viernes, 4 de diciembre de 2015

NADIE ES MÁS QUE NADIE


El domingo estuvimos de fiesta en la parroquia, celebrando las primeras comuniones de la catequesis familiar. Así como acontece cuando celebramos los bautismos o misa por algún ser querido fallecido, se da el tejido entre "los trafogueros" la comunidad que celebra semanalmente y los cristianos que se suman cuando hay un acontecimiento especial.
El mensaje fue muy sencillo y profundo. Lo primero fue invitarlos a ponerse de pie para hacer el signo del deseo de Dios "que nadie se arrodille ante nadie, porque ante Dios nadie es más que nadie".
El segundo signo fue cuando los niños representaron el deseo mundano, el deseo de que "sean exitosos poniéndose encima de los demás", escenificado subiéndose a la silla y la asamblea respondió con aplausos.
E ahí cuando vino el sentido profundo del seguimiento de Jesús, el cual no se arrodilló ante nadie, y dio una mano a los caídos que querían ponerse de pie. Un Jesús que en la entrada a Jerusalén (que lo celebramos el domingo de ramos) fue proclamado exitosamente como el nuevo rey. Y en el trascurso de la semana, eligiendo el camino de la no violencia, el del servicio, atreves del lavatorio de los pies, se ubicó en el lugar de los últimos: los servidores y crucificados, dejándonos claramente su perdón y el camino para la vida eterna.
Entonces los niños poniendo en práctica el mensaje de Jesús, bajaron de las sillas y se fueron al fondo del templo al encuentro con los que estaban en los últimos asientos creando relación con ellos.
Después recibieron un regalito por la primera comunión, y lo compartieron con un trabajador municipal presente, para que se lo llevara de regalo a sus compañeros de trabajo, los que nos sirven diariamente en la recolección de basura.
El mensaje de buscar vivir como hijos de la misma madre y mismo padre Dios, se puso en práctica en la eucaristía, dando como resultado la alegría de todos. El saludo de la paz final dejó de manifiesto el deseo humano que hay de la vivencia fraterna como hermanos. Sabiendo que el mundo nos coloniza imponiéndonos la competencia y el enfrentamiento, separación de unos contra otros. Por eso nos sentimos muy necesitados de formar comunidad para encontramos con Jesús, experimentando su perdón, y alimentándonos para liberarnos de la tentación del éxito mundano, y poder ser verdaderamente felices acompañando a que logren la felicidad los más infelices.
«Una voz grita en el desierto: 
 Preparad el camino del Señor, 
allanad sus senderos;
 elévense los valles,
 desciendan los montes y colinas; 
que lo torcido se enderece, 
lo escabroso se iguale. 
Y todos verán la salvación de Dios.»
 Lucas (3,1-6)

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