En las andanzas por la Capital, me encontré con un niño muy triste. La razón era que sus padres ese domingo no lo habían llevado a Shopping… sin embargo, su hermano mayor estaba feliz. Había logrado que le compraran unos coloridos championes de marca.
Entonces para un niño la infelicidad esta en no poder ir a consumir a un lugar. Y para el joven la felicidad esta en haber logrado consumir la marca de moda. Por supuesto que en ambos están incluidos sus padres, abuelos y educadores. Esto son los templos, los dioses de la “ideología capitalista del consumismo”, que ofrecen felicidad, bienestar y esto es muy redituable para algunos.
Hace más de dos mil años, dijo Jesús a la gente:
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo;
el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
En aquella sociedad de la grandeza del Templo de Jerusalén con sus sacerdotes, liturgias, ofrendas, leyes y promesas, con la grandeza del Imperio Romano con su poderoso ejército, con un rey que debía ser adorado como dios y los diversos circos festivos… en ese contexto Jesús, un humilde obrero, que se dice hijo de Dios, toma los elementos más comunes de la mesa de su cultura “el pan y el vino” y quiere quedar ahí cuando estos se ofrecen a Dios y se los comparte.
Ante todo, este Pan es alimento de Misericordia para levantarse y seguir creyendo en sí mismo, en todo hombre, en la vida, en la historia... en Dios. Jesús no se impuso, ni buscó lugares de poder, ni grandes medios económicos para transmitir la Buena Noticia, su propuesta de salvación. Simplemente en el supermercado de ofertas armó “su puestito”, no en los locales principales, sino en las periferias y ahí se ofreció para quien quiera seguirlo
Muchos que se han encontrado con Él a lo lago de la historia, anduvieron detrás de otros dioses, consumieron otras ofertas de felicidad, y ante la insatisfacción, la caída o el vacío, se encontraron con este tal Jesús.
Es doloroso, pero real, que desde el comienzo algunos que se creían cercanos a Jesús, lo quisieron envolver en papeles legales, moralistas, de purezas, rituales y también económicos, que excluían a los más empobrecidos y heridos.
“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna
y yo lo resucitaré en el último día”.
Jesús se las ingenia para seguir naciendo en los “pesebres”
de ayer, de hoy y de siempre,
habitando en “las galileas geográficas y existenciales”,
en las “comunidades inclusivas que se reúnen y sirven en su nombre”,
en “toda persona y organización de buena voluntad
que intenta un mundo mejor, un buen vivir sin excluidos”.
Jesús y sus servidoras y servidores, siguen con “su humilde puestito” en la gran feria de ofertas religiosas, espirituales, de felicidad y de vida. Y siguen acercándose a él pequeños y mayores por medio del Bautismo, por medio de compartir el pan material, del saber, de las ciencias, de los afectos y de la Fe. Siguen acercándose a Él aquellos que lo habían dejado, los que nunca lo habían conocido, los que no dicen su nombre, acercándose en el servicio con amor, a los más débiles.
( San Juan 6, 51-58)
Nacho
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