viernes, 31 de enero de 2014

NUESTROS OJOS HAN VISTO AL SEÑOR


 Cada tiempo, cada grupo, cada persona tiene su deseo de Gloria. Es eso que nos mueve, que nos hace despegarnos del barro e incluso dejar otros amores. Y si algún día lo alcanzamos podemos decir “misión cumplida” “puedo morir en paz”.

Para unos cuantos la gloria esta en el deseo de terminar  un tiempo de estudios, por ese propósito se renuncia a personas, encuentros, descanso… Para otros la gloria esta en una persona que puede ser una pareja, un hijo, una madre, un amigo, esta persona es la prioridad y si llama a la puerta todo lo demás se deja. No faltan los que aspiran a tener una moto, una casa, un viaje, dinero , un logro en su carrera artística, disfrutando y valorando todo lo que suma hacia esa meta, pero si alguien o algo lo retraza debe ser dejado de lado.

En mi vida ha habido distintas Glorias. La primera que recuerdo es en el deseo de tener hermanitos para jugar, lo que se plasmaba en cada presencia de un primo o de un vecino en un momento de gloria. En lo deportivo ganar el campeonato de barrio de ciclismo, ascender a segunda y primera categoría con 17 y 18 años, competir en las 200 millas juveniles en la capital, las premiaciones en los campeonatos juveniles del este, el vice campeonato de mayores en velocidad, la citación a la pre selección uruguaya… fueron momentos de tocar la gloria. También recuerdo algún beso…  algún examen salvado después de mucho esfuerzo, incluso vivirlo como propio los logros de la selección uruguaya, Peñarol o Cerro Largo en fútbol.

En tiempos de Jesús vivía un anciano llamado Simeón que esperaba su momento de gloria. Que consistía en ver al Mesías. Cuando llego el tiempo de que Jesús debería ser presentado en el templo de Jerusalén, ahí se dio el encuentro. “Ahora Señor puedes dejar que tu servidor muera en paz… porque mis ojos han visto la salvación…” (Lucas 2, 22-32)

Este abuelo me ha dejado pensando. La gloria que buscaba, que esperaba y que encontró, no consistía en algo exclusivamente personal, tenía que ver con “el bien del pueblo”. Muchos Simeones ha tenido la historia, en nombre de Dios o sin nombrarlo, varones y mujeres. Son lo contrario de los que se buscan a si mismo, a los que quieren salvar su vida…

La verdad que nunca faltan momentos de gloria cuando se pone la mirada en el pueblo, en  un nacimiento de un niño, un gesto de ternura, una construcción de algo en grupo, una fiesta, un amanecer, contemplar el vuelo de unos pájaros, saborear una comida compartida, un dialogo…

Personalmente también puedo decir “Ahora  Amigo puedes dejar que tu servidor muera en paz”, después de las bicicleteadas de la historia, los viajes, lo aprendido, lo amado, las contradicciones en las relaciones, las experiencias sanadoras de misericordia, el ser testigo de tantos momentos de resurrección personal y grupal, después de tantos abrazos, después del III campamento …  La verdad que me han anunciado y que he podido palpar es “que Dios está actuando en la historia”, felices los que lo puedan ver…


Ese es el místico, no es alguien que se evalúa, ni evalúa a los demás por lo que hacen, sino que es alguien a quien Dios le muestra su rostro, el lo contempla, lo señala y se suma desde sus posibilidades a esa construcción colectiva. El místico ve la luz en pleno día, cuando otros se creen la luz, el ve el principio… cree en un nuevo amanecer en plena noche… cree y anuncia que lo mejor está por venir…o
Nacho






































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