domingo, 9 de agosto de 2015

RETIRO ESPIRITUAL- CATEQUISTAS, EN MELO: MISERICORDIA




LA TIERRA QUE SE NOS HA REGALADO

Cuentan nuestros abuelos, que el Padre Bueno a su tiempo, decidió repartir su campo entre sus hijos. A cada uno le tocó una parte con tierra común y otra parte de tierra fértil. Donde habitaban todo tipo de animales, incluso los domésticos y los salvajes.

Uno de los hijos eligió un pedazo de tierra común, la cercó, hizo su casa, la cultivó y crió animales domésticos. El otro porque no quiso, o porque nadie le enseñó, no se estableció en ningún lugar y andaba errante de aquí para allá, entre animales domésticos y salvajes.

El primero, se sentía orgulloso de lo bien que estaba dentro de su cerco, cuidándose del hombre errante que había hecho relación con todos los tipos de animales habidos y por haber. El segundo por momentos sentía admiración y en otros celo ante el hombre bueno. Pero el sentimiento que lo envolvía era que ya nadie creía en el. A tal punto que ni el mismo esperaba algo bueno de sí mismo.

Cuentan los abuelos, que un día después de un silencioso proceso de forcejeo con el cerco, un fiera salvaje logro entrar al jardín del hombre bueno. Y es justo aclarar que en este caso, la fiera salvaje provenía del propio campo de quien ahora sufría la amenaza. La cual en poco tiempo, por malicia o desconocimiento, destruyo el trabajo de años del hombre bueno.

Este hombre que por tanto tiempo fue un hombre de bien, ahora estaba deprimido, al ver su patio, su casa casi de la misma manera que la de aquel otro hombre errante, que él, alguna vez lo considero irresponsable y culpable de su mala pisada.

Cuentan los abuelos, que el hombre que había sido bueno, y ahora estaba en plena lucha con sus propias fieras salvajes, clamó una y mil veces pidiendo ayuda al Padre Bueno. En el silencio, con el tiempo fue comprendiendo que su error estuvo en no recorrer todo el campo que se le había dado, descuidando las zonas pedregosas y los bañados, ahí donde habitan los animales salvajes. El cerco que había formado a la vuelta del lugar donde vivía, de alguna manera quería ocultar o evitar el encuentro con la otra parte de su propia tierra.

He ahí, que después del silencio, a su tiempo el Padre Bueno decidió responder a los ruegos de quien había sido bueno. Con ternura lo recibió en sus brazos, curó sus heridas y le propuso trabajar sus zonas pedregosas y los bajos pajonales. Con humildad después de la caída, el hombre que ahora se consideraba simplemente un hombre más, trabajó la piedra del campo que se le había dado e hizo construcciones sencillas pero con mayor permanencia. Limpio el pajonal y descubrió que ahí estaba la tierra más fértil de su propio campo. Carpió y sembró, cultivando los mejores frutos ya siendo bastante mayor…

Cuentan los abuelos que lo mejor que había ahora en el hombre común, era el cambio de mirada sobre su hermano el errante, disponiéndose a darle una mano en el trabajo de sus piedras y pajonales. Diciéndole nuestro Padre es realmente bueno y nos da vida, una nueva oportunidad para sembrar, cosechar y compartir lo mejor de nosotros mismos…

Nacho
Regalemonos un buen tiempo 
para recorrer nuestra tierra interior 
que se nos ha dado, con todas sus formas.

1) ¿Cuales son los males del mundo que asechan a nuestras familias
y a nosotros mismos?

2) Dialogarlo con el Padre Bueno

3) Anotar posibles pasos a dar,
y nombre de QUE y QUIEN me podría ayudar

Somos luna que quiere reflejar el sol
con hechos y palabras,
prestemosle nuestro cuerpo, nuestra voz
aquí ahora
y a donde vallamos
para reflejar su infinita misericordia
Amen


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