La selección Uruguaya de fútbol mayor, «tiene un no sé qué», que convoca, apasiona. Si bien los resultados son favorables, hay un sentimiento más profundo. A nuestro parecer, uno de los motivos es «que surge y toca las fibras más intimas de la vida cotidiana de cada uno de nosotros, de cada grupo al que pertenecemos, o con los cuales nos relacionamos». La selección uruguaya, el fútbol, de alguna manera: «refleja nuestra propia vida».
En el ser humano hay un deseo profundo de unidad, de superación, de encuentro, de fiesta. Cuando por otros medios se fomenta y acentúa la fragmentación, la inseguridad, lo trágico, lo apocalíptico, nuestra selección supera toda noticia, todo sentimiento, nos une, nos da esperanza y alegría.
Para nada es algo superficial, es el fruto del trabajo silencioso, constante y de años llevado adelante por el Maestro, su equipo y jugadores, es todo un: «procesos». Y es bueno rescatar momentos que para Tabárez han sido fundamentales. Entre ellos resalta como clave el partido que se perdió contra Argentina.
He ahí los fundamentos esenciales de este grupo humanos que nos moviliza por dentro y nos hace brotar los sentimientos más bellos de nuestra humanidad. «La perdida se transformo en una gran oportunidad».
Después de la derrota con Argentina, en un mal partido, jugadores y cuerpo técnico, serenamente hicieron una lectura «crítica constructiva» de sus propios errores. No pusieron escusas, ni buscaron culpables fuera del grupo. Se animaron unos a otros a reconocer y superar las equivocaciones, con un soplo grupal humilde, firme, de convencimiento y que convencía de que: «se puede».
Nos sentimos atraídos por este proceso de la selección, porque refleja uno de los caminos humanizantés que estamos llamados a recorrer en otros espacios de la vida. Por ejemplo en el estudio, el trabajo, el noviazgo, la familia, la política, lo comunitario.
Las pérdidas, los errores, son parte de cualquier camino personal y grupal. La diferencia está en los «que trozan el árbol caído», y los que ven la perdida como una «oportunidad de corregirse para superarse». Este es el gran mensaje de nuestra selección, mensaje que nos atrae pero quizás no lo podemos descifrar y llevar a la practica en nuestra vida cotidiana: «con autocritica serena, constructiva, con deseo de cambio y poniendo todo lo de si personalmente en bien del grupo, se puede».
La felicidad humana, el vivir bien, no está en buscar complacer egoístamente mi yo, la felicidad está en «construir juntos el buen vivir donde quepan todos». En eso está la gran diferencia entre hombres de esperanza y los amargados. Los pesimistas están centrados en su bienestar y miran el mudo según lo que les falta o lo que pueden perder. Los que piensan y sienten según «un nosotros comunitario», tendrán miles de derrotas, empates, pero «todo será oportunidad para seguir el proceso de civilizarnos, humanizarnos».
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