar para todos, sin exclusión.
Y el cristiano no es el que dice señor señor, sino el que se pone el delantal, el que comparte de su pan y en especial el que se da a sí mismo. Nuestra presencia, nuestros bienes, nuestros talentos, palabras, escucha, canto, baile, risas, dolores; nuestras pérdidas y búsqueda puestas en común, son la que posibilitan que Dios haga el milagro de la multiplicación de bienes y abrazos. Cuando esto ocurre el tiempo parece eterno, nos despierta paz y verdadera alegría interior, con el deseo de que se vuelva repetir. Nos hace más personas, mas hermanos; palpamos el misterio de que hay algo sobrenatural en medio de nosotros, que no está centrado en nuestro ego, ni en ninguna persona, sino en EL COMPARTIRNOS.
Nacho
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