miércoles, 1 de octubre de 2014

Con piedras desechadas se construye su reino

Hace un buen tiempo el Padre Bueno, decidió enviar a su hijo a compartir la vida con sus amigos los hombres. Toda su estadía entre nosotros no llamó demasiado la atención.

Desde el comienzo eligió compartir lo cotidiano en una familia común, trabajando en changas de carpintero y albañil, vistiendo como un paisano más. Después formo su barra de amigos, con varones y mujeres de las diferentes clases sociales. Con libertad, hablaba de su Padre Bueno y Justo. Del deseo que este tenía de liberar a todo el mundo. Esto despertó envidia en los opresores que tenían el poder religioso y político  de la época.

El hijo del Padre Bueno se movía libre del que dirán, comiendo en las diferentes mesas de pecadores que lo invitaban. Acercándose y tocándose con las personas tenidas por impuras.

 A su despedida después de entrar a la capital montado en una burra, en la fiesta más multitudinaria de la época, pidió le prepararán una cena en una casa. En ella tomo el pan amasado quizás por su propia madre, sin levadura, recordado el hecho político y religioso de liberación del pueblo de Israel del imperialismo Egipcio.

Con la otra mano elevó una copa de barro hecha por un alfarero amigo, con el mejor vino de la región. Y pronuncio una palabras regalando su eterna presencia en medio de sus amigos los hombres con el deseo de una justa unidad desde la diversidad. Ala noche los poderosos, apoyados por el poder miliar lo apresaron, torturaron y asesinaron.

Días después el crucificado, se les apareció a unas mujeres resucitado. Regresó a la casa de su Padre, y enviaron el Espíritu que quito el miedo de aquellos primeros discípulos y discípulas, impulsándolos a dar la vida con libertad en bien de la liberación de toda opresión.

El grupo inicial atraía a otros por su fraternidad. Por su capacidad de incluir a los excluidos compartiendo la mesa, los bienes y la oración. Decidieron recoger algunas enseñanzas y hechos que se trasmitían oralmente, y compartirlo por medio de los que llamaron el Nuevo Testamento.


Siempre en toda época los seguidores del hijo del Padre Bueno tuvieron en conflicto con los poderes opresores. Sabido es que los  hijos de las tinieblas tienen su astucia para hacer dinero y para dominar a los pueblos. Entonces al ver que no podían terminar con aquel grupo que se llamaban amigos de Jesús, propusieron el plan B.
Que consistió que con aparente buena intención el emperador ofreció a algunos coordinadores de aquel movimiento sus ropas, banquetes y palacios, para hacer memoria de aquellas palabras de ese tal Jesús, que creaban la comunión entre la gente diversa. Algunos coordinadores cayeron en la trampa del poder por tontos y otros por interés. El pasaje de la mesa de la casa al altar de los castillos dejó  fuera a los preferidos de Jesús.

Pasó  el tiempo y la piedra desechada por el poder, se trasformó en la piedra fundamental para construir comunidades inclusivas en las distintas culturas y pueblos. En los cinco continentes en algunos casos la humanidad, se encontró con aquel mensaje inclusivo, misericordioso, de vida, en algunos continuadores de aquel grupo inicial. Pero misteriosamente aquel mensaje de amor, en palabras y hechos dio sus frutos en algunas posturas políticas, en movimientos sociales, e incluso otras espiritualidades que buscaron la justa igualdad entre los hombres, con preferencia por los más débiles y excluidos.

El Padre Bueno ha decidido estar ausente en los ritos de los altares de los castillos presididos por fariseos y jueces, por más que se mencione su nombre. Y ha derramado su espíritu en las diferentes comunidades de creyente y no creyentes que procuran un mundo de relaciones circulares y con las mismas posibilidades para todos. (Mateo 21, 33- 46)
Nacho

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