sábado, 29 de agosto de 2015

DÁNDOLE FORMA AL CORAZÓN

Era una tarde de invierno, estábamos todos reunidos junto a la estufa a leña. Se escuchaba el viento y la lluvia desde fuera. ¿Qué mejor día para un mate con tortas fritas? El ambiente estaba animado. Unos preparaban la masa y otros fritaban.

Los más pequeños armaron su espacio de juego. Entre ellos algunos con un pedacito de masa hacían tortas artesanas. Uno de los más grandes propuso hacer muñequitos. Y fueron naciendo algunos más gorditos y otros de brazos largoooos.

Cada cual dedicaba mayor tiempo a lo que le parecía más importante. Los más grandes se preocupaban bastante por las proporciones de los distintos miembros del cuerpo y su cara. Otros le agregaban a su muñeco, un auto, un caballo, una casa…

Los adultos entre mate, charla y guitarra, hacían fiesta a cada uno de las creaciones presentadas. Todas iban siendo colocadas en la mesita central, acompañadas de elogios y aplausos.

Cuando terminaron todos, una niña seguía con su pedazo de maza, amasándola. Esto despertó curiosidad. Le pidieron que se apurara a presentar su creación. Entonces la niña puso sobre la mesa algo que no tenia forma apreciable.

Los adultos conteniendo la risa hicieron silencio. Hasta que uno se animó a preguntar que expresaba aquella masa bien amasada, que no podían identificar su forma. La niña dejo salir del más hondo un suspiro, expresión de insatisfacción con los adultos. Mirando a los ojos a cada uno les dijo: ¡¡¡ no se dan cuenta que esto es el corazón de mi creación!!!

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos… Preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?»

Él les contestó: …«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»

Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»

Marcos (7,1-8.14-15.21-23)

El mundo de hoy evalúa a la personas por su exterioridad, por su cuerpo, su vestir, inteligencia, sus marcas, sus cosas materiales, sus viajes y logros… y todo esto a veces lo ponemos en manos de algún dios para que lo haga mejor.

La pregunta que nos hace Jesús es:


¿Cuánto tiempo dedicamos a nuestra interioridad y a la de los demás?

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