¿Cómo ves actualmente la realidad social del campo en tu Departamento?
Difícil para convocar e integrar debido a la emigración constante de los pobladores de las zonas rurales hacia ciudades más grandes o a la capital del Departamento. Además, la evolución y mejora de los salarios y otorgamiento de programas y beneficios sociales ha mejorado el poder adquisitivo de la gente. Les facilita, a quienes continúan viviendo, mantener un contacto más fluido con las ciudades vecinas, viajando con más frecuencia a la capital gracias a los medios de locomoción actuales (ómnibus, motocicletas, etc.) por razones de salud y educativas de sus hijos y propias. En Soriano, por ejemplo, el último censo dio como resultado que existen aproximadamente unas 2000 personas menos, y si mal no recuerdo, 1500 se fueron de las zonas rurales.
Sin embargo, por otro lado, logramos apreciar grandes extensiones de tierra plantadas con monocultivos (principalmente soja) y/o forestación (pino, eucaliptus, etc.), con muy pocas personas trabajando. Sobresale la enorme maquinaria agrícola producto del avance tecnológico que sustituye a la mano de obra. Se exige más capacitación técnica para el manejo de las mismas, pero contradictoriamente, se utiliza o insume menor cantidad de recursos humanos.
En cuanto a la ganadería, como algo nuevo, vemos también considerables extensiones de tierra cercadas, donde encierran el ganado vacuno para engordarlo como si fuera un criadero de chanchos, por el olor que se percibe a veces al pasar por ahí.
Cuando uno se pregunta a quienes pertenecerá tanta tierra, surge la triste respuesta: “grupo inversor” generalmente extranjero o con capitales mixtos constituidos en empresas de sociedades anónimas, que son grandes exportadores y a la vez constructores de la sorprendente cantidad de silos que nos están cambiando el paisaje…
El valor de la hectárea ha aumentado de tal manera, que el antiguo pequeño propietario y productor rural resuelve vender para pagar deudas e intentar mejorar su calidad de vida emigrando hacia la ciudad. Igualmente, aún conozco algún “Quijote” (aunque son minoría), que asumiendo el riesgo de verse cercado por esos grandes productores, a pesar de ello, elige seguir trabajando y apostando al campo, lo cual también le ha sido posible hacerlo gracias a programas y beneficios otorgados por el M.G.A.P.
¿Cuáles son, a tu criterio, las mayores dificultades de sus pobladores?
Una de las dificultades es el cambio climático: la gente no quiere asumir los riesgos de sequía o exceso de lluvias y temporales de vientos que trastoca sus perspectivas futuras. También el hecho de endeudarse en créditos bancarios o en instituciones financieras para invertir en la maquinaria que se vuelve cada vez más imprescindible para los ritmos de la modernidad, y obtener mayor productividad según los requisitos internacionales, que aún poseen costos altos aunque haya más facilidades que antes.
Otra dificultad es la exigencia de contratación de mano de obra calificada como técnicos; el control sanitario que exigen las normas de calidad a la hora de exportar. Y también el envejecimiento de nuestro país, donde llegada cierta edad, la persona ya no se siente en condiciones de continuar trabajando allí porque es una tarea bastante sacrificada y los desgastes físicos generan consecuencias de salud.
Y si bien han mejorado las leyes en materia laboral que contribuyen a proteger mejor al peón rural, igualmente, éste opta muchas veces por trasladarse con su familia hacia la ciudad buscando un futuro mejor para él, su mujer y sus hijos, aunque muchas veces termina viviendo en asentamientos y trabajando como obrero de la construcción.
¿Cómo fue tu experiencia como catequista en el campo?
