"La muerte no es nada,
sólo he pasado a la habitación de al lado.
Yo soy yo, ustedes son ustedes.
Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo.
Denme el nombre que siempre me han dado.
Hablen de mí como siempre lo han hecho.
No usen un tono diferente.
No tomen un aire solemne y triste.
Sigan riendo de lo que nos hacía reír juntos.
Recen sonrían, piensen en mí.
Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido,
sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra.
La vida es lo que siempre ha sido.
El hilo no se ha cortado.
¿Por qué estaría yo fuera de vuestra mente?
¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista?
Los espero; No estoy lejos, sólo al otro lado del camino…
No llores si me amas,
Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo!
Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!
Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes,
los campos y los nuevos senderos que atravieso!
Si por un instante pudieras contemplar como yo,
la belleza ante la cual la belleza palidece!
Tú me has visto, y me has amado en el país de las sombras y
¿no te resignas a verme y amarme en el país de inmutables realidades?
Créeme, cuando la muerte venga a romper las ligaduras,
como ha roto las que a mí me encadenaban,
cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce,
y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía,
ese día volverás a verme, sentirás que te sigo amando,
que te amé y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, ¡feliz!
Ya no esperando la muerte,
sino avanzando contigo,
que te llevaré de la mano por senderos nuevos de luz y de vida…
¡enjuga tu llanto y no llores si me amas!".
No hay comentarios:
Publicar un comentario