viernes, 2 de marzo de 2012

Vivir por la eternidad


Cuenta un cuento, que tres hombres después de un gran esfuerzo lograron llegar a la parte más alta de una montaña. Lugar donde pocos logran llegar.


El primero valoró tanto su esfuerzo que consideró premiarse con la permanencia para siempre en ese punto más alto de la región. Sus familiares y amigos para respetar su deseo, han sepultado su cadáver en ese mismo lugar que murió y deseaba permanecer.

El segundo también valoró muchísimo su esfuerzo pero decidió sacar provecho de lo que consideraba un gran logro personal. Por lo tanto entablo distintos negocios en base a la sabiduría adquirida. Cobraba por contar lo que vio en la cumbre. Cobraba por enseñar a otros a escalar la montaña... Próximo a su muerte, debido a sus riquezas económicas acumuladas, tuvo un grandioso entierro y más de un pariente y amigo hasta el día de hoy compiten con distintos negocios para vender los saberes que este segundo hombre había negociado hasta su muerte.

El tercero el más frágil, si bien también hizo un esfuerzo grande, con muchas renuncias, al llegar a la cumbre se sorprendió de la inmensidad del paisaje. Admirado de ser un elegido para estar ahí buscó la manera de dar gracias. A su tiempo un gran águila se le acercó con un pequeño mensaje respuesta a su deseo de agradecer.

Cuenta el cuento que el ser humano más frágil puso en práctica el mensaje enviado dedicando su vida a acompañar a otros seres humanos que tuvieran el deseo de llegar a lo alto. También vivió una vida de tal manera que algunos preguntaron por la razón de su alegría en las buenas y las malas, el aprovechaba a transmitirles sobre el caminar hacia la montaña más alta de la región y por supuesto que se disponía a acompañar a quien quisiera intentarlo.
Manteniendo una relación especial con las personas empobrecidas que no sabían de la existencia de esa montaña o no se consideraban dignos de llegar a ella. Ellos eran sus preferidos y él intentaba ser una pequeña montaña para que ellos se elevaran aunque más no fuera por el instante del encuentro sintiéndose más humanos... Diariamente se retiraba a solas para subir con su pensamiento, y su sentir a la montaña llevando las alegrías y dolores de la convivencia... siempre dando gracias.

Tener vida es uno de los dones mayores que recibimos. Los saberes y afectos nos elevan. Está en nosotros morir separándonos de los que están más abajo, morir acumulando en este mundo cada vez más desigual o vivir maravillados, agradecidos por la vida, saberes, afectos y bienes recibidos. Agradecer es desear y procurar para todos sin exclusión que se eleven hasta lo máximo dentro de sus posibilidades y deseos humanos. Esto es vivir por la eternidad. (Marcos 9, 2-10)
Nacho

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