Mi experiencia fue muy interesante y positiva. Trabajé con un grupo reducido de mujeres y niños, porque en la capilla del pueblo o paraje eran ellas las que participaban, ya que los maridos trabajaban durante todo el día, yéndose muy temprano del hogar y volviendo al anochecer, y a veces, según la distancia que les quedaba el campo, debían quedarse a dormir allí y volvían a sus casas el fin de semana o a los 15 días. Aunque ahora se utiliza mucho la motocicleta, eso facilita que puedan pasar menos tiempo lejos de sus familias, aunque también les ha ocasionado algún accidente.
Mujeres relativamente jóvenes (en el entorno de los 30 y 40 años), con una gran sencillez, muy fraternas, abiertas al diálogo, generosas, a las que me integré sin dificultades, porque me sentía caminando con ellas, a su lado, esa es la evaluación que hago de esos dos años donde iba cada 15 días y compartía aproximadamente dos horas. Si bien era poco el tiempo, manteníamos el contacto vía mensajes de textos a través del celular, o a veces cuando ellas van a la ciudad, ya que lo hacen con frecuencia por diferentes razones (familiares, educativas y de salud). El paraje esta a 70 Kmts de la capital del Departamento y el estado de la ruta está bastante descuidado con pronunciados pozos lo que dificulta la locomoción.
La preocupación central de ellas estaba enfocada a la crianza y educación de sus hijos, al cuidado del marido y del hogar, y al relacionamiento con los vecinos. En un paraje donde lo único que hay como vínculo social es la capilla y el salón comunal de un grupo de viviendas de MEVIR, después no hay otra cosa. Lo más cercano que tienen es un pueblo a 25 kmts, al cual concurren sus hijos cuando llegan al secundario o cuando tienen que atenderse en materia de salud, pues es allí donde hay una policlínica y se encuentra la ambulancia para casos de urgencia y trasladado a la capital departamental.
Los niños y adolescentes no están aislados de los cambios tecnológicos, porque gracias a la informática y que sus padres les han podido proporcionar como forma de comunicación a la familia, y la facilidad de acceso a la compra, han adquirido computadoras, y madres e hijos utilizan internet para buscar material de estudio y contactarse con familiares y amigos a través de las redes sociales existentes. También el que les proporcionen la “Ceibalita” tanto en primaria, secundaria y UTU ha sido de gran acierto para acercar las distancias territoriales.
¿Cuáles son los desafíos que tenemos como iglesia para responder a esas realidades?
1) Acortar las distancias territoriales buscando nuevas formas de acercamiento de la Iglesia hacia la gente, y no que sea la gente la que vaya a la Iglesia. Por ejemplo, el paraje del que hablo tiene una capilla que depende de una parroquia cuya sede principal se encuentra en la capital del Dpto, es decir a 70 kmts. Los tiempos del medio rural son distintos a los de la ciudad, y creo que habría que aprovechar a acompañar más otros días que no fueran solamente los fines de semana con la misa, incluso la misma misa celebrarla según las circunstancias y los tiempos del lugar.
2) Animar a que sean las propias personas del lugar las que, con sus carencias y virtudes, sean el referente para continuar con las reuniones de grupos, fomentando los encuentros. No buscar personas de otros lugares con el argumento de que están más capacitados intelectualmente como para acompañar un grupo, porque es una realidad que de la Iglesia se ha alejado mucha gente y en las propias ciudades hay carencia de recursos humanos para trabajar. También es una realidad que los laicos hoy estamos inmersos en muchas actividades propias de nuestra vida (trabajo, familia, pareja, etc.), lo que hace que no solo no haya gente en cuanto a número, sino que la gente que está disponible tiene obligaciones y cuenta con menos tiempo que antes. Entonces a veces desgasta cuando nos ponemos al servicio y nos encontramos que nos recargan de reuniones que muchas veces no entendemos el objetivo, porque terminamos hablando de lo mismo sin ver señales claras de avance… Creo que habría que invertir ese tiempo en acompañar más a las personas estando atentos a los signos de los tiempos.
