jueves, 24 de diciembre de 2015

LLEGANDO A POBLADO URUGUAY


Llegamos a Río Branco casi a las 18:00 hrs. Durante el viaje fuimos despegándonos del correrío capitalino, de la locura de la época de las compras, del stress de vivir en un barrio céntrico. El ómnibus avanzaba y la paz poco a poco nos inundaba. El verde del campo, favorecido por las lluvias de los últimos días, se transformaba en el color del alma y nos contagiaba de su frescor. Decidimos como familia irnos de misión a Poblado Uruguay, un pueblito de campo que perteneces a la parroquia de Río Branco, que hace poco se hizo famoso en los medios pues, debido a las inundaciones, se cayó el puente de acceso. Allí nos tomamos la primer foto de nuestro viaje.

Junto a Nacho Aguirre, el cura de esta zona pero que vive en Río Branco, fuimos recorriendo el poblado y visitando algunas casitas que han alojado en estos días a varios otros Colibríes. De los nombres que recuerdo saludamos Mari y Hugo, que alojaron a Rodrigo y Leo, Silvia y Juan se quedaron en la casa de Adán y Sandra, luego conocimos a Fani y Daois que alojaron a Pablo, y por último fuimos a la casa de Sirley, donde se quedaron Gonzalo y sus dos hijos: Viqui y Martín, y también Romina y Bárbara. En esta última casa nos quedamos hoy donde llegamos a la tardecita-noche.

Nacho nos dejó en la portera diciendo que nos estaban esperando. Como ibamos con Romina y Bárbara que son conocidas fuimos con confianza. Al sentir las voces, la dueña de casa salió al frente suponiendo que eran los misioneros. Nosotros veiamos solo una sombra y gritamos: “Venimos de parte de Nacho!”. Al llegar nos recibe Sirley con un gran sonrisa y nos dice: “Ya pensaba que no venían...se hace tarde”. Nos saludamos como si nos conociéramos y hasta Juan Pablo se dió cuenta que ya tiene una nueva abuela. Entramos dejamos el equipaje en una linda habitación donde dormimos
y nos fuimos al comedor a charlar un rato. Después un baño y la cena.

Llegamos cansados, aturdidos, sacudidos por el ritmo de una sociedad aplastante que te empuja de continuo hacia todos lados. En este tiempo de Navidad es aún peor: la enfermedad del consumo se esparce como un flaglo imparable y no sólo afecta el bolsillo, sino la mente y el cuerpo de las personas. Al bajar del ómnibus nos abrazó un silencio que nos ensordeció, nos molestó, no estamos acostumbrados! El ritmo de la vida en el campo es bien diferente pues la naturaleza tiene esa mística que frena el cuerpo y te lo adecúa a su ritmo. Desde el cielo, el agua de las lluvias en los charcos, entre las vacas, los caballos y el verdor, la Naturaleza nos transmite un mensaje diferente y nos invita a entrar en ese Misterio y ser parte de él. Ese es el desafío.

Nosotros vinimos como misoneros a testimoniar la fe en Jesús y a compartirlo con las personas del lugar. Pero grande es Dios que nos espera con tan hermosos pesebres: cunas de fe donde el Hombre-Dios nace cada día, entre animales y tanto verde, entre el trabajo del campo y la esperanza de gente sencilla de corazón. La experiencia del misionero es de recibir el ciento por uno, mucho más que dar algo. Y eso es lo que ayer vivimos: nos recibió Dios mismo en la persona de Sirley, nos acoge en cercanía y humanidad, tan necesarias en la construcción del Reino. Aquí llegamos y empezamos estos días. Ya hemos recibido mucho
                                                                                    y aun queda mucho por recibir. 

                                                                                                                    Rossina, Diego y Juan Pablo 

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