3) La escasez de recursos económicos incide para atender las zonas rurales, porque al haber menos gente quienes van son de menor poder adquisitivo. Habría que apelar al diálogo con los estancieros de las zonas, tocarles el corazón y ver si son capaces de desplegar su generosidad en ayudar a sus vecinos colaborando con un aporte desinteresado. Ejemplo: el combustible del vehículo para encuentros, actividades, pagar OSE, UTE de capillas, arreglar un poco para hacer el lugar acogedor para los encuentros.
4) Aprovechar el uso de internet como medio de comunicación y aprendizaje, y también como manera de evangelizar y misionar. Según el último censo tengo entendido que el 50% de la población aproximadamente tiene acceso a ella.
5) La gente de las zonas rurales ha sido la que más me hace acordar a la Iglesia primitiva en los tiempos de Jesús, por su sencillez, calidez, inocencia y aspecto liberador que posee… Las mujeres me llevan a imaginarme a María, así de esa manera, construyendo, convocando una iglesia doméstica y profunda a la vez, sin “parafernalia” ninguna.
6) La existencia de gente joven, compuestas por familias, que se encuentran en edad activa laboralmente, que es la generación que escasea en las ciudades, nos desafía a hacer creativo y liberador el mensaje de Jesús.
¿Reconocés características propias del medio rural en la manera de vivir la fe?
Sí, ya he mencionado algunas, y quizás como característica principal destacaría la similitud que tiene (salvando las distancias) con la Iglesia de los primeros tiempos en la época de Jesús y de los discípulos, aspecto que no se ve en las ciudades. Porque en el paraje, termina la reunión, el encuentro, la misa, y la gente sigue vinculándose y relacionándose con las mismas personas que compartieron eso en el día a día… En la ciudad, vamos una vez al grupo, otra vez a alguna reunión y los domingos nos encontramos en la misa, pero probablemente a lo largo de la semana ni nos veamos las caras, ni nos crucemos porque no tenemos los mismos intereses, ni frecuentamos los mismos lugares. Y en el campo la gente no tiene otra opción que ir a esa capilla, sin embargo en la ciudad podemos rotar las parroquias porque hay más variedad.
¿Qué aprendizajes te quedaron de ese tiempo?
Sentir realmente liberador el mensaje, y vivo el Jesús Resucitado que me han trasmitido durante tantos años… Similar a lo que experimenté en mi viaje a Bolivia cuando compartí con los indígenas guaraníes en la zona de Santa Cruz.
Convencerme cada vez más de que hay que experimentar la opción por los pobres para sentirnos liberados de muchas ataduras, angustias, como el consumismo, adicciones, etc. Y que no hay que esperar que la gente vaya a la Iglesia, somos nosotros con los pastores quienes debemos salir al encuentro de la gente, como lo hacía Jesús, y dejar de estar encerrados en los templos y oficinas, marcando horarios de atención a la gente… Menos reuniones protocolares y más encuentros comunitarios espontáneos. Hacer sentir al laico que no es diferente al cura, dejar de sentirnos en el último escalón de la pirámide, porque ese escalón se está achicando y la cúspide se puede derrumbar también.
¿Cuáles son los desafíos actuales que vive tu vocación laical?
Ser testimonio en la vida cotidiana (entorno familiar, ambiente laboral, círculo de amigos, vecindario, etc.) del mensaje de Cristo, en la práctica diaria, asumiendo que es en el encuentro con los otros, con los demás, con las consecuencias que implican el padecimiento, sufrimiento, donde se manifiesta su mensaje liberador.
Asumir mi identidad cristiana mientras camino en la búsqueda de mis sueños y utopías tomando como referente el estilo de Jesús. Intentar ser fiel y vivir a la manera del Evangelio, con la ayuda de la lectura y meditación diaria del mismo. Pidiendo sabiduría y amor para discernir y tomar las mejores decisiones posibles con responsabilidad, decisiones que me ayuden a crecer y ocasionar el menor daño posible a otros.
Número 8 - Por Mercedes Clara 11/2011